Es probable que en más de una ocasión te haya sucedido: escuchas un sonido agudo y experimentas un profundo sobresalto, te embarga una sensación de rechazo inconsciente y visceral. Esa reacción se conoce como dentera o tiricia y se produce ante un estímulo que nuestro sistema nervioso cataloga como negativo.
De hecho, existen diferentes situaciones cotidianas que nos hacen cerrar los ojos y taparnos los oídos para intentar acallar ese sonido que tanto nos molesta. Algunos de los sonidos más comunes que provocan ese rechazo son:
- El arrastre de una tiza o de las uñas sobre la pizarra
- El choque entre dos metales
- El roce de la suela del zapato contra el suelo
- Deslizar el dedo sobre un globo inflado
- Morder un trozo de hielo
- Limarse las uñas
- Un cubierto que raya el fondo del plato
El rango de frecuencia que catalogamos como “áspero y doloroso”
Durante décadas los investigadores han intentado hallar la causa de la dentera o tiricia. Ahora sabemos que la mayoría de los sonidos más desagradables para el oído humano se producen entre 2 y 4 kHz, un rango de frecuencia que consideramos “áspero” y que se parece a la octava más alta del piano.
Así lo comprobaron investigadores de la Universidad de Viena, quienes se dedicaron a variar ligeramente el sonido de diferentes ruidos clasificados como desagradables, como pasar las uñas sobre una pizarra o un tenedor raspando un plato, para encontrar las frecuencias consideradas más "dolorosas". Algunos de estos sonidos se atenuaban y otros se amplificaban.
Mientras los participantes se exponían a estos estímulos, también se medían las variaciones en su frecuencia cardíaca, presión arterial y conductancia de la piel, tres indicadores de estrés. Así los investigadores constataron que, efectivamente, los sonidos que provocan ese rechazo visceral se encuentran entre los 2 y 4 kHz.
¿Por qué esta frecuencia provoca esa reacción tan visceral?
Para comprender por qué estos sonidos nos hacen taparnos instintivamente los oídos y producen escalofríos debemos saber qué ocurre en el cerebro. La respuesta llega de la mano de neurocientíficos de la Universidad de Newcastle, quienes escanearon el cerebro de 13 personas expuestas a diferentes tipos de sonidos.
Así descubrieron que mientras más desagradables eran los sonidos, más se activaba la amígdala. La amígdala es una especie de centinela que nos mantiene alerta ante posibles peligros, desatando una respuesta emocional muy intensa de rechazo.
A continuación se activaba la corteza auditiva, para realizar un análisis más profundo de los sonidos, lo cual hacía que el sonido se percibiera de forma aún más penetrante y se intensificara la reacción emocional.
Como nota curiosa, las personas calificaron el sonido de un cuchillo sobre una botella de cristal como el más desagradable, seguido de un tenedor sobre un plato y una tiza sobre una pizarra.
Sin embargo, lo interesante es que algunas de las características acústicas de nuestra voz caen dentro de esta banda de frecuencia. Entonces, ¿cómo es posible que esos sonidos nos resulten tan desagradables?
En este punto, los investigadores vieneses pusieron en marcha la segunda parte de su experimento. Hicieron que los participantes escucharan esos sonidos desagradables, pero a la mitad de ellos les avisaron de lo que escucharían y a la otra mitad les engañaron diciéndoles que escucharían una pieza de música contemporánea.
Así apreciaron que, independientemente de la percepción subjetiva de los sonidos, los indicadores fisiológicos de estrés se alteraron en todas las personas. Esto avala la teoría de que los sonidos que se encuentran dentro del rango de los 2 y 4 kHz desatan una reacción aversiva debido a una vulnerabilidad especial de nuestro oído.
En práctica, todo parece indicar que nuestros conductos auditivos evolucionaron para priorizar precisamente este rango de frecuencia, de manera que pudiésemos distinguir el llanto de un bebé o la voz humana de otros sonidos ambientales. Por eso, al ser nuestros oídos más sensibles, también reaccionan con mayor intensidad a algunos de los ruidos que se encuentran precisamente en ese rango de frecuencia.
Original de
Jennifer Delgado Suárez
http://www.rinconpsicologia.com/2016/11/sonidos-dentera-tiricia.html
Fuentes:
Reuter, C. & Oehler, M. (2011) Psychoacoustics of chalkboard squeaking. The Journal of the Acoustical Society of America; 130 (2545).
McDermott, J. H. (2009) The cocktail party problem. Current Biology; 19(22): 1024-1027.
McDermott, J. H. et. Al. (2009) Sensory noise explains auditory frequency discrimination learning induced by training with identical stimuli. Atten Percept Psychophys; 71(1): 5-7.
Kumar, S. et. Al. (2008) Mapping unpleasantness of sounds to their auditory representation. Journal of Neuroscience; 124(6): 3810-3817.
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