Corren tiempos en que se fabrican héroes y heroínas con un poco de dinero y un buen director de cine, olvidando que son muchos más quienes no militan ni militaron y son víctimas reiteradas de quienes hacen de esa actividad una profesión. La exaltación de la militancia política olvida la raíz del propio nombre y pone en el platillo de la balanza de la justicia, historias fragmentadas y falaces que nos hacen recordar la canción de Mignona / Nebbia que decía :
"Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia, quien quiera oir que oiga".Nuestros colimbas eran pibes de barrio, laburantes incansables que intentaban darle una mano a sus viejos con el primer trabajo y que fueron arrancados de sus hogares para morir en las aguas heladas del sur o en las gélidas tundras malvinenses, pero que ya antes de eso habían sido consignas, vigilantes de las puertas de cuartel y demases inherentes al "Corre,Barre y Limpia" que forjaron su mote. Eran civiles cumpliendo su obligación con la patria, pero también los primeros en ser ejecutados por esos otros jóvenes de clase media alta que formaron la denominada "maravillosa juventud revolucionaria, guerrillera y única defensora de la Patria" a decir de la parentela ahora encumbrada y poderosa, hechos ocurridos en plena vigencia de la democracia.
Para equilibrar un poco esos platillos de una balanza que siempre ha estado adulterada para uno u otro lado es que les transcribo una nota de Ceferino Reato que nos cuenta el ahora de las víctimas sobrevivientes de esa otra juventud, la que no se dedicaba a imponer por la fuerza su pensar.
La utilización interesada de la memoria histórica, y de la revisión judicial de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura, les sigue debiendo explicaciones a las víctimas de la violencia guerrillera. Lo que pasa es que vos peleaste del lado equivocado”. Eso es lo que pienso decirle al ex soldado Ricardo Valdéz apenas se cure de la dolencia que lo tiene a mal traer y que, sin dinero, lo obliga a viajar cada tres semanas de Formosa a Buenos Aires, donde lo someten a agotadoras sesiones de quimioterapia. Es una frase irónica y será dicha para exorcizar tantos sufrimientos y tantas humillaciones que, afortunadamente, no parecen haber alterado su calma provinciana ni su preocupación por los camaradas que permanecen en una situación aún peor que la suya.
Valdéz puede ser considerado un héroe, no porque él haya querido sobresalir entre sus pares formoseños sino porque la historia fue a buscarlo el domingo 5 de octubre de 1975 , casi seis meses antes del golpe, cuando él y otros soldados conscriptos (el servicio militar era obligatorio) custodiaban el regimiento ubicado en las afueras de la ciudad de Formosa.
En realidad, Valdéz y su grupo estaban durmiendo; habían terminado su turno cuando, a la hora de la siesta, otros jóvenes argentinos como ellos pero con el flamante uniforme azul de Montoneros atacaron el cuartel en la llamada “Operación Primicia”. Los dos pelotones mejor preparados debían tomar el edificio de la Guardia; allí, el primero que murió fue el soldado que estaba más cerca de la puerta, Antonio Arrieta, que era el telefonista y no tenía armas. Tres de los atacantes fueron a la puerta del dormitorio donde descansaban Valdéz y diecinueve soldados.
Los montoneros habían entrado al regimiento convencidos de que no tendrían que disparar contra nadie porque los soldados se rendirían a la primera intimación: daban por descontado que, siendo tan pobres y tan peronistas, los conscriptos se plegarían rápidamente a quienes luchaban por la revolución socialista .
Pero, sucedió que Valdéz y sus compañeros se resistieron y escaparon del dormitorio por una ventana. Claro que antes de que pudieran instalar el primer foco de resistencia, perdieron cuatro camaradas: Marcelino Torales, el albañil y cantor aficionado que admiraba a Sandro; Dante Salvatierra; Alberto Villalba, y José Mercedes Coronel, el bicicletero de Clorinda. Otros quedaron heridos.
Valdéz tuvo un comportamiento heroico.
Recordando sus años de futbolista rudo en San Jacinto, una colonia de agricultores ubicada a 195 kilómetros de la ciudad de Formosa, se tiró con los pies en plancha y cerró la puerta del dormitorio. Y tirado en el piso la mantuvo clausurada con su cuerpo durante una decena de minutos cruciales; a los guerrilleros no les quedó otra que disparar sus ráfagas a través de la madera de la puerta.
“Operación Primicia”, que fue el debut del Ejército Montonero, terminó mal: en media hora de un combate encarnizado hubo veinticuatro muertos , doce guerrilleros y doce defensores del cuartel, entre ellos diez soldados, de 21 años.
La primera paradoja de aquella tragedia es que todas las víctimas, de un lado y del otro, fueron peronistas.
A los 56 años, jubilado de la policía provincial, Valdéz es el presidente del centro de ex soldados que defendieron el cuartel, que es una organización prestigiosa en Formosa, donde todos los 5 de octubre se realiza un acto y un desfile cívico militar. Ese honor no cruza el río Bermejo; en el resto del país nadie los recuerda.
La segunda paradoja es que, en cambio, los guerrilleros muertos son considerados por el gobierno nacional, y también por el gobierno porteño, como víctimas del terrorismo de Estado y así figuran en el monumento en la Costanera norte de la ciudad de Buenos Aires a pesar de que murieron durante el ataque a un cuartel en pleno gobierno constitucional de Isabel Perón . También son homenajeados así en las facultades donde estudiaban (como el soldado santafesino que abrió las puertas del cuartel) y en las ciudades donde nacieron.
La tercera paradoja es económica: los parientes de la mayoría de los guerrilleros muertos cobraron la indemnización prevista para las víctimas del terrorismo de Estado mientras los padres de los soldados muertos deben contentarse con el sueldo básico de un cabo. La diferencia de dinero es abismal: la vida de un guerrillero vale por lo menos seis veces más que la de un conscripto .
Los soldados que sobrevivieron no reciben ningún subsidio; sólo los heridos más graves cobran una pequeña pensión. Y así, pobres y olvidados, se van enfermando y se van muriendo, como sucedió hace poco con Juan Carlos Torales, “Toralito”, que trabajaba en una plantación de pomelos en el interior de Formosa y agonizó varios días sin asistencia médica.
Valdéz está peleando para torcer esa historia, con la colaboración de su mujer y de sus hijos. Y de los amigos y conocidos que lo ayudan a pagar los pasajes en ómnibus a Buenos Aires y el hotelito en el que se aloja, a media cuadra del Hospital Italiano. Si hubiera peleado en el otro bando, si se hubiera rendido y entregado el cuartel, no le faltarían ahora funcionarios amigos ni homenajes oficiales ni indemnizaciones extraordinarias ni pasajes de Aerolíneas Argentinas.
Ceferino Reato 2011
Taluego
Que historia penosa.
ResponderEliminarNi Valdez ni los otros son responsables.
Los responsables no tuvieron ni tienen ni tendràn problemas.
Un abrazo.
Gracias Opin, desconocia la historia...y me produce un profundo sentimiento de verguenza...Un abrazo
ResponderEliminarDon Gaucho. Mucha razón, los que pagan siempre somos nosotros, la gilada.
ResponderEliminarUn abrazo
Don Carlos. Si los hechos se mantienen bien registrados tal vez en el futuro y con la debida distancia se pueda abrir un juicio certero. Estoy convencido que mucha gente quiere que se sepa la verdad y no desea venganzas ni dinero. Tal vez un próximo gobierno no detenga su andar en antiguas disputas pero vuelva a tomar en serio el rigor histórico y haga pública la historia completa.
ResponderEliminarDebo aceptar que Nestor y Cristina, tal vez por el poder de Internet, han dejado publicar todas las investigaciones sin censuras, aunque pensar diferente acarree algunas chicanas.
Por ejemplo desde el 2003 se ha coaccionado al gobernador de Formosa para que no conmemore esa trágica fecha y él se ha negado sistemáticamente, cosa que, por ejemplo, ha recortado la co-participación que le corresponde a la provincia.
Veremos...
Le mando un abrazo.