miércoles, 10 de noviembre de 2010

Justos por pecadores

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Día uno.
Serán, ¿qué se yo? ¿treinta minutos?
Entro en el super y encaro para agarrar un canasto, total la compra va a ser escasa. Miro por acá y por allá y como siempre los encuentro escondidos en el lugar menos accesible, debajo del mostrador de una de las cajeras y bloqueados por la cola de quienes quieren pagar.
Le pido a una señora si por favor me podría alcanzar uno. Mira para otro lado y ni bola me da.
Debo ser yo que hablo muy bajo.
¡ Má si!, agarro uno de los carros de ruedas mochas que saltan como en empedrado porteño y me mando para adentro de la cueva de Alí Babá.
Cervecita, vino patero, Terma y soda. leberburst, maní, pancito fresco, papas y leche. Ya está. Suerte que agarré el carro porque son cinco botellas y en el canasto no iban a llegar hasta la caja.
Dos de ellas están habilitadas. "Envíos a domicilio" con pago por tarjeta y "Caja rápida hasta 10 unidades". En esa no hay nadie. Esto va a ser pan comido.
Cuando voy a enfilar veo a una señora con carrito que me juna y juna la caja en cuestión.
¡ No ! me digo, no puede ser tan turra y pongo primera para sacar arando el carrito como si fuera la Ferrari de Alonso (mejor el Renault). La señora muy ducha en esto, larga con control automático y no derrapa, así que me corta en la curva donde termina la recta final dejándome en un humillante segundo y último puesto.
Silencio en boxes.
La señora comienza a poner en cámara lenta sus compras (menos de diez, pero le cuento catorce) casi como si me estuviera tomando el pelo. Hasta le adivino una sonrisita y una mirada de soslayo, pero me contengo y no la mando de paseo por respetuoso. Pan de Salvado, quesito untable, agua mineral , cebollas, zanahorias y papas. La cajera le dice que se olvidó de pesar las verduras y la señora aparenta desolación, mira las bolsas, dice "hay que tonta, me olvidé" y se manda a mudar de la caja para pesar las vituallas.
Silencio.
Esperando...
Tic, tac, tic, tac. La vieja no aparece.
-No me podés cobrar a mí y después la atendés a ella?
-No señor, enseguida vuelve, si no tengo que anular todo y tardamos más.
Tic, tac, tic....tac..........tic..............tac....................tic.............................tac...
Aparece en lontananza la señora en cuestión a paso cansino y se detiene admirada porque vio el desodorante de ambientes que siempre usaba y no podía encontrar. Lo destapa, lo huele, lo prueba. Diez segundos más a veces son una eternidad y juegan como justificativo para una masacre sangrienta.
Llegada la vieja a su antiguo lugar, quiere pagar con tarjeta. Busca y rebusca en su cartera a velocidad de tortuga hasta encontrar un monedero de veinte divisiones. Mira en una, no. Mira en otra, tampoco, en la última aparece la tarjeta. La pasan por la lectora, Internet que tarda lo suyo y el ticket que se imprime a velocidad de 1983.
-Esperame un poquito que no encuentro los anteojos- Dice la harpía.
Media hora después esta en condiciones de firmar el ticket, guardar parsimoniosamente la tarjeta y agarrar las bolsas para irse.
La arteria carótida y la vena yugular de un servidor habían triplicado su diámetro pero yo ya me entretenía en poner mis vituallas sobre el mostrador cuando la señora deposita nuevamente las bolsas y me bloquea la salida.
-Es que si no agarro las llaves ahora después, toda cargada, no voy a poder abrir la puerta-
(vieja de m...da si compraste tres cosas locas, dije para muy dentro de mí).
Busca por acá, busca por allá, encuentra las llaves y se pone a charlar con la empleada.
-Porque la ultima vez casi me fracturo la cadera por hacer equilibrio para sacar las llaves ¿sabes?...-
Por suerte la cajera no sabía ni quería saber..
Aunque usted no me crea, logré pagar y salir de allí sin ataques cardíacos.
Cargo mis cuatro bolsas no biodegradables pero verdes y con el símbolito y enfilo para casa, cinco cuadras en total.
Mas o menos a mitad de camino un taxista para y me pregunta por la calle Australia. Lo miro y miro al pasajero, un turista que seguramente no conocía el idioma ni el lugar y menos la famosa falta de honestidad de los taxistas.
La sopapita en el parabrisas hablaba de un GPS escondido y la pregunta por obvia era sospechosa. Pero le contesté bien, va mal rumbeado, le dije, debería ir para allá, el primer semáforo, pero le conviene dar la vuelta a la manzana porque por allá son todas contramano. Australia es Benito Quinquela Martín hace años y hay sólo un tramo que conserva el nombre.
Ni gracias, ni nada, se va para donde le dije que no fuera y seguramente pulsando el botón escondido del TikiTiki que le suma fichas a sus viajes.
Pobre turista.
Llego a casa y veo en el portero eléctrico a una señora de unos 30 años con la que parece su hija de tan solo 12. Primero dudo en abrir la puerta para evitar una fea sorpresa, pero cuando escucho 
-"Ya bajo Beba. ¿No está el portero?"- le digo -"Yo le abro, dígale que no baje"-
Paso todas mis bolsas a una sola mano y con cierto esfuerzo saco mi super llavero y abro con diestros movimientos de manco honoris causa. Claro, la otra está también casi sin circulación por el peso.
Pasa la señora, pasa la chica, ni buenas tardes, ni muchas gracias, ni menos. 
Cuando estoy por cerrar, aparece mi vecina del quinto y le sostengo la puerta con el pie, mientras soporto las bolsas en una mano y manejo las llaves con total cancha y espamento en la otra.
Pasa.
Cierro la puerta con llave como regla de seguridad que todos deberían respetar y me dirijo a los ascensores que son dos. Uno estaba abajo y el otro en el último piso.
Las "chicas" abren la puerta, se meten y mientras estoy llegando con mi carga nuevamente repartida en dos brazos faltos de irrigación, me cierran la puerta en la cara y se van.
Ni buen día, ni gracias, ni te esperan.
Aunque estés cargado.
¿Será que me ven la cara de dobolu?

Día dos
Seguramente unos cuarenta minutos mas o menos.
Compras en el super, carrito, señora. La miro, me mira, es otra pero no me importa. Antes que pueda poner primera, lanzo el carrito con todas mis fuerzas hacia la caja rápida bloqueándole el paso. En el trayecto la ruedita posterior izquierda le pasas sobre un juanete de su pie derecho. Mientras se queja y me insulta, alcanzo al carrito y comienzo la descarga sobre el mostrador de la cajera.
Como lo hago muy rápido, una vez terminado vuelvo a poner todo en el carrito y comienzo a sacarlos otra vez.
Retrocedo un paso y le piso el otro juanete a la señora  para nivelarla. No para de insultarme. El guardia de seguridad se acerca pero parece pensar que la revoltosa es la señora y la intima a callarse o retirase del local. La piso de nuevo.
Cuando el cajero termina de pasar todas mis cosas y ponerlas en bolsas, las pongo bloqueandole el lugar a la señora que ya empieza a pegarme patadas. Saco una tarjeta para pagar. El cajero me dice que las del videoclub no sirven, le doy la de la gomería, el pase de subterraneos, la credencial del club, la tarjeta de la biblioteca del barrio, el carnet de conducir, la cédula, hasta que al fin encuentro la de débito automático. La pasa por la maquinita y media hora después cuando ya se han juntado veinte personas en la fila, la muy turra le dice que no tengo fondos disponible. Y claro si en ese banco dejé de operar en el 2001.
Al final me canso de ser tan divertido y le pago en efectivo no sin antes mirar con superioridad a quienes debieron esperar su turno tras de mi en esa bendita fila.
Me voy para casa y a mitad de camino me para un tachero. Que dónde queda la calle Herrera. Lo miro por lo obvio de la respuesta. Una cuadra a la derecha. Observo la sopapita del GPS pegada en el parabrisas. Miro al pasajero, un turista, japonés por lo que sé, no me pregunte cómo lo sé, debe ser por la vestimenta. Lo miro y le hago la señal internacional de "cuidado", es decir dedo índice bajo el párpado del ojo derecho realizando un movimiento descendente que abre un tanto el órgano de la visión como diciendo "Guarda que te están afanando" o simplemente "ojo". El tachero finge que no me vio y le doy milochocientas indicaciones erróneas que de seguirlas al pie de la letra terminaría allí donde los pingüinos no gobiernan. Arranca semi-enojado pero no logra hacer cincuenta metros que mi señal da resultados y veo al japonés descender a grito pelado y en su idioma materno.
Sigo adelante contento pero a contramano para que no me alcance el chofer.
Llego a casa y en la puerta, frente al portero eléctrico, veo a una parejita de jóvenes a quienes les están diciendo "Marita, Nacho, espérenme queridos que ya bajo a abrirles".
Paso todas las bolsas al brazo bobo y con la mano avezada en estas lides llavereo un rato hasta abrir la puerta. La chica alcanza a decirme - Señor, ¿no nos dejaría entrar? ya bajan a abrirnos- A lo que respondo que no, que hay medidas de seguridad del edificio y que si se quedan encerrados que quién va a abrirles y que pin y que pan, mientras le voy cerrando de a poquito la puerta en la cara. Antes de culminar mi maniobra veo que llega la vecina del octavo y apura un poquito el paso para alcanzarme antes que cierre del todo la puerta. La miro con simpatía y se la cierro con fuerza en la cara. 
Con llave. 
Doble vuelta.
Corro raudamente hacia el ascensor que me está esperando para llevarme a mi piso, donde al fin podré desensillar y hacer que la sangre vuelva a circular por las venas de mis manos.
Que pena, que tengan que pagar los justos por el accionar de los pecadores.
Taluego.

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NINGÚN TEXTO ES ANÓNIMO.

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El artículo Justos por pecadores fue publicado por OPin el miércoles, 10 de noviembre de 2010. Esperamos que le sea de alguna utilidad o interés. Gracias por su visita y no olvide dejar su comentario antes de partir. Hasta el momento hay 13 comentarios: en el post Justos por pecadores

13 comentarios:

  1. Es ud genial, me hizo reir, tanto con su sufrimiento, como con su venganza.
    Ya tiene asegurada una plaza en el paraíso. De las flores del jardin de las delicias, me encargo yo.

    Un abrazo que cada día le admira más.

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  2. Que buena Analogia te mandaste, con temor a equivocarme de palabra y no sea analogia precisamente...
    Particularmente, el primer dia es un tipico dia mio en el chino de enfrente, aunque siempre parece ser solo el primer dia. Obvio, vuelvo con ira contenida, puteadas a rolete y ganas de pegarle a todo...
    Despues, la anecdota del super me recuerda a mis viejas epocas laburando de cajero, donde la gente se peleaba en una filita de tres personas, donde apenas arrancaba aprendiendo y mas de uno se iba a quejar por mi aparente "parsimonia".

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  3. Che, desde ayer que quiero comentar y no puedo.

    A la vieja del super, yo me habrìa hecho el choto, y "sin querer", le piso el juanete. Y listo.

    A los otros no sè, nunca vivì en edificio. Debe ser jodido.

    Un abrazo.

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  4. Doña Noah: La primer parte es real mientras que la segunda es lo que uno quisiera hacer para no sentirse tan maltratado.
    Muchos dicen que a cada chancho le llega su San Martín, pero por las dudas , por si no le llega a esta gente, me tendré que ocupar yo mismo;)
    Un cariño.

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  5. Lic-Jasper: Amigazo, su paciencia debe ser admirable. Yo recuerdo haber estado a punto de enojarme con un cajero por lo lento que era y resulta que el muchacho tenía una operación de cabeza y se estaba recuperando. ¿No era usted no? Ja Ja.
    Un día tengo que hacer un post con el tema de los tiempos. ¿Sabía que Otis, el de los ascensores calculó la frecuencia necesaria para que la gente espere sin enojarse? Parece que podemos esperar el colectivo una hora pero el ascensor 30 segundos es mucho.
    Un abrazo.

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  6. Don Gaucho: Usted está tan cansado como yo. Ayer escribí tres veces el post porque Blogger me borraba lo escrito pero me decía "guardado".
    Ayer, le confirmo, Blogger andaba para el ort.

    Yo a las señoras les hago mimos ;) los juanetes son zonas muy sensibles como para andar embromando...
    Un abrazo.

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  7. Anoche leí su texto en un centro de trabajo. Lo hice tras un concierto genial de Quique González, cantautor. Llegué de madrugada y me puse con usted y sus variantes tan literarias y ajedrecísticas. Mal hecho porque si uno trabaja no debe echarse al monte de la diversión lectora. Me recordó que tengo que ir al supermercado... que tengo que utilizar alguna tarjeta para pagar. Y me anoté, en mi memoria de estar por casa, que tengo que comentarle, para agradecerle, como suele suceder, sus palabras que me han hecho disfrutar, que reí anoche, pese a estar a punto de dar una charla a los compañeros de un turno de noche acuciados por un montón de problemas laborales. Pero era un momento de soledad frente al teclado, mientras esperaba la hora, mientras cogía fuerzas para hablar, y recolectaba alegrías y palabras de su huerto para poder ofrecer algo de lo mejor...

    Es un placer leerlo, es un hecho cada vez menos insólito encontrar algo tan interesante... Porque unas veces nos cuenta verdades como puños, y otras, las más... nos hace reír con sus ficciones, o situaciones. Con usted, amigo, uno aprende y se divierte y piensa casi por igual.
    Pero mis sensacionales sensaciones de anoche, son las mismas que tengo ahora, mientras le comento. Porque cuando no ofrece una entrada nueva, siempre hay un texto antiguo al que recurrir, o un cuentito de los suyos, que ya son nuestros, o un poco nuestros...

    Madre mía, amigo... creo que me he extendido demasiado, tanto, tanto... que acabo de releerme y ya no sé si estuve en un concierto donde lo leí, si compré en un supermercado en cuanto bajó el telón el artista... si trabajé, si leí durante un receso antes de la charla al turno de noche... ya no sé, no sé... Pero vamos, escribir aquí, y en nuestros sitios acordados, es un sumo placer. Las letras salen solas. Y llegan solas...

    Un abrazo,

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  8. Don Mario: Me ha dejado intrigado pero con indicios suficientes como para alardear de algún don similar al deductivo de Sherlock Holmes. ¿Tal vez anda usted vistiendo ropajes de gremialista o es un educador free lance con orientación vapiresca que debe someterse a trabajar cuando el sol se oculta?
    Como sea, una alegría que mate el tiempo que ya estaba muerto para leer mis desventuras cotidianas y que las mismas le refresquen la memoria de comprar las vituallas y de pagarlas con alguna tarjeta que tal vez sea de un gremio.
    No se desvele tanto, en ambos sentidos, y disfrute de la bendición que dios le ha dado con un supremo dominio de la palabra.
    Un abrazo trasnochado.

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  9. Me siento totalmente indentificado. Y hay tantas situaciones parecidas, como cuando despues de una larga cola en el super, justo el que esta antes que nosotros no le pasa la tarjeta, o cuando uno se mete en una cola porque hay un señor con cara de inocente y dos botellas en la mano y justo, cuando le toca a él aparece su esposa con un chango cargado hasta el techo del super...delicias de la vida ciudadana

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  10. Don Carlos: Que gusto tenerlo por acá. El ser humano es complicado hasta en sus esperas. Como comentaba más arriba, la firma Otis debió estudiar la frecuencia de los ascensores en los edificios, esto es, calcular cuantos harían falta para no superar el tiempo de espera aceptable por el típico usuario del edificio en cuestión. El mismo usuario que puede esperar media hora un colectivo sin chistar, pero al ascensor ni diez segundos.
    Creo que en el super uno es así porque viene mal predispuesto y somos intolerantes con quienes no muestran consideración ni empatía. A mi con que me miren y me digan "disculpe" ya me banco cualquiera.
    Un abrazo.

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  11. Como le dije, amigo Opin, siempre chusmeo sus blogs. Y es cierto lo que dice al final de su respuesta, con un disculpe alcanza para que a uno le cambie el humor.

    Saludos

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  12. Hola amigo, socio y no sé cuántas cosas más...
    Hoy le escribo triste. Y no pongo ninguna coma de más ni de menos antes de este punto y seguido. Porque mi blog ha desaparecido, no lo entiendo. Y mi cuenta de gmail asociada a él, también.
    Así que ni cuenta de correo-e, ni blog ni nada. Y, la verdad, con lo que me cuesta... dudo que levante otro espacio para mis palabras. Así que ahora, de aquí en adelante, y tras un par de cafés negros y una noche en blanco, publicaré como anónimo o como Mario, pero sin blog. Y de aquí a un tiempo, cuando ánimos y fuerzas se arrimen a mí, recorreré el camino y me pondré letras a la obra.

    No sé qué ha podido suceder. Y no sé qué va a suceder.

    Bueno, sólo tenía que avisarle... venir hasta aquí, y hasta Noah, y ya... ahora me toca manifestarme con mi empresa y una jornada reivindicativa en lo que haga lo que haga, tendré parte de mi enfado enfocado en el triángulo Bermudezco por el que mis letras han desaparecido.

    Un abrazo.

    Mario

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  13. Don Mario. Que suerte que todo ha sido solo un mal entendido y que su blog goza de buena salud. Solo le recomiendo haga los backup necesarios para evitarse estos malos momentos y así poder reabrir su blog en donde mejor le parezca y cuando quiera.
    Vamos, que no hay que dejarle a Blogger todo el poder.
    Un abrazo.

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-¿Qué somos?, ¿Adónde vamos?-No tenemos la más pálida idea.
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Eso sí, hablamos en primera persona del plural de nosotros mismos. Algo raro teníamos.

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