lunes, 6 de diciembre de 2010

Navidades coloniales

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Hay días en que me hago muchas preguntas. La verdad es que me las hago con trampa pues como me tengo consideración siempre me pregunto cosas de las que ya sé la respuesta y así después poder felicitarme a mí mismo por lo inteligente. Nunca falla. Ahora que si viene alguien de afuera con esas preguntas en donde uno realmente tiene que saber para poder contestarlas, me hago el sordo y ni lo miro, no sea que quede en evidencia lo zapallo que soy.
La cuestión es que traté de imaginarme a nuestros fundadores, aventureros de profesión, allá por el 1500 y algo, intentando continuar con sus tradiciones europeas en estos lugares abandonados de la mano de dios (hasta que llegaron ellos, claro)
¿Cómo sería pasar la Navidad en medio de la Nada para esos señores de peinados raros y calzas negras?
Por lo pronto sabemos que eran bastante mal educados en la mesa, pues comían con las manos, (que por supuesto nunca se lavaban) tomaban la sopa del plato y chorreaban grasa por todos lados. Bueno no hay que ser tan lapidario, que yo tampoco me comporto en casa mucho mejor, eran las costumbres normales para la época ya que los cubiertos comenzarían a usarse recién a fines del siglo XVIII, junto con los platos de loza.  Incluso, según las costumbres, no se debía beber nada durante las comidas. Garguero seco hasta el final. Había que esperar a haber ingerido el último bocado para bajar todo con lo que hubiera en estado líquido.
Pero ¿qué comían, si según las crónicas a nadie se le dio por cultivar y vivían gracias a lo que les suministraban los aborígenes? Si, ya sé que una de las fundaciones de Buenos Aires terminó muerta de hambre por que los indios se calentaron y les dijeron "déjense de joder !coño¡" y les cerraron la canilla de los suministros locales. 
Hasta se comían españoles con españoles, pero no es de ese tipo de comidas de las que le hablo. Charqui de humano, no. De Ñandú puede ser. Pero le cuento que ya cansados de no contar con aquellas cosas que tanto ansiaban comer en su pequeño y sudamericano Museo del Jamón aún sin fundar, tomaron el toro por las astas y armaron una inmigración fáunica completa
Recién arribados se aseguraron de tener locomoción y una provisión suficiente de mortadela, así que trajeron  consigo una buena cantidad de caballos. (Ojalá ahora pudiéramos hacer lo mismo con nuestros autos) Eso fue  allá por el 1536 y cuando esos españoles tuvieron que fugar hacia la madre patria dejaron libres a sus corceles que ni cortos ni perezosos armaron unas orgías irrefrenables en medio de la pampa y al son de Bob Marley y el símbolo de la paz nos la poblaron de caballitos. Dicen que todo comenzó con cinco yeguas y siete caballos que no paraban de montarse los unos a las otras.
Con los chanchos, o para ser mas delicado, los cerdos, pasó otra cosa. Ese mismo año Don Pedro de Mendoza, mandó un galeón a las costas brasileras en búsqueda de víveres. Por suerte a bordo había un señor llamado Gonzalo de Acosta que adoraba el jamón y se trajo una muy buena cantidad de los bichos, portadores de los mismos, que curiosamente se pudieron criar muy bien por aquí. Digamos que se sentían como en casa.
Puede que a usted no le guste, pero en ese mismo año también llegaron los primeros perros. Eran de raza Alana y se los suele representar como la primer fuerza de ataque cuando había enfrentamientos con los aborígenes. De allí no viene la expresión "le tiraron los galgos", pues no eran de esa raza y no estaban tratando de conquistar a ninguna señorita. Después, bueno, usted conoce a los perros, ellos no hacen distingo de raza ni color y se fueron mezclando con los que llegaron luego. Con el tiempo fueron tantos que se hicieron cimarrones, hasta que en 1621 se ordenó cazarlos y matarlos. ¿Nunca comió chivito patagónico de Husky? Ahí fue cuando empezaron a circular las recetas. Lo más sabroso son las costillitas al cocinarlos a la cruz..
Con el tiempo (cien años más) llegaron las vacas y con ellas los toros. Todos juntos y agarrados de las patas con los caballos fueron siendo llevados periódicamente a los mataderos y saladeros, donde se haría el charqui. Claro que no eran la única fauna que habitaba la zona. Grandes manchones de sangre y vísceras eran el plato cotidiano de caranchos, gaviotas, ratones y cerdos. Cuando estos últimos, es decir los chanchitos, llegaban a cierto grado de cebadura, pasaban de ser convidados, a parte del banquete y así el ciclo de sus vidas parecía no tener fin.  De comedores a comidos.
Las ratas tenían como enemigo natural a los perros, pero como éstos fueron exterminados por los humanos como les dijera antes, se esparcieron las enfermedades por contagio al ganado.
Ya para 1800 las cosas habían mejorado un poquitín y el habitante de la colonia poseía un mayor espectro culinario al que recurrir. Las comidas que más gustaban eran la sopa de arroz y la de fideos, el asado, el matambre, el puchero, varios tipos de guiso, las albóndigas, el estofado y los zapallitos rellenos.
También sabían degustar locro y empanadas al igual que un picadillo perdido en la brumas del tiempo, realizado en base a pasas de uva.
La paella se la dejaron olvidada por allá hasta que poblaron Mar del Plata.
La carbonada, otra comida europea, era una delicia colonial y ha quedado unida a nuestro país hasta nuestros días, aunque su origen sea belga.
Para el momento del postre se castigaban con cosas dulces del estilo de los bocadillos de papa o batata, la cuajada, las frutas, la natilla, el arroz con leche, los alfajores, las masitas y la famosa masamorra.

Claro ahora a nosotros se nos viene encima otra vez ese día culinariamente crucial que es la Navidad y nos encontramos nuevamente en la misma encrucijada de cada año viendo a papá Noel en medio de la nieve y abrigado mientras se nos cuecen las partes íntimas en temperaturas estivales. Dele, pruebe comer las comidas europeas típicas de Navidad en el verano porteño a más de 36 grados todo el día. Primero haga una picada con salame Tandilero o de la Colonia, Quesitos varios, aceitunas de las rellenas, maní salado, papas fritas, pepinos en vinagre y ajies en lo mismo, con pan recién horneado y empanadas, todo regado con un buen aperitivo de 40º de alcohol , vino o cerveza. Luego de este tentempié ataque la comida, es decir de entrada, Pio Nono o matambre con ensalada rusa o lengua a la vinagreta. Siga con el plato principal con cerdo al horno o pavo o pollo y asado. De postre helado Don Pedro (Helado con whisky) , ensalada de fruta o flan con dulce de leche y termine con un menú para el brindis con pan dulce, castañas asadas, turrón de cualquier tipo y dureza, maní con chocolate, maní azucarado o garrapiñada.
Si sobrevive a esto es Superman reencarnado y encima con una tarjeta de crédito a prueba de Kriptonita.
Si quiere hacerlo mejor , imite lo que comían nuestros ancestros y muera feliz haciendo honor a sus raíces.  Aquí le dejo la receta de la Carbonada argentina para que se suicide en Navidad o Año Nuevo con una comilona de invierno mucho más barata y rendidora.

Carbonada
Ingredientes: aceite(media taza) póngalo a ojo, mire si va a ensuciar una taza para esta pavada, cebolla picada , no la pase por la picadora ni le pida a su carnicero. que lo haga por usted. Córtela chiquita (1 grande), tomates al natural, si es de lata no es natural. Junte un kilo y piselo con las ruedas del auto (1 lata y media envasado en 1810), hojas de laurel , tómese las hojas a las que le da el sol de la mañana (3), orégano de maceta colonial (1 cucharada), manteca  hecha a mano (150 grs), carnaza o charqui hidratado (1, 1/4 kg), zapallo cortado en dados  o cubos según si es jugador o no (250 grs), papas cortadas en dados, idem anterior (250 grs), arvejas varias , o sea muchas , no de diferentes colores (1 lata del año 1810), choclo desgranado no cremoso, o sea granos enteros (1 lata del mismo año), caldo de verdura por favor (medio litro) arroz del que no se pasa (400 grs), duraznos al natural , que pueden reemplazarse por orejones, o por duraznos, como su nombre lo indica. Olvídese de la lata.(1 lata de 1810) sal y pimienta a gusto, a buen gusto, no se pase.

Preparación: Dorar la cebolla en el aceite, es decir cocínela hasta que se ponga transparente, ponerle la carnaza o el charqui cortada en dados o cubos, saltearla a fuego fuerte y agregarle laurel, (espere a que la carne suelte todos sus jugos. Si usa charqui no pierda el tiempo. No tiene jugos) métale los tomates picados con todo el juguito y las semillas, condimentar con sal y pimienta y dejar hervir durante 15 minutos. Añadir la manteca, el caldo, zapallo, papas y batatas cortadas en cubitos, orégano, el agua de las arvejas, del choclo y de los duraznos, tapar y dejar hervir hasta que esté todo cocido. Ponerle entonces el arroz lavado, sobre este las arvejas, choclo y tapar y hacer hervir despacio durante 10 minutos. Desde acá no se le ocurra revolver nada. Incorporarle entonces los duraznos cortados por la mitad, tapar y hacer hervir 10 minutos más. Siga evitando revolver. Llevar a la mesa en la misma cazuela. Ah! Cierto. Me olvidé de decirle que lo haga en una cazuela de barro, pero si no tiene no importa, use una olla y sírvalo en la cocina que nadie se va a dar cuenta, a menos que haya vivido en la época de la colonia.
Si lo come en verano no olvide de poner bajo cada plato, no un billete como hace los días 29 con los ñoquis,  ponga el numero de teléfono del servicio de ambulancias. O mejor espere y por ahora cene algo livianito.
Taluego
Consultamos un poquito, no mucho, a Diego M. Zigiotto

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El artículo Navidades coloniales fue publicado por OPin el lunes, 6 de diciembre de 2010. Esperamos que le sea de alguna utilidad o interés. Gracias por su visita y no olvide dejar su comentario antes de partir. Hasta el momento hay 10 comentarios: en el post Navidades coloniales

10 comentarios:

  1. Buena reseña-

    Igual, me como el mantecol. aunque haga 50 grados a la sombra.

    Un abrazo.

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  2. Alguna vez comí locro para estas épocas, con aire acondicionado a full (un tanto contradictorio, pero muy rico). Ah, algún pasaje de tu texto me hizo acordar a ese "el día en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron". Vaya un abrazo de fin de año, esos que se dan transpirados por la ingesta que describis.

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  3. Uno de los motivos por el que odio las fiestas es por la comida de invierno que solemos morfar.
    Yo comeria tartas de jamon y queso, de atun frias y vittel tone, como mucho...

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  4. Don Gaucho. Usted siempre transgresor. ¿Y si le digo que Georgalos le vendió las patentes a los brasileros no se le quitan un poco las ganas?
    Por la dudas yo tengo uno en la heladera esperándome.

    A ver si se cuida un poco jefe, que he leído que otra vez se anda haciendo baños de ácido.
    Usted debe ser Clark Kent, porque sobrevive a todas ;)

    Un abrazo y más cuidado amigazo

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  5. Don S.A.L. Que alegría que me visite. Mire no soy fan de Don Jorge Luis porque soy medio bruto, pero justamente , tiene razón, por ahí andábamos con la idea.

    Yo que usted no repetiría lo del Locro, a menos que tenga un buen seguro de salud. Mire si le cortan la luz, justo ahora que el sistema está colapsado. Noooo, cuidese mucho amigazo.

    Le mando un abrazo.

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  6. Lic-Jasper. Solución. Si la fiesta es en casa, el menú lo arma usted. Si tiene que ir de visita, manduque fresco antes y en la fiesta beba con fruición pero no ingiera sólidos bajo ningún concepto.
    Si el morfi es bueno se sugiere llevar u Tupper o Ziploc para degustar más tarde bajo la parra o el vientito del aire acondicionado. Total, estamos en familia.

    Un abrazo maestro.

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  7. Mire yo no sé que comida me espera estas Navidades, pero de momento me he alimentado con unas buenas risas, cocinadas por ud.

    Gracias siempre.

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  8. Doña Noah. Si algún día nos visita trate de no venir en Navidad, pues el calor aquí es tremendo y no paramos de comer pesado. Parecemos alemanes en la Oktoberfest, que no paran de beber hasta que caen desmayados.

    Un cariño para usted y gracias por pasar.

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  9. Estoy de acuerdo con los que están de acuerdo con usted: buena dosis de recetas que alimenta la mente, el cuerpo, la noche y sus sueños. Buena dosis de risas enlatadas al vacío, sin colorantes ni conservantes... Y buena dosis pre navideña, o navideña sin más, pero con todo. Porque en Navidad uno debe saber enfrentarse a las comidas, sentado en el campo de batalla en el que se transforma una mesa. Una mesa con comensales que siguen siendo tan salvajes como los salvajes que algunos pasajes y algunas malas pasadas nos quieren hacer creer. O ver.

    Que por cierto, he leído su entrada entre mi comida y el café. Así que voy bien servido. Creo que si hoy no hubiera hecho acto de presencia por los platos conformantes de mi almuerzo, madre mía, tampoco hubiera pasado nada. Porque mientras bebo, leo, y mientras leo, su retórica al plato me llega, me llena y me rebosa. Y así, la infinita sensación de hartazgo no tiene nombre: tiene receta, tiene grasa, tiene guasa, tiene entretenimiento puro y duramente aderezado-condimentado.

    Que, por cierto, parte segunda, muchas veces me he preguntado cómo sería comerse una comida típica de estas navidades por estos lares, ahí, en su vida cimentada sobre el estío porteño. Me lo he preguntado más de una vez, con más de un país, con amigos que nacieron allá, crecieron aquí, se multiplicaron como panes, peces y turrones alicantinos, y volvieron a sus orígenes a celebrar estas fiestas tan señaladas. Bien, señaladas digo, en el espíritu de algunos y en la cuenta corriente huérfana de prodigios económicos de otros, los más…

    Así que sólo me queda felicitarlo, otra vez, todas las veces… por lo servido en la mesa de su retórica.
    Esta vez, conste que la fotografía también alimenta… aunque no se cumple la máxima: una imagen vale más que mil palabras. Qué va… sus palabras valen más que mil imágenes en perfecta alineación de la vida al plato, o algo así.

    Un abrazo, “carbonado”

    Mario

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  10. Don Mario. Ya venía viendo yo el cartelito que me avisa de una visita de Girona e intuía que era usted quien preparaba su comentario con tanta dedicación y profesionalidad literaria.
    Aquí me he preparado un café durante la espera. Con un poco de canela y cortado con un poquitín de crema. Y es que aunque toda la familia salga corriendo a comer un helado mientras sufre el calor, yo sigo fiel a mi cafecito caliente. Tal vez sea un tipo de masoquismo argento, pero generalmente comemos y tomamos aquello que no ha sido recomendado para ese momento. Rebeldía? Amotinamiento ? Yo diría que es la Anarquía que fluye por nosotros, las que nos lleva al desgobierno de nuestra salud día a día.
    Gracias por compartir esta mesa navideña y sepa que le tenemos reservado un lugar preferencial cerquita de aire acondicionado.
    Un abrazo

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