Tarde pero seguro me vengo a enterar que ser amable no es lo que yo creía. Me confundía con ser educado, gentil y de buenos modales, hasta que leí una nota de mi psicóloga preferida Jennifer y me desayuné con que la característica que tenían mis padres, mi esposa e incluso un poquito yo, lejos de ser considerada una virtud, era una macana que hay que saber controlar.
El término amabilidad tiene su origen etimológico en el latín. Concretamente podemos decir que toma como punto de partida lo que es el verbo amare, que es sinónimo de “amar”, y el sufijo –idad, que es equivalente a “cualidad”.
La amabilidad es la cualidad de amable. Este adjetivo se refiere a aquel o aquello que es afable, afectuoso o digno de ser amado. Por extensión, se conoce como amabilidad a la acción amable: “Tenga la amabilidad de pasar a mi despacho”, “Mirta se caracteriza por su amabilidad con los invitados”.
Pero la macana es que usualmente uno se pone en actitudes excesivamente amables y siempre está dispuesto a entregar todo lo que tiene para ayudar a los demás. Hasta dejamos de vivir nuestras propias vidas para satisfacer las necesidades de quellos a los que amamos. Ponemos al otro por delante de nuestros propios intereses ya sea por mal manejo de las culpas o por ser inseguros y no valorar nuestras capacidades y cualidades personales.
Cuando ponemos en un pedestal a otra persona, en el otro extremo de la balanza siempre estrá la persona amable, que prácticamente se esfuma del escenario de las relaciones sociales convirtiéndose en invisible.
Aunque las personas amables aparentemente no piden nada cambio, en su fuero interno esperan que los otros le recompensen con parte de su tiempo y muestras de afecto. Cuando, por una razón u otra, sus expectativas no se ven satisfechas, la persona se siente muy desdichada.
Como dice el viejo chiste :
Esperar que la vida te trate bien porque seas buena persona es como esperar que un tigre no te ataque porque seas vegetariano
Y el ser amable no nos traerá aparejado un mejor trato de nuestros semejantes.
Dice mi amiga que para evitar ser devorado por el exceso de amabilidad y así desperdiciar nuestras vidas hay que aprender a decir NO y así destruir ese círculo vicioso de hacer todo por los demás, sacarnos de encima la mochila de cualquier sentimiento de culpa que nos hayan inculcado en el pasado. y , finalmente, pensar en uno antes que en los demás.
Puede resultar algo egoista, pero en una sociedad egoista no se trata de otra cosa que un mecanismo de autodefensa.
El amor propio comienza por casa y es hora de dejar de ser amable cuando mucha gente ya ni siquiera lo merece.
Y lo digo por vos, que me estás leyendo. Ja!
Taluego
Tomamos la leche en http://www.rinconpsicologia.com/2014/06/la-amabilidad-que-autodestruye.html
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