Si bien en la actualidad los practicantes del BDSM (Bondage and Discipline , Dominance and submission y Sadism and Masochism) disfrutan de diversos modernos modelos con fines placenteros, en realidad el famoso cinturón de castidad parece no ser otra cosa que un mito resultante de una serie de mal entendidos.
La teoría que todos hemos escuchado sobre este invento es que se creó en la Edad Media y que servía para preservar la fidelidad de las esposas de los caballeros que partían a las cruzadas, o para maridos celosos que debían ausentarse del hogar por diferentes cuestiones que no vendrían al caso. Así que mientras el caballero iba recolectando cuanta enfermedad venérea encontrara en tierras extrañas, su esposa debería quedarse cultivando infecciones en áreas en que no podría ejercer ningún tipo de aseo.
En su libro de 1969 Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo (pero temía preguntar), David R. Reuben lo describió como un "bikini blindado" con una "pantalla delante para permitir la micción y una pulgada de hierro entre la vagina y la tentación." "Todo el asunto estaba cerrado con un gran candado", escribió intentando algo de decoro.
Por otro lado Albrecht Classen, profesor de la Universidad de Arizona, en EEUU, y experto en historia medieval, escribió en 2007 el libro The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process, lo que lo conviertió a ojos de muchos en la máxima autoridad mundial sobre el tema. Él dice que “no hay ninguna evidencia que nos indique que existieron o se confeccionaron este tipo de objetos en la Edad Media. Según los registros la primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que en realidad trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y pesada en la cual se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres.
Pero con ese pobre antecedente el cinturón de castidad pronto se convirtió en un mito del que se hablaba y se hacían numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, las que iban presurosas en busca de parejas más activas sexualmente a la primer oportunidad. Hay dibujos muy elaboradosde la época en los que se plasman escenas en las que el varón, que se va de viaje, le pone un cinturón de castidad a su pareja; al mismo tiempo que el amante se ve escondido tras un armario con otra copia de la llave”.
Otra de las pruebas que evidencian el aspecto mitológico y poco real de este cachivache es, según apunta Classen, “la falta de referencias al cinturón en las novelas de tipo cortés y en los autores de los siglos XIV al XVII. De haber existido ese objeto, sin duda, habría sido utilizado por los escritores de época, pero no lo mencionan ni Bocaccio, Bardello o Rabelais, que escribían sátira erótica y que conocían a fondo la sexualidad de la época, los celos, los engaños y las artimañas usadas para engañar a los cónyuges o amantes.
Los primeros cinturones "reales" se fabricaron en el siglo XIX y era costumbre que formaran parte de museos de la tortura, en los que se mostraba la crueldad y el oscurantismo de épocas pasadas. El British Museum, en Londres, contaba también con una de estas piezas, atribuida a la Edad Media y que exhibía desde 1846, pero acabó retirándola tras comprobar que era falsa. Como propone el Museo Británico : "Es probable que la gran mayoría de los ejemplos existentes en la actualidad se hicieran en los siglos XVIII y XIX como curiosidades para el hombre lascivo, o como chistes realizados por pura diversión."
Desde el punto de vista anatómico y ginecológico, la hipótesis de hombres echando el cerrojo a las vaginas de sus mujeres por periodos de tiempo tan largos como hacer las cruzadas o irse a la guerra, y que volviendo a casa encontraran los genitales de sus esposas intactos y como si tal cosa, es ciencia ficción. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “las normas higiénicas de la época eran muy cuestionables y si hoy en día a algunas mujeres usar toallas intimas les puede producir irritaciones a nivel vulvar, resulta fácil imaginar las consecuencias de llevar un cinturón de metal pesado, duro y cortante, con todo lo que ello implica. Para empezar, se producirían llagas como consecuencia de las rozaduras, por el simple hecho de andar, estar sentada o agacharse; además de todo tipo de infecciones vaginales y anales, al dificultarse la higiene de la zona. Todo ello causaría septicemias, que serían difícil curar en la época y que producirían, finalmente, la muerte”.
Cuando se tiene en cuenta la evidencia histórica de los cinturones de castidad medievales, como ha hecho Classen en su libro El Cinturón de castidad medieval: un proceso de creación de mitos , se hace evidente que no hay muchas pruebas reales. En primer lugar, no son tantos los relatos en donde se lo incluye y menos el número de muestras físicas encontradas a través del tiempo. Las pocas obras literarias sobre el tema se relacionan entre sí y todos citan los mismos pocos ejemplos.
Las referencias más antiguas en los textos europeos a los cinturones de castidad se remontan varios siglos atrás, hasta bien entrado el primer milenio dC. Sin embargo, hasta la primer década del 1100, estas referencias están redactadas en la teología como metáforas de la idea de la fidelidad y la pureza. Por ejemplo: Una fuente advierte a la "virgen honesta" a "mantener el casco de la salvación en su parte delantera, la palabra de verdad en la boca ... el verdadero amor de Dios y su vecino en el pecho, la cintura de la castidad en el cuerpo…." Posiblemente, nada de esto debía estar destinado a ser tomado literalmente.
Curiosamente, lo que nunca practicaron los bárbaros, incultos y supersticiosos hombres de la Edad Media, se materializó mucho más tarde, en el siglo XIX. La mala prensa de la época medieval, en todos los aspectos pero especialmente en el sexual, se debe, según Classen, a que “en el Renacimiento se subrayaron los aspectos negativos del periodo anterior, para crear una distancia y sentirse mejor, superiores a sus antecesores en la historia. Pero hablar de los cinturones de castidad y de la sexualidad medieval era también una manera de crear fantasías eróticas, mitos sexuales que permitían hablar del tema que, de otra manera, hubiera sido más difícil de tratar. La sátira y el prisma histórico permitían acercarse a temas escabrosos con la risa o la didáctica como excusa. El siglo XIX fue una época muy pornográfica, había muchas imágenes, fotos y libros al respecto”.
Como recoge un artículo sobre el tema del blog Arqueología e Historia del Sexo, “cuando se consolida el mito de los cinturones de castidad, es durante la Ilustración, otra época que reniega de todo aquello que representa la Edad Media, ya que se intentará acabar con todo lo que representa el régimen feudal, y la barbarie de estos cinturones son el mejor ejemplo de esa oscura época. Así ilustrados como Diderot o Voltaire no dudaron en confirmar su uso, ya que algunas fuentes medievales fueron interpretadas como testigos ciertos de su existencia. Por lo que en la famosa Enciclopedia de Diderot y D’Alembert se describe este “instrumento tan infame como lesivo a la sexualidad”. Objeto que también recoge Voltaire en su cuento El candado”.
En la época victoriana se fabricaron cinturones más pequeños, ligeros y refinados que eran usados por pequeños periodos de tiempo para evitar las violaciones, por ejemplo en viajes, como pruebas románticas de la fidelidad o para impedir que mujeres u hombres, especialmente los más jóvenes, se masturbaran o se tocaran en la cama durante la noche; ya que se creía que esta práctica era altamente perniciosa y podía derivar en enfermedades físicas o mentales.
En su libro de 1969 Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo (pero temía preguntar), David R. Reuben lo describió como un "bikini blindado" con una "pantalla delante para permitir la micción y una pulgada de hierro entre la vagina y la tentación." "Todo el asunto estaba cerrado con un gran candado", escribió intentando algo de decoro.
Por otro lado Albrecht Classen, profesor de la Universidad de Arizona, en EEUU, y experto en historia medieval, escribió en 2007 el libro The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process, lo que lo conviertió a ojos de muchos en la máxima autoridad mundial sobre el tema. Él dice que “no hay ninguna evidencia que nos indique que existieron o se confeccionaron este tipo de objetos en la Edad Media. Según los registros la primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que en realidad trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y pesada en la cual se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres.
Pero con ese pobre antecedente el cinturón de castidad pronto se convirtió en un mito del que se hablaba y se hacían numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, las que iban presurosas en busca de parejas más activas sexualmente a la primer oportunidad. Hay dibujos muy elaboradosde la época en los que se plasman escenas en las que el varón, que se va de viaje, le pone un cinturón de castidad a su pareja; al mismo tiempo que el amante se ve escondido tras un armario con otra copia de la llave”.
Otra de las pruebas que evidencian el aspecto mitológico y poco real de este cachivache es, según apunta Classen, “la falta de referencias al cinturón en las novelas de tipo cortés y en los autores de los siglos XIV al XVII. De haber existido ese objeto, sin duda, habría sido utilizado por los escritores de época, pero no lo mencionan ni Bocaccio, Bardello o Rabelais, que escribían sátira erótica y que conocían a fondo la sexualidad de la época, los celos, los engaños y las artimañas usadas para engañar a los cónyuges o amantes.
Los primeros cinturones "reales" se fabricaron en el siglo XIX y era costumbre que formaran parte de museos de la tortura, en los que se mostraba la crueldad y el oscurantismo de épocas pasadas. El British Museum, en Londres, contaba también con una de estas piezas, atribuida a la Edad Media y que exhibía desde 1846, pero acabó retirándola tras comprobar que era falsa. Como propone el Museo Británico : "Es probable que la gran mayoría de los ejemplos existentes en la actualidad se hicieran en los siglos XVIII y XIX como curiosidades para el hombre lascivo, o como chistes realizados por pura diversión."
Desde el punto de vista anatómico y ginecológico, la hipótesis de hombres echando el cerrojo a las vaginas de sus mujeres por periodos de tiempo tan largos como hacer las cruzadas o irse a la guerra, y que volviendo a casa encontraran los genitales de sus esposas intactos y como si tal cosa, es ciencia ficción. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “las normas higiénicas de la época eran muy cuestionables y si hoy en día a algunas mujeres usar toallas intimas les puede producir irritaciones a nivel vulvar, resulta fácil imaginar las consecuencias de llevar un cinturón de metal pesado, duro y cortante, con todo lo que ello implica. Para empezar, se producirían llagas como consecuencia de las rozaduras, por el simple hecho de andar, estar sentada o agacharse; además de todo tipo de infecciones vaginales y anales, al dificultarse la higiene de la zona. Todo ello causaría septicemias, que serían difícil curar en la época y que producirían, finalmente, la muerte”.
Cuando se tiene en cuenta la evidencia histórica de los cinturones de castidad medievales, como ha hecho Classen en su libro El Cinturón de castidad medieval: un proceso de creación de mitos , se hace evidente que no hay muchas pruebas reales. En primer lugar, no son tantos los relatos en donde se lo incluye y menos el número de muestras físicas encontradas a través del tiempo. Las pocas obras literarias sobre el tema se relacionan entre sí y todos citan los mismos pocos ejemplos.
Las referencias más antiguas en los textos europeos a los cinturones de castidad se remontan varios siglos atrás, hasta bien entrado el primer milenio dC. Sin embargo, hasta la primer década del 1100, estas referencias están redactadas en la teología como metáforas de la idea de la fidelidad y la pureza. Por ejemplo: Una fuente advierte a la "virgen honesta" a "mantener el casco de la salvación en su parte delantera, la palabra de verdad en la boca ... el verdadero amor de Dios y su vecino en el pecho, la cintura de la castidad en el cuerpo…." Posiblemente, nada de esto debía estar destinado a ser tomado literalmente.
Curiosamente, lo que nunca practicaron los bárbaros, incultos y supersticiosos hombres de la Edad Media, se materializó mucho más tarde, en el siglo XIX. La mala prensa de la época medieval, en todos los aspectos pero especialmente en el sexual, se debe, según Classen, a que “en el Renacimiento se subrayaron los aspectos negativos del periodo anterior, para crear una distancia y sentirse mejor, superiores a sus antecesores en la historia. Pero hablar de los cinturones de castidad y de la sexualidad medieval era también una manera de crear fantasías eróticas, mitos sexuales que permitían hablar del tema que, de otra manera, hubiera sido más difícil de tratar. La sátira y el prisma histórico permitían acercarse a temas escabrosos con la risa o la didáctica como excusa. El siglo XIX fue una época muy pornográfica, había muchas imágenes, fotos y libros al respecto”.
Como recoge un artículo sobre el tema del blog Arqueología e Historia del Sexo, “cuando se consolida el mito de los cinturones de castidad, es durante la Ilustración, otra época que reniega de todo aquello que representa la Edad Media, ya que se intentará acabar con todo lo que representa el régimen feudal, y la barbarie de estos cinturones son el mejor ejemplo de esa oscura época. Así ilustrados como Diderot o Voltaire no dudaron en confirmar su uso, ya que algunas fuentes medievales fueron interpretadas como testigos ciertos de su existencia. Por lo que en la famosa Enciclopedia de Diderot y D’Alembert se describe este “instrumento tan infame como lesivo a la sexualidad”. Objeto que también recoge Voltaire en su cuento El candado”.
En la época victoriana se fabricaron cinturones más pequeños, ligeros y refinados que eran usados por pequeños periodos de tiempo para evitar las violaciones, por ejemplo en viajes, como pruebas románticas de la fidelidad o para impedir que mujeres u hombres, especialmente los más jóvenes, se masturbaran o se tocaran en la cama durante la noche; ya que se creía que esta práctica era altamente perniciosa y podía derivar en enfermedades físicas o mentales.
Para impedir la masturbación de los jóvenes adolescentes en la Época Victoriana
¿Por qué ha perdurado el mito del cinturón de castidad? Probablemente porque es difícil de refutar una idea repetida una y otra vez que ya está firmemente implantada en la mente de las personas. Como resultado, la misma escasa información ha logrado convencer a varias generaciones de que los hombres medievales encerraban las regiones pudendas de sus esposas. Incluso aceptando las dificultades prácticas de un dispositivo de ese estilo, como un historiador escribió, "¿Cómo es posible que un mecanismo de este tipo haya sido diseñado para permitir las actividades normales de la micción, evacuación, la menstruación y la higiene, y sin embargo, evitar tanto la penetración anal y vaginal?" Pero ni estas consideraciones lógicas han disuadido a la gente de creer en la existencia de los cinturones de castidad.
"La gente siente placer al ahondar en el sexo. Nos pueden decir que sólo tienen un interés histórico, pero en realidad tienen un interés puramente lascivo", "Es una fantasía."
Para los hombres, los cinturones de castidad son fantasías sobre mujeres con apetitos sexuales tan exagerados que sólo encerrandolas se las puede mantener bajo control. Para las mujeres, es una fantasía sobre la crueldad y el control masculino. Sin embargo, para muchas personas, es simplemente una simple fantasía sexual. Incluso si los cinturones de castidad utilizados para hacer cumplir la fidelidad medieval no eran cinturones de castidad, hoy en día los reales, que se venden como objetos fetiche, sin duda lo son.
Fuentes: http://smoda.elpais.com y http://www.atlasobscura.com
0 comentarios:
Publicar un comentario
¿Sobrevivió a mi punto de vista? ¡Ahora es su turno!
Sin embargo como los comentarios son una gentileza entre usted y yo, se moderarán y anularán aquellos subidos de tono, agresivos o que utilicen lenguaje soez.
Aproveche su oportunidad , dele, que total nadie lo está mirando y acá lo tratamos mejor que en el mundo real.