Todavía me sorprenden algunas personas que respeto por portación de canas y que aún así llegan a sorprenderme de la peor manera.
El que una persona mayor que yo ignore la existencia o utilidad de elementos vitales en el desarrollo de la inteligencia humana me pone del tomate, me hace saltar la térmica y cuando ese nivel de locura me asalta es cualdo pierdo los estribos, me dan ganas de sacarles los ojos con una cuchara y metérselos por el culo de tal forma que requieran de un proctólogo para poder volver a ver.
Einstein, Von Braun o, para hacerla corta, cada uno de los matemáticos , ingenieros, físicos y hasta estudiantes secundarios del pasado han usado una herramienta simple y accesible que les permitió realizar cálculos complejos antes de la invención de la maravillosa calculadora electrónica.
En mi caso particular, tan solo he usado dicho elemento por dos o tres años y aún lo guardo con respeto , admiración por el ingenio humano , aunque se encuentre en muy malas condiciones (el dispositivo, no el ingenio humano). Ya en 1973 la firma Fate introdujo en el mercado la calculadora electrónica microcifra y en la escuela comenzamos a abandonar la regla de cálculo y a apretar los botones de la calculadora digital.
En los primeros años los profesores tenían cierto rechazo natural al cambio y solo permitían las reglas de cálculo en los exámenes, pero pronto fueron perdiendo terreno ante la facilidad de uso que presentaba el nuevo artilugio. Claro que hasta tanto todos los alumnos no contaran con calculadora el uso de ella implicaba una ventaja que no había que dar. Despues de todo la escuela era donde uno aprendía a usar el cerebro.
Por eso me parece hasta ofensivo que alguien mayor de 55 años no sepa qué es una Regla de Cálculo.
Como su nombre lo indica, ésta regla no es otra cosa que un instrumento de cálculo que dispone de varias escalas numéricas para facilitar la rápida y cómoda realización de operaciones aritméticas complejas, como pueden ser multiplicaciones, divisiones, obtención de raíz cuadrada , uso de logaritmos, etc.
Los inicios de la regla de cálculo son bastante confusos. Todavía a principios del siglo XX se barajaban tres o cuatro nombres como inventores. Tras muchas controversias, la opinión de los historiadores es que fue inventada entre 1620 y 1630, pocos años después del descubrimiento por John Napier del concepto y propiedades de los logaritmos naturales en 1614, y una vez que se realizó su conversión a la base decimal por Henry Briggs en 1617.
Edmund Gunter fue el primero que expuso los logaritmos en una escala lineal. Esta era la famosa línea de Gunter, dada a conocer en su libro Canon triangulorum, que publicó en Londres en 1620. Y hacia 1621 William Oughtred –el gran matemático inglés de la época y amigo de Napier, al igual que lo eran Briggs y Gunter–, yuxtapuso las escalas de dos líneas de Gunter, ideando así la regla de cálculo actual, tanto en su versión lineal como circular. Pero Oughtred era un profesor de matemáticas riguroso, que pretendía que sus alumnos aprendiesen a razonar y conociesen a fondo la disciplina, no que se distrajeran con la utilización de artilugios mecánicos, de modo que durante mucho tiempo reservó el ingenio para su propio uso, sin darle publicidad.
Pero uno de sus discípulos, Richard Delamain, tuvo conocimiento del hecho y fue el primero en publicar información relativa a una regla circular hacia 1630, atribuyéndose el invento, de lo que derivaron enconadas disputas sobre su prioridad con Oughtred, quien pasó a otro de sus alumnos, William Forster, sus notas sobre el particular, escritas en latín, para que las diese a conocer. Forster las tradujo al inglés y en 1632 apareció la obra titulada The circles of proportion and the horizontal instrument, incluyendo al final de la misma una Apologeticall epistle en la que Oughtred respondía a los ataques de Delamain, al tiempo que le criticaba.
Todos estos instrumentos matemáticos se utilizaron preferentemente en tareas prácticas de cubicaje y aforo de mercancías, tanto por los comerciantes en maderas, cereales, vino, aceite, etc., como por los funcionarios de aduanas y fielatos encargados de cobrar cánones por ellas. También encontraron aplicación en la navegación marítima, aunque casi exclusivamente en Inglaterra, donde no sólo se realizaron las invenciones más importantes con ellas relacionadas, sino que además existían bastantes artesanos capaces de fabricar instrumentos de cierta precisión (como los Allen, los Brown o Henry Sutton), que trabajaban en estrecho contacto con los inventores y realizaban los prototipos y las sucesivas copias.
Las peculiaridades del sistema de medidas inglés puede que tuviesen bastante que ver en esta falta de difusión. Hay que esperar a los principios del siglo XIX para que la regla de cálculo empiece a ser ampliamente conocida en Francia, y luego en Alemania, y a los comienzos del XX para que se convirtiese en instrumento de uso profesional y estudiantil muy generalizado.
En lo que a la concepción de los aparatos se refiere, la actividad creadora fue incesante en los tres siglos y medio de vigencia que tuvieron. Muchas de las ideas y propuestas no pasaron de la teoría o de la construcción de un prototipo, pero hubo algunas que lograron una cierta implantación. Las primeras reglas de composición integrada, similares a las actuales, fueron fabricadas por Seth Partridge en 1658.
La idea del hilo como parte integrante de estos instrumentos nomográficos, probablemente fue expresada por primera vez por Newton en 1675, aunque el cursor como tal fue desarrollado por John Robertson en 1775. Thomas Everard incorporó una escala inversa en 1683. Su regla tuvo bastante difusión, como también la tuvo otro modelo para carpintería desarrollado por Henry Coggeshall en 1677. Ambos instrumentos eran de madera, pero bastante toscos y poco precisos.
Hacia 1779 James Watt y Mathew Boulton modificaron, para sus propios trabajos con la máquina de vapor, reglas de cálculo fabricadas por John Rowley, mejorando la división de las escalas y la precisión del aparato, que terminó siendo conocido como tipo Soho, por el nombre de su factoría de Birmingham. Esto difundió el uso del instrumento entre los ingenieros mecánicos.
La idea de las escalas doblemente logarítmicas (que permiten realizar operaciones de potenciación y de extracción de raíces con cualquier exponente, positivo o negativo, de una sola vez) la propuso inicialmente Peter Mark Roget en 1815, pero cayó en el olvido, para ser luego reinventada varias veces, al menos, por J. H. Thomson en 1881, por John Perry en 1901 y por Hubert Boardman en 1933. Su incorporación a las reglas comerciales no se produjo hasta bien avanzado el siglo XX.
La utilización de las dos caras de la regleta para la realización de cálculos (sistema dúplex) fue patentada por William Cox en 1891, siendo fabricada por la empresa norteamericana Keuffel and Esser.
Las reglas de cálculo cayeron en desuso con la popularización de la calculadora electrónica. En ingeniería, sucedió fundamentalmente con la aparición en el mercado del modelo HP-35 de Hewlett-Packard en 1972. Hacia 1980 había cesado prácticamente la producción de reglas de cálculo, aunque todavía siguen fabricándose instrumentos de este tipo en pequeñas cantidades para usos muy específicos en sectores industriales, de navegación marítima y aérea o para atender a un minoritario mercado de aficionados y coleccionistas.
Así que si un día nos quedamos sin pilas o electricidad, recuerden que además del ábaco, existe algo que fue usado para poner al primer hombre en la Luna.
Taluego.
Si quiere saber más visite http://www.reglasdecalculo.com/ de allí nos copiamos.
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