Una tarde de domingo llegué con mi bicicleta de paseo (la negrita) y la estacioné al comienzo de las escalinatas del monumento que custodia la Ortoberfest desde hace décadas.
La estatua de Bavaria.
Como muchas estatuas de bronce su interior es hueco y permite hacer una visita, si se tiene suerte y no más de dos personas por vez.
Nosotros éramos dos y la puerta estaba abierta.
En las artes plásticas, la estatua colosal en bronce ubicada en la Theresienwiese de Múnich es la representación más famosa y también la más monumental de Bavaria. Fue erigida por encargo del rey Luis I de Baviera (1786-1868) en los años 1843-1850 y constituye una unidad con la edificación de la Ruhmeshalle. Cumple 170 años. Representa una proeza técnica en cuanto a estatuas de bronce. En la cabeza de la estatua hay una plataforma de observación para dos personas, accesible por una escalera de caracol, que ofrece una espectacular vista del paisaje.
Superando la incomodidad del lugar y la escasa visión por los agujeros creados a tal fin, es curioso poder decir -yo estuve dentro de esa estatua- porque muy pocos la visitan. No, no es la Estatua de la Libertad. Es más chica.Cuentan que en la juventud del príncipe Luis I, se manifestaban las ambiciones de poder de Napoleón I de Francia, por un lado, y de Austria, por el otro. La casa real de Wittelsbach era entonces apenas un juguete de los dos grandes poderes. Y esto prosiguió hasta 1805, en que Napoleón "libera" a Baviera y pone en el trono a Maximiliano I de Baviera con el título de rey. Durante todo ese tiempo se sucedieron múltiples guerras en tierra bávara, situación que se prolongó hasta la batalla de Leipzig en 1813.
En este contexto, el príncipe heredero Luis se hacía ideas acerca de una "Baviera de todas las tribus" y de una "gran nación alemana". Esto le motivó a imaginar varios proyectos edilicios y artísticos de monumentos nacionales representativos. Tras su ascenso al trono en 1825, mandó construir el Walhalla en Ratisbona, la Ruhmeshalle en Múnich y la Befreiungshalle en Kelheim, todas financiadas de su propio presupuesto; con todas ellas procuró representar una unidad política y artística, única en Alemania. Soñaba con convertir a Múnich en la "Atenas del Isar".
El todavía príncipe heredero convocó a un concurso de ideas en 1833 para una edificación en la Theresienwiese, que "no podía ser copia del Walhalla, ni del Partenón", con lo cual se sugería utilizar otro estilo arquitectónico o bien un diseño imaginativo. En los proyectos presentados se planteó una especie de lucha entre el clasicismo grecorromano y el romanticismo que abrevaba en la Edad Media. Finalmente, en 1834 se decide, por motivos económicos, dejar a un lado los proyectos de Friedrich von Gärtner, Joseph Daniel Ohlmüller y Friedrich Ziebland, y se encarga a Leo von Klenze la construcción de la Ruhmeshalle; del mismo le impresionó la estatua colosal, nunca más vista desde la Antigüedad.
La Bavaria mide 18 metros y, por lo tanto, se garantiza que será la niña de Munich más grande. Una escalera de caracol conduce a la cabeza de la escultura, después de 127 escalones se tiene una vista única de Theresienwiese y los distritos vecinos. Afortunadamente, éramos dos, porque ni siquiera puedo imaginar lo que es tener que compartir un espacio pequeño y estrecho con otras personas. Recomiendo encarecidamente a los claustrofóbicos que no escalen. Pero la vista lo compensa todo.
La cara por dentro |
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