jueves, 1 de septiembre de 2016

La silla de las operadoras

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Si en alguna oportunidad pareció que uno de mis post estaba traído de los pelos, éste puede ser la confirmación de esa creencia. No se trata de algo sumamente importante, pero sí de algo que parece perdido en el tiempo y que cada día es más difícil de obtener. No es que no existan mejores en la actualidad, simplemente es un recuerdo que parece a punto de perderse en la niebla del olvido.
En 1977 Argentina comenzaba una serie de cambios e inversiones que apuntaban al Mundial de Fútbol de 1978. Entre ellas , además de la construcción de estadios, estaba la de realizar la conversión tecnológica de la televisión local para emitir en color según el estándar PAL-N y el de instalar una serie de centrales telefónicas a nivel nacional que permitiera discar de manera automática entre las diferentes localidades. Estos Centros Automáticos Interurbanos (CAI) pronto dejarían sin trabajo a las operadoras que hasta ese momento realizaban las interconexiones de manera manual. Así que desde el día que pudimos llamar a otra provincia anteponiendo un cero, las señoras debieron comenzar a buscar un nuevo trabajo en el área internacional o volverse a casa.
Estas damas que solo podían trabajar de día y eran reemplazadas por muchachos mayormente gays por la noche, no solo habían conseguido un adicional de sueldo por trabajo insalubre sino que habían conseguido una pieza de mobiliario que hasta el día de hoy sería la envidia de cualquier coleccionista:
La silla de operadora.


Puede que gracias a que en España, el 27 de febrero de 1912  promulgó la llamada “Ley de la silla”, según la cual, las mujeres que trabajaran en determinados tipos de empresa deberían de disponer de una silla para cada una de ellas, que serían usadas cuando la actividad lo permitiera.
Reclinables y giratorias su fortaleza las convertía en casi indestructibles así que sobrevivieron hasta las décadas de los 70-80, momento en que los extranjeros que visitaban el país descubrían la oportunidad de hacer buenos negocios con las antigüedades que en definitiva mucho más tarde originaron las famosas ferias de antigüedades de San Telmo.
No faltaban quienes recuperaban viejos automóviles abandonados en medio de la nada y que una vez restaurados se vendían en Europa por sumas extraordinarias , o compraran los sobrantes de las viejas salas de operadoras o equipos de telefonía hogareños de principio del siglo XX.


Incluso al ver la oportunidad de negocio, los mismos empleados de la ex ENTel, amenazaban a los propietarios de las líneas en medio del campo para que entregaran equipos Ericsson o Bell de principios del siglo XX que se encontraban en sus domicilios y eran reemplazados por nuevas piezas de plástico barato. Así esos nobles empleados vendían en el extranjero las viejas unidades de conmutación realizadas en bronce y maderas nobles, los teléfonos domiciliarios realizados con los mismos materiales y escritorios o sillas que superaron la centena de años sin necesitar que nadie les apretara un solo tornillo.
Hoy resulta muy raro encontrar las viejas sillas de operadora o las de escritorio en alguna de las ferias de antigüedades. No porque se hayan destruido. La gente las devoró apenas aparecieron por lo cómodas y decorativas y porque eran muy difíciles de obtener.


Por lo general se podían ver provistas de asiento de esterilla, almohadón de cuero o simplemente la madera torneada como si el culo de una mujer lo hubiera gastado por cientos de años.
La movilidad de sus piezas la hacía sumamente adaptable y las ruedas con las que algunas contaban las hacían aptas para carreras de oficina.


Hoy el plástico y la tecnología china las han suplantado con menor calidad, pero con la ventaja de convertirse en un objeto cotidiano de bajo costo.
El "lujo" de las viejas sillas giratorias o reclinables quedará en la memoria de quienes alguna vez se pelearon por obtener una.
Aunque no contaran con escritorio.

Taluego.

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