jueves, 2 de febrero de 2017

Cuento - Hormiga metálica

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Malena es una dulce.
Un bombón de chocolate relleno de dulce de leche. Un alma tierna en un envase que da para el malentendido. Porque Malena es una de esas chicas que tienen mucho de atrás y otro tanto de adelante, es decir un culo tremendo y unas tetas colosales. Claro, suelen ser indicios mal interpretados para alegría de Malena, que disfruta del placer como cualquiera. Pero le insisto, ella sigue siendo un almita pura sin necesidad de ir a ninguna iglesia. Sin maldad, si usted me entiende.

Por lo tanto, cuando se compró el autito nuevo no se le ocurrió mejor idea que publicarlo en la red social de la manito con el pulgar arriba. Era simple alegría de haber alcanzado un objetivo que le producía felicidad. Casi dos años pagando la cuota y licitando sin éxito la habían llevado a la adjudicación del auto una vez que lo había pagado por completo. Pero qué feliz que estaba ! Lo primero que hizo fue sacarle una foto a su carroza amarilla, si, amarilla para no pasar desapercibida y para atraer a la buena suerte y la subió a la Red con un texto que decía:

-Autito nuevo !!! Hoy estoy re-re-feliz :) -

De los trescientos veinticuatro amigos de su lista, cinco le marcaron un "Me gusta" , cuatro la felicitaron con un "Que lindoooo, me alegro por vos queridaaaa" mientras que su cuñada Rosa fue la única que le escribió algunas líneas un poco más elaboradas.

-Que suerte Malena - le puso - Era hora nena. Nosotros nos compramos el BMW de este año. Claro tuvimos que vender el Audi, pero nos quedamos con la Cayenne. Qué te compraste querida? En la foto no se ve muy bien. Es un Porsche Boxter?-

Malena, con toda su inocencia de adulta contestó con un "Me gusta" y trató de recordar de que marca era su modelo QQ recién rodado.

Ella nunca le preguntaba nada a nadie que no quisiera ser interrogado. No le gustaba esa mecánica de chismoso aburrido que primero ostenta y luego pregunta para menospreciar al otro. Prefería invertir ese tiempo en disfrutar su propia vida.

Claro que le gusta contarle a quien le preste oídos sobre la emoción que había experimentado al entrar en su primer auto 0km. Del olorcito a nuevo que lo invadía todo. De hacer los primeros metros para salir de la concesionaria con el temor del que no conoce los comandos, el recorrido del embrague o del freno de su impecable hormiga metálica. Esa hormiga que en medio del embotellamiento de media tarde avanzó por el sendero apretujada entre tantas otras obreras a paso de hombre  hasta llegar a la estación de servicio más próxima porque, aunque haya pagado millones, la concesionaria siempre entrega los rodados con tan sólo cinco litros en sus tanques de nafta.

Pequeñas aventuras que Malena también quisiera compartir con alguien más, preferiblemente alguien que no intente declarar su superioridad valorizando sus logros en una balanza arreglada.

Malena no era muy "tuerca" que digamos. Había aprendido a estacionar de oído, es decir avanzando marcha atrás hasta escuchar el sonido de vidrios rotos. Pero esa técnica ya era parte de su pasado. Su QQ vino provisto de un aparatito que emite un bip-bip que según lo rápido que suena le avisa que ya está por romper los faros de otro vehículo, o todavía falta un poquito más.

Lamentablemente adelante no cuenta con el mismo dispositivo y más de una vez ha empujado a cuanto auto se encontrara detenido en un alto mientras ella se maquillaba por la mañana. No es fácil delinearse los ojos sin que el vehículo se le vaya un poquito para adelante. Por lo general una sonrisa y una disculpa bastaban para cerrar el tema hasta el próximo semáforo.

Pero no entienda mal, Malena es una conductora responsable. Nunca habla por teléfono mientras maneja. Cuando le suena el móvil, toma una de dos decisiones, o no atiende o se detiene a hablar inmediatamente. No importa si es una calle poco transitada o la vía rápida de una autopista, ella pone las luces intermitentes y detiene el auto donde sea para así poder hablar con toda tranquilidad.

Cuando estrenó su registro contaba con un Fiat Uno con más de veinte años de mecánica averiada. Su problema por entonces eran los cambios... de todo tipo. Ponía primera marcha y seguía así hasta el destino. Nada de embrague, nada de cambios. Incluso pensó en comprar uno con caja automática, pero por suerte entendió que los Fiat Uno no la traen de fábrica. Luego se resistió a los cambios de carril. Subía a una autopista o ingresaba a una avenida de múltiples vías para quedarse por siempre en la misma por la que había entrado. Nada de guiño y cambio de sector. La espalda separada cinco centímetros del respaldo, los ojos fijos en el camino y ambas manos aferradas con las uñas al volante del pequeño vehículo. Y siempre siguiendo la misma huella sin importar que un camión doble acoplado se le pegara detrás con las luces altas y la bocina tronando, ella no cedería un tranco de mosca hasta tanto no llegase a destino.

Por entonces conducir se le había hecho una actividad un tanto estresante. Pero ahora no, ahora la disfrutaba un poco más. Había aprendido a manejar con taco aguja, a mirar por los espejos sin necesidad de maquillarse, a retraer el respaldo para que sus tetas no se vieran presionadas por el volante y a acomodar su hermoso culo en un asiento que respetara sus voluptuosas formas.

Su nuevo autito estaba hecho para ella. Era una hormiga culona argenta con el pelo teñido de amarillo, los ojos siempre asombrados y una sonrisa permanente en los labios, a la que ya sabía que sólo había que revisarle el aceite, el agua, el líquido de freno, el de la dirección hidráulica y la presión de aire de los neumáticos. Lo que se dice, una chica de bajo mantenimiento. Y todo ello lo hacía en la estación de servicio cuando llenaba el pequeño tanque y les regalaba a los empleados una sonrisa deslumbrante. Había notado que si vestía su musculosa turquesa y las calzas negras, el servicio, si bien se demoraba más, era mucho más completo que cuando iba simplemente enfundada en sus jeans y remera holgada.

Sentía que se aproximaba la hora de cumplir su sueño de recorrer todo el país de norte a sur con un autito nuevo. Era la oportunidad de hacerlo con la tranquilidad de que todo funciona bien y no ocurrirán averías inesperadas. Iría hasta La Pampa, de allí a Neuquén por la ruta del desierto, los Siete Lagos, San Martín de los Andes, Bariloche, El Bolsón, Lago Argentino, Ushuaia y vuelta a subir por la costa. Ya no le gustaba mucho la idea de hacerlo todo junto, pero después iría a Córdoba, Mendoza y San Luis. Más al norte no, porque no soporta tanto calor.

Sin embargo por ahora tenía que soñar con usarlo en vacaciones acordes a los cinco días que le correspondían en el trabajo. Eso sin considerar que el esfuerzo de pagar todos los impuestos del auto más el garaje que se merece y el seguro que le obligan a tener, le dejan poco margen para el gasto. Era posible incluso que necesitara  tomar algún trabajo adicional para poder mantener su soñado rodado.

En eso andaba pensando cuando notó que la dirección tiraba para un lado, se ponía dura y el auto parecía mover la trompa en un sube y baja interminable. Había pinchado un neumático delantero. Lo supo incluso antes de bajarse y verlo. Lo que sí la sorprendió fue el percatarse de que no sabía dónde estaba el cricket, la llave cruz y todas esas cosas que usaba su papá en esos imprevistos momentos. Lejos de sentir que no podría hacerlo Malena siguió las indicaciones aprendidas desde chica. Sacó el triángulo de alerta y lo colocó varios metros atrás, aún cuando estaba contra el cordón y bastante bien estacionada. En la maniobra descubrió una gaveta oculta donde se encontraba el cricket y la llave cruz que era más parecida a una jota que a una equis. Entusiasmada con el descubrimiento  se dispuso a sacar la rueda. Colocó la llave en cada bulón y con una patadita sin taco aguja los aflojó uno por uno con natural alegría. Una vez completado el juego de cuatro se dispuso a colocar el gato en la ranura correspondiente y comenzar a girar la manivela.

Sabía que debía recordar algo del seguro. Algo que el agente le había comentado a la hora de contratarlo.

Levantó el autito y con mucho esfuerzo retiró la rueda de su lugar. El problema era que no sabía dónde se encontraba la de auxilio.
Tomó un poco de aire. Observó sus manos de manicuría totalmente destruidas en el esfuerzo y se abocó a buscar el manual del vehículo para descubrir a la huidiza cubierta de recambio.
Allí estaba absorta en su apurada lectura cuando sintió que alguien le golpeaba la ventanilla.

Si bien la zona no era como para preocuparse se sintió sobresaltada al extremo de tener palpitaciones. Pero del otro lado de la ventanilla se encontraba un muchacho casi de su edad, bien arreglado y con una sonrisa capaz de alegrarle el día a cualquiera.

-No te asustes - dijo retirándose un poco y mostrando sus palmas vacías- quería saber si te puedo ayudar en algo. Parece que lo tuyo no es la mecánica, no?

Malena sonrió relajada. Seguramente el haber luchado con la rueda mostrando su culo monumental enfundado en calzas había disparado un automático llamado a la solidaridad.

-Me podrás ayudar ? No puedo encontrar la rueda de auxilio - dijo Malena con una sonrisa provocadora y leve mohín de su cabeza-

-No hay problema. Yo de esto sé bastante. - se pavoneó él - Fijate que este modelo es de 1083 cm3 y tiene cerca de 64 cv. Motor delantero de cuatro cilindros, máxima de 140 y un consumo de 4,4 litros cada 100km. Una belleza de autito dentro de los de su rango. Claro, yo no me compraría uno, son para minas, jeje... disculpame, para chicas quise decir...

Pero Malena sólo quería saber dónde se encontraba la rueda .
-¿Y el auxilio?

-Ah, si, abajo de la alfombra del baúl supongo. Abajo no tiene jaula. Debe ser de un rodado más fino, porque hay poco espacio...pero te alcanza como para llegar hasta una gomería...para usar en la ruta no...

-¿Me ayudás?

-Claro, como no...Fijate, ves? acá está...

-Genio !!! Hay, que suerte que te encontré. O me encontraste...

-Cierto, no? Es como el destino...

-Si...

-En serio. Una suerte...

-Justo que necesitaba a alguien con fuerza, llegaste vos...

-Si, se te veía muy complicada con este tema...

- Y...si...No es para chicas, o minas como decís vos, esto de cambiar las ruedas. Mirame cómo me quedaron las manos...

-Huy, que feo. No , perdoná. Que pena ! Querés lavarte? Acá hay una confitería muy linda. Te puedo invitar a tomar algo, digo...si no tenés problema...No vayas a pensar que te quiero levantar, es una cuestión de solidaridad -sonrió- cómo te voy a dejar acá sola ¿no?...

-....-

-No, está bien. Te entiendo. Dejá... Que boludo.

-No. Es que pensé que me ayudarías a cambiar la rueda...

-¿Que la cambie yo?...¿No tenés seguro?

-Si, ¿y?...

-Que si llamás al seguro te mandan el camioncito del gomero y te la arregla acá mismo.

-Mierda! ¡Qué boluda que soy! - explotó Malena dando una patadita en el piso -Yo sabía que algo me habían dicho...

-Por eso. Para qué me voy a ensuciar esta ropita tan linda y limpia que me puse hoy para conquistarte si podemos llamar al especialista y mientras lo esperamos nos tomamos algo calentito acompañado de alguna cosa rica en aquella confitería...

Él remarcó cada palabra para hacerle saber que no era ni lerdo ni estúpido. Que lo único que quería era retenerla un poquito más. Tener la chance de conquistarla con cualquier cosa que sirviera. Quería que entendiera que además de su espectacular culo y colosales tetas, lo que más le había llamado la atención era esa voluntad de hacer aquello que uno no esperaba de ella. De ensuciarse las manos sin depender de la ayuda de nadie. De ser una verdadera mujer independiente dueña y señora de su propio autito.

Él no sabía aún que Malena además es una dulce. Un bombón de chocolate relleno de dulce de leche.
Aunque ella sí sabía desde un principio que su hormiguita metálica, de una forma o de otra, le iba a traer buena suerte.

OPin 2014


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