jueves, 9 de mayo de 2013

Suicidas del éxito

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Parece que el éxito es un concepto que fluctúa según desde dónde se lo mire. Para un vagabundo el amanecer vivo en un nuevo día de invierno es una muestra de su éxito. Para un mendigo, que le den un vaso de agua caliente con un saquito de té y algunos sobres de azúcar es otro éxito en su andar. Para el padre laburante, es un éxito poner un plato de comida sobre la mesa al menos una vez por día. 
Como vé en todos estos ejemplos extremos lo principal es que el éxito no depende de la visión de otros, sino que, por el contrario, corresponden a percepciones personales que adjudican valor a situaciones que otros podrían llegar a dar por sentado, como tener un techo, algo caliente en el buche o un plato de comida sobre la mesa.
Casi me había decidido a convertirme al Budismo con tal de encontrar esa felicidad exenta de tentaciones y deseos, cuando me dí cuenta que tenía que hacerme vegetariano y el proyecto se me cayó como Modelo Kirchnerista sin choreo.
La cuestión es que aunque usted no me crea tengo algunos conocidos que se sienten exitosos solo si los demás los ven así.
Si, dele, no crea que vivo bajo una baldosa, tengo conocidos que se han hecho de fortuna en los últimos diez años . Y ojo que no digo amigos, conocidos, nada más.
Hace poco Marcelito, uno de ellos que vive en un famoso Country de zona norte, me contaba que se sentía infeliz por ser poseedor de un automóvil Renault Fluence cero kilómetro y otro Duster 2.0 para el uso exclusivo de su esposa. Es que ambos trabajan y deben movilizarse por separado. Pero el tema viene a cuento porque en el Country donde viven nadie baja de un BMW X5 y con sus carritos de supermercado son el hazmereír de toda la vecindad, que por supuesto es bien diferente que la del Chavo.
-Te juro que aveces me dan ganas de pegarme un tiro...-
me decía moqueando y yo me preguntaba si simplemente no sería más fácil mudarse.
Su mujer, que tiene más ganas de "pertenecer" que Karina Jelinek y la Vanucci juntas, organiza de tanto en tanto fiestas fastuosas donde lo único que reciben (además de la cuenta del catering) son las burlas en voz baja de los comensales que ya asisten simplemente para hacerse la panzada con los chismes y gastadas sobre la infeliz pareja.
Marcelito había pensado que casándose con su bruja de alcurnia y logrando comprar una casa en dicho Country sería al fin la persona de éxito que soñaba ser.
Pero no lo logró. El calvario recién comenzaba.


Pepito Reyes, otro conocido de la zona agroganadera de la provincia de Buenos Aires, merced a herencias y duro trabajo había logrado la compra de seis estancias que le dejaban pingües ganancias. Los devenires de la economía y algún que otro mal negocio (como haberse casado) lo llevaron a perder tres de sus estancias que fueron a remate para pagar deudas que habían resultado incobrables.
Nadie sabe bien como fue que pasó pero Pepito Reyes se voló la tapa de los sesos al mejor estilo Yabrán, pero en este caso sin lugar a dudas.
El tipo no se bancó la vergonzosa (para él) pérdida del 50% de su patrimonio y dió por terminada su racha de éxitos con muy buena puntería.



Creo que en estos casos queda en evidencia que según va aumentando el patrimonio, la percepción del éxito depende más y más de la opinión de los demás y la falta de confianza para hacerse de nuevo y darle para adelante.
En la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires viven la mayoría de los potentados y medio pelo de la república. No, no me diga que es en Puerto Madero porque allí lo que hay son corruptos de los nuevitos y con poca experiencia. No, en Barrio Norte usted verá que muy seguido caen de los edificios personas de noble apellido. En algunas oportunidades impecablemente vestidos y con sus Rolex decorando sus muñecas y en otras tal como quien ha tomado más medicamentos que los que puede soportar un cuerpo humano por más alcurnia que tenga. Cuando ésto ocurre usted se pregunta cómo carajos una persona que tiene tanto dinero como para vivir allí puede llegar a semejante determinación, y la respuesta es simple: sea por amor o por dinero, ellos califican sus vidas en base al éxito que les adjudiquen los demás y no logran soportar el fracaso y el escarnio de sus semejantes.
Claro que no hay nada peor que fracasar en el propio intento de suicidio. Eso ya ameritaría un perfeccionamiento más completo como para evitar el bochorno de terminar sobreviviendo y hacer el papelón frente a todo el personal médico del hospital que para colmo de males, seguramente serán conocidos suyos.
Pero, créame y hágame caso, si usted quiere vivir como la gente sin necesidad de dejar de comer carne o hacerse Budista, simplemente debe decidir si quiere ser cola de león o cabeza de ratón. Así de simple.
Y después no se queje.
Ni se suicide...

Taluego.

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