lunes, 2 de abril de 2018

La actriz que inventó el WiFi

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La época dorada de Hollywood creó algunas de las celebridades más conocidas en la historia de las imágenes en movimiento. Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Lauren Bacall, Audrey Hepburn, son solo algunos de los nombres más conocidos.

Pero en los primeros días de Hollywood, una mujer era considerada la más bella de todas, y luego resultó ser mucho, mucho más. Hedy Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler), una actriz de origen austríaco, protagonizó varios éxitos de taquilla en blanco y negro, como la Ziegfeld Girl y Experiment Perilous de 1941 a 1944.

Lo que cada vez es más conocido en todo el mundo es que Hedy Lamarr no era solo una cara bonita en un cartel. También fue una brillante inventora (Tres años de estudio de Ingeniera en Telecomunicaciones) con una gran visión, a menudo incomprendida por sus contemporáneos.


La relación de Lamar con el magnate de los aviones y excéntrico playboy de la época, Howard Hughes, le brindó recursos para desarrollar fuselajes y alas de aviones más aerodinámicos. Pero esta fue solo una de sus aventuras antes de la guerra en el rol de inventora y científica autodidacta.


Sus inventos literalmente cambiaron el mundo en el que vivimos e influyeron en el desarrollo de algunas de las tecnologías de punta de hoy en día. A principios de la década de 1940, la actriz sintió que necesitaba contribuir al esfuerzo de la guerra; Europa estaba en llamas, mientras que la industria del cine en los EE. UU. continuaba la producción ininterrumpidamente. 


La mujer más bella del mundo tenía experiencia con equipos militares porque su ex marido, de quien huyó debido a su firme apoyo al Partido Nazi, era un fabricante de municiones profundamente involucrado con la industria armamentista del Tercer Reich.


Se familiarizó con la industria armamentística en desarrollo de la época, tanto que pudo identificar los puntos débiles dentro de la tecnología militar que podrían corregirse.

En ese momento, los torpedos guiados por radio que usaban tecnología inalámbrica se atascaban fácilmente por interferencias a la frecuencias emitidas por el enemigo o por razones geográficas que afectaban la propagación radial, lo que provocaba que los misiles desviaran su curso. Entonces vio la oportunidad de desarrollar un dispositivo capaz de superar con eficacia cualquier bloqueo emitido por el enemigo.


El sistema concebido por Hedy partía de una idea tan simple como eficaz. Se trataba de transmitir los mensajes u órdenes de mando fraccionándolos en pequeñas partes, cada una de las cuales se transmitiría secuencialmente cambiando de frecuencia cada vez, siguiendo un patrón pseudoaleatorio. De este modo, los tiempos de transmisión en cada frecuencia eran tan cortos y además estaban espaciados de forma tan irregular, que era prácticamente imposible recomponer el mensaje si no se conocía el código de cambio de canales.

El mensaje o la orden (en caso de control remoto) utilizaba un sistema binario, modulando la frecuencia portadora con una señal de baja frecuencia fija, de 100 o 500 Hz, lo que permitía añadir filtros sintonizados a estas frecuencias en el receptor para eliminar las señales parásitas mejorando la calidad de la recepción. El receptor estaba sintonizado a las frecuencias elegidas para la emisión y tenía el mismo código de cambio, saltando de frecuencia sincrónicamente con el transmisor. Este procedimiento se conoce ahora como “transmisión en espectro ensanchado por salto de frecuencia”, en inglés Frequency Hopping Spread Spectrum (FHSS). Las principales ventajas que presentan las señales de este tipo de sistemas es que son altamente inmunes a ruidos e interferencias y difíciles de reconocer e interceptar. Las transmisiones de este tipo suenan como ruidos de corta duración, o como un incremento en el ruido en el receptor, excepto para el que esté usando la secuencia de salto que se está empleando en el transmisor. Además, estas transmisiones pueden compartir una banda de frecuencia con muchos tipos de transmisiones convencionales con una mínima interferencia. No es necesario que las frecuencias de emisión sean contiguas.


El transmisor y el receptor eran asequibles a la tecnología de la época, basada en componentes electromecánicos y válvulas de vacío, aunque resultaban voluminosos, y frágiles. Hedy no tenía ningún problema en diseñar y construir ambos aparatos, pero quedaba pendiente el delicado problema de la sincronización. Necesitaba la colaboración de alguien muy experto y la casualidad vino en su ayuda. En una cena conoció a George Antheil, pianista y compositor norteamericano, admirador de Stravinsky e inmerso en los movimientos dadaísta y futurista. Años atrás, había protagonizado un escándalo mayúsculo el 4 de octubre de 1923, en el Teatro de los Campos Elíseos de París, con el estreno de su obra Ballet Mécanique. La “orquesta” de este ballet estuvo compuesta por dos pianos, dieciséis pianolas sincronizadas, tres xilofones, siete campanas eléctricas, tres hélices de avión y una sirena. A pesar del apoyo de figuras como Erik Satie, Jean Cocteau, Man Ray y James Joyce, la reacción mayoritaria del público fue de un rechazo tan violento, que numerosas butacas fueron arrancadas y echadas al foso de la orquesta. El estreno, un año después, en el Carnegie Hall de New York constituyó otro rotundo fracaso, tras el cual el compositor desistió de seguir representándola y se dedicó a componer y arreglar bandas sonoras.

Dejando aparte las opiniones de los musicólogos, lo cierto es que Antheil había logrado sincronizar sin cables 16 pianolas que formaban parte de la orquesta mecánica, y esta precisión es justamente lo que Hedy estaba buscando. Ambos trabajaron intensamente durante algo más de seis meses para encontrar la solución. Emplearían dos pianolas, una en la estación emisora y otra en la receptora y codificarían los saltos de frecuencia de acuerdo con los taladros longitudinales efectuados en la banda de papel, como en una pianola común. La secuencia de los saltos solo la conocería quien tuviese la clave, la melodía, lo que aseguraba el secreto de la comunicación. Los motores de arrastre de ambos dispositivos estaban sincronizados por sendos mecanismos de relojería de precisión y además el transmisor emitía periódicamente una señal de sincronismo para compensar cualquier desviación.

El 10 de junio de 1941 presentaron al registro la solicitud de patente: “SECRET COMMUNICATION SYSTEM. Filed June 10, 1941 2 Sheets-Sheet 2 Patented Aug. 111, 1942 SECRET COMMUNICATION SYSTEM Hedy Kiesler Markey, Los Angeles, and George Anthcil, Manhattan Beach, Calif. Application June 10, 1941, Serial No. 397,412”, que les fue concedida el 11 de agosto de 1942, cuando USA ya estaba en guerra con Japón y Alemania. Hedy firmó con su apellido de casada, Markey, que apenas utilizó durante un par de años.

El principio permitió que los torpedos fueran resistentes a la interferencias utilizando 88 frecuencias posibles, porque ese también era el número de teclas que existía en un piano, creando un código aleatorio, conocido solo por el controlador del torpedo. De esta forma, la señal se volvió muy resistente al atasco y casi imposible de interceptar.

Aunque los experimentos de esta tecnología se llevaron a cabo a principios del siglo XX, con descubrimientos incluso implementados por el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, el nuevo enfoque de utilizar el principio de la pianola a papel, fue exactamente el del dispositivo inventado por Lamar y  Antheil.

La dupla patentó su invención en 1942 y la presentó como un obsequio a la Marina de los EE. UU.


Desafortunadamente, durante la guerra, los militares sospechaban en extremo de las patentes provenientes de fuera de sus propias filas. Alexandra Dean, quien produjo y dirigió el documental 2017 Bombshell: The Hedy Lamarr Story , pone al descubierto la recepción que tuvo la idea de Lamarr en las filas de la Marina:

" Cuando ella se la dio, [la Marina] dijo: '¿Qué quieres hacer, poner un piano sonando dentro de un torpedo? ¡Sal de aquí!' Y entonces no lo usaron durante la Segunda Guerra Mundial. Fue después de la Segunda Guerra Mundial que surgió como una forma de comunicación secreta sobre todos los dispositivos que usamos hoy en día. "


De hecho, la invención no se tomó en serio hasta mucho después de la guerra. La radio de amplio espectro con salto de frecuencia fue descartada y perdida en los numerosos archivos navales. Además, se consideró que la patente era difícil de producir a gran escala, y la marina era demasiado conservadora para darse cuenta de que una mujer era capaz de un descubrimiento tan innovador.

La patente fue revisada durante la Crisis de los misiles cubanos, cuando se puso en uso por primera vez. Fue entonces cuando los oficiales vieron todo el potencial de la radio de amplio espectro. Un subtipo de Frequency Hopping Spread Spectrum llevó más tarde al desarrollo de una normativa y el desarrollo por varios fabricantes (cerca de 150) de las tecnologías Bluetooth, GPS y Wi-Fi.


No podríamos imaginar la vida sin estos inventos hoy, pero el papel de Lamar en su desarrollo  había quedado borroso en la historia. Sus contribuciones cayeron en la oscuridad durante varios años, hasta que dicha tecnología entró en uso masivo.

No fue sino hasta 1997 que la comunidad científica reconoció oficialmente el esfuerzo conjunto de Lamar y Antheil. Ambos inventores fueron galardonados con el Electronic Frontier Foundation Pioneer Award y el Bulbie Gnass Spirit of Achievement Bronze Award, otorgado a personas cuyo esfuerzo ha contribuido significativamente a la sociedad.

Fuente : Vintage News y https://mujeresconciencia.com

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