Nunca he de olvidar la epifanía que alcancé el día que pude relacionar cada bit de una palabra de computadora con las entradas/salidas de las compuertas de la unidad de procesamiento. Ese lenguaje de máquina oculto en el microprograma y que constituía el nexo entre el software y el hardware. Fue como descubrir el mecanismo del reloj oculto tras la caja. De pronto cada instrucción, cada dirección y cada dato tenían sentido a nivel físico interrelacionando un concepto abstracto con la electrónica que debía hacer algo con él. Cada válvula, cada transistor, cada diodo de programación ROM tomaba otro sentido y hasta el bit de memoria se hacía tangible en la forma de un toroide ferromagnético atravesado por un alambre.
Para muchos de nosotros la computadora se ha convertido en una caja que siempre responde y nos sentimos especialistas simplemente por operar a nivel hombre máquina, con sistemas de usuario cada día más APB (A Prueba de Boludos). Es como el fanático de Internet que desmerece el funcionamiento de los teléfonos porque siempre andan, le conectes lo que le conectes. Supone que deben ser simples, pero desconocen que la ingeniería está allí donde el usuario no nota que está siendo utilizada. El que en una línea telefónica se pueda conectar cualquier equipo y que siempre funcione obedece al cumplimiento de miles de tratados y protocolos que cubren todas las posibilidades.
El problema radica en que en la medida en que las computadoras se hacen más poderosas y eficientes, nos alejamos de la posibilidad de comprenderlas analógicamente, digamos, de manera táctil.
Las primeras computadoras eran muy limitadas, complejas y lentas, pero todos los conceptos estaban allí, a simple vista del técnico o el ingeniero. Era la carpintería antes del edificio. El elemento táctil antes de entrar en la era de la miniaturización y el circuito integrado, que ya no nos dejaría ver el proceso y nos obligaría a imaginarlo.
Para intentar darnos una idea de las limitaciones de la época tal vez alcance con mencionar que para alunizar el módulo Águila en la superficie lunar en 1969, el programa de la computadora de navegación contaba con palabras de 16 bits, apenas 2048 palabras RAM (memoria de núcleos magnéticos) y 36864 palabras ROM (memoria de núcleos cableados) cosa que en papel impreso plegado medía más que el metro sesentaicinco de la líder de programación de la misión Margaret Hamilton.
En Argentina la primer computadora en llegar fue una bautizada como Clementina. Llegó al país el 24 de noviembre de 1961. Su costo fue de 152.099 libras esterlinas (equivalentes a aproximadamente 2.700.000 libras de 2011, o sea cerca de USD 4.500.000), lo que constituyó la mayor inversión realizada en ciencia y tecnología hasta ese momento.
Se trataba del modelo Mercury de Ferranti, una firma inglesa que le ganó la licitación a monstruos como IBM, Remington y Philco de Estados Unidos . El modelo era el sucesor del modelo Mark I que funcionaba a válvulas electrónicas y diodos de cristal de germanio. Con más de 5000 componentes activos y memoria de núcleos magnéticos de 4 KWords (de 10 bits), era más de 50.000 veces más grande que una PC actual..Estaba constituida por 14 gabinetes de 60cm que tenían las funciones de procesador y memoria de trabajo y de 4 gabinetes de cilindros magnéticos con una capacidad total de 64 KWords (de 10 bits), ocupando todo una habitación entera a lo que debía sumarse otra habitación donde se encontraban los 5 racks de fuentes de poder.
Con 18 metros de largo, el equipo requería un gran sistema de refrigeración debido a sus dimensiones y configuración, basada en el uso de válvulas. Pionera en su clase, fue la primera computadora científica y fue utilizada por el Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Como era común en las primeras computadoras, carecía de monitor y de teclado. Originalmente la entrada de instrucciones se hacía con un lector fotoeléctrico de cinta de papel perforado, similar a los usados por los teletipos, y los resultados se emitían por una perforadora de cinta a 30 caracteres por segundo, opcionalmente alimentando una teletipo a la velocidad standard de 7 caracteres por segundo. Más adelante se le pudo adaptar un lector de tarjetas perforadas de fabricación nacional, siendo este un método de ingreso de datos más práctico que el original basado en la tira de papel perforada.
El lenguaje de programación utilizado era Mercury Autocode, especialmente desarrollado para este modelo. Sobre Clementina se creó el primer lenguaje de computación argentino, llamado COMIC. Fue creado por Wilfred Duran y estaba adaptado a problemas de simulación socio económicos.
La computadora prestó servicios para varias dependencias del Estado, trabajando en cálculos astronómicos (verificación de los cálculos manuales hechos por el astrónomo ítalo-argentino Francisco J. Bobone sobre el pasaje del cometa Halley en 1904), modelos matemáticos de cuencas fluviales y econométricos, desarrollo en computadora del método de camino crítico (CPM), estudios de mecánica del sólido, problemas lingüísticos y problemas estadísticos. El jefe de mantenimiento fue el Ing. Jonás Paiuk, miembro del Instituto de Cálculo.
El nombre de Clementina surgió de una canción popular inglesa que producían modulando el pitido que emitía la máquina. A pesar de que luego le hicieron modular tangos, le quedó el nombre de esta primera canción.
Clementina siguió funcionando hasta mediados del año 1971, cuando por falta de piezas su mantenimiento se hizo imposible. El 6 de junio de 1971 se publicó en la revista dominical del diario La Nación una nota titulada "Una lágrima por Clementina" que daba detalles sobre el desmantelamiento de la computadora y su reemplazo por otra a comprarse en una nueva licitación, cosa que no ocurrió dado que el proceso licitatorio fue cancelado.
Posteriormente a su desmantelamiento, los restos fueron dispuestos para su eliminación como simples residuos. Tan sólo unos pocos módulos fueron rescatados por personal técnico de la facultad antes de que se los vendiera como chatarra, y aún los conservan como piezas de colección.
En 2011 se conmemoraron los 50 años de la llegada a la Argentina de Clementina. Desde este punto de partida, el Museo de Informática de la República Argentina comenzó un trabajo de investigación y desarrollo de un año y medio para presentar una réplica en escala real del legendario equipo gracias al programa de mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Allí está a la espera de los visitantes que posiblemente la miren con sonrisas irónicas mientras operan la pantalla táctil de sus smartphones. Nunca sabrán de esas sensaciones de logro, cuando el programar o reparar la electrónica era una tarea manual de los aventureros de la informática.
Taluego.
Fuentes: La Nación, Wikipedia y http://museodeinformatica.org.ar/
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