Seguramente usted habrá notado que los políticos de carrera, los politólogos o las personas de buena fe, generalmente al entrar en una discusión intentan fundamentar sus posiciones con argumentos que jamás intentan agraviar al otro. Ésta disquisición facilita la elección de un candidato a la hora de votar, pues por lo general aquellos que no cuentan con la razón de su lado evitan las confrontaciones o debates que pudieran ponerlos en ridículo.
Una característica de los gobiernos populistas, generalmente ineptocracias orientadas a la cleptomanía, es que sus representantes políticos no se encuentran capacitados para ocupar el cargo que se les ha asignado y eso los convierte en personas beligerantes que siempre se encuentran a la defensiva y, como les han enseñado, optan como mejor defensa por el ataque.
Así elaboran una máscara de solidez que no es tal y crean una polarización que en Argentina se dio en llamar "La grieta", una división fomentada por el propio gobierno populista con la finalidad de dividir para triunfar en un maquiavélico uso de la psicología de masas.
Uno no siempre puede encontrar el nombre que se le da a todas aquellas cosas que le molestan, pero un periodista de talla me acercó el término que nombra esa malsana costumbre de no rebatir un argumento, sino atacar a la persona que lo emite.
Eso se llama "Argumento Ad Hominen" y simplemente dice en Latín lo que todos sabemos: que se trata de un ataque a la persona, no una respuesta sobre lo que estamos hablando.
Se trata de un tipo de falacia o mentira (argumento que, por su forma o contenido, no está capacitado para sostener una tesis) que consiste en dar por sentada la falsedad de una afirmación tomando como argumento quién la dice. Para utilizar esta falacia se intenta desacreditar a la persona que defiende una postura señalando una característica o creencia preferentemente impopular de esa persona.
Por ejemplo:
- A: «El Estado no está garantizando las necesidades básicas de todos los individuos».
- B: «Usted nunca tuvo necesidades porque es un oligarca que nunca se ha preocupado por el pueblo, no puede hablar sobre lo que hace o no hace el Estado».
También observamos en esos políticos de poca monta el uso de otras dos variantes de argumentación poco ética.
- Falacia de asociación: se intenta demostrar que algo es falso porque quien lo dice pertenece a un grupo determinado.
-Vos decís eso porque sos Macrista y querés quedarte con todos los negociados.
- Falacia del espantapájaros: se introduce en la conversación un nuevo argumento que no tenga relación, y se lo rebate
-El neoliberalismo es responsable de como estamos. No podemos caer en ese engaño-
Por eso resulta muy interesante y hasta diría primordial, prestar suma atención a la forma en que debaten los políticos. Esa observación nos permitirá descubrir quién está capacitado para ocupar su puesto y quién está ocultando su propia ineptitud.
Argentina ha votado tres veces por candidatos que no otorgaban entrevistas a periodistas opositores. Los mismos candidatos que tampoco estuvieron dispuestos a confrontar en un debate con los otros candidatos. Ambos son síntomas de que temen perder poder o electores debido a que su argumentación básica se fundamente en argumentos de ataque a aquél que piensa diferente.
Y eso nunca cae bien.
Taluego.
Fuente: Wikipedia
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