Tendría entre 10 u 11 años cuando se me ocurrió la gran idea de decorar el arbolito hogareño con unos hermosos copos de material blanco que había encontrado en las afueras de una fábrica de frazadas. Ellos mismos habían decorado así un enorme pino del parque principal, que oficiaba de elemento navideño muy a su pesar y del de los pájaros que lo habitaban.
No le voy a mentir, no se parecía en nada a la nieve, salvo por el color blanco. Tenían, eso si, unos destellos como de cristales de hielo que me convencieron definitivamente de que merecían decorar el arbolito de mi hogar.
El susodicho tenía aproximadamente metro y medio de altura y venía acompañando nuestras navidades por más tiempo de los que el fabricante recomendaba como apropiado para su negocio. Quedó lindo, ¿para qué le voy a mentir?. Con ese verde oscuro de ramas, las bolas y estrellas de los más diversos colores y procedencia, las guirnaldas con brillos plateados, el pesebre a sus pies y por supuesto las luces de prende y apaga que para aquellas épocas ya era un lujo sideral.
A la tardecita mis viejos se pegaban una siestita con ingredientes mientras yo trataba de encontrar algo con que entretenerme, preferentemente involucrando fantasías sexuales ya que recién las venía estrenando. Pero esa tarde venía calmo y me concentré en la decoración que correspondía a la fecha. Trabajé duro, pues era responsabilidad del más chico realizar el armado.
Cuando vi el lujo de arbolito que me había quedado, ese 8 de diciembre me decidí a hacerla completa y, tal como veía en la televisión, iluminarlo como dios manda, que para eso es su día.
Hurgué en los cajones del
baiu y encontré las velitas blancas de algún perdido cumpleaños, con un rosetón al tono como base y pinche inferior para el agarre.
Las coloqué con dedicación y puntería en toda aquella rama que diera hacia el frente, pues eran pocas la velitas. No más de once y se tenían que ver como si fueran muchas más.
Terminada la obra y mientras todos dormían inicié el alumbrado navideño con muchísimo cuidado y la idea en mente de apagarlas una vez verificado el efecto para que duraran hasta la Noche Buena.
Una preciosura. Usted viera, como en la televisión pero en colores.
Claro, como siempre un error de cálculo llevó una pequeña llamita al material blanco de frazadas que le comenté y la llamita, se convirtió en llama y la llama en incendio descontrolado.
Lejos de quedarme paralizado por la sorpresa, evalué las posibilidades de control de aquél incendio y gracias a dios hoy tengo vivienda por no haber intentado apagarlo.
Tomándolo por la base salí corriendo al fondo de la casa, buscando el aire libre sin nada que se pudiera contagiar de esa enfermedad mortal que transmite el fuego y para lo cual sólo debía abrir tan solo una puerta. Puerta que por supuesto encontré cerrada con llave al llegar con el árbol agarrado en una mano como antorcha olímpica ardiente. Aún así no cejé ni emití ningún aullido o chillido (los insultos en casa estaban prohibidos en aquella época) que pudiera darle la alerta a mis padres. Busqué la llave frenéticamente mientras el ardiente pino artificial chamuscaba las paredes y llenaba de un humo oscuro y rancio el lugar. Una vez hallada, abrí la puerta y a las patadas saqué lo que quedaba de aquél hermoso adorno navideño que tanto me enorgullecía hacía tan solo un momento.
Pronto habría de notarse la ausencia, pero, como era costumbre en mis padres, lejos de recibir alguna reprimenda me hicieron conocer la vieja costumbre implantada por los fabricantes, que indica que los arbolitos de navidad nunca deben usarse más de siete años.
Y respiré aliviado.
Taluego.
jajajajajaja!!! Te salvaste justo!!!
ResponderEliminarEsas cosas, dan miedo a posteriori.
en el momento, no. Pero años mas tarde, todavìa sudàs frìo.
un abrazo.
Tremenda historia estimado!!!
ResponderEliminarPara ponernos a tono con las festividades, no se podia omitir esta historia!!!
Imagino su corrida con el arbol prendido fuego y me muero de risa solo, aca en casa!
Buena semana!
Por los pelos, te salvastes por los pelos, peroq ue bueno, jajajaja.
ResponderEliminarHoy eres el patrocinador de mi post, puedes verlo en
http://laporteriadenela.blogspot.com/2010/12/el-papa-de-miley-cyrus-muy-enfadado-con.html
Besos
Nela
Don Gaucho. Zafé como el mejor. Pensar que tantos dibujitos de Disney me vendían que las velitas eran inofensivas.
ResponderEliminarLa verdad que fue pura suerte. El algodón blanco era super inflamable, creo que era sintético.
Un abrazo de bombero.
Don Lic_Jasper. No me ensucié los pantalones porque estaba demasiado ocupado, que si no, ni le cuento.
ResponderEliminarSigo sin entender que cuerno le ven a dar la vuelta al mundo con la antorchita esa, vea...
Un abrazo
Doña Nela.Si en esa época aún tenía pelos ;)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho su costumbre de patrocinar post con los blogs amigos. Voy a pensar en copiarle descaradamente la idea.
Yo soy así de original.
Un cariño grande para usted solita.
Mi querido pirómano, puedo imaginarlo con el arbolito en llamas, y le agradezco la sonrisa que ud. solito, me ha incendiado.
ResponderEliminarCariños siempre
Mis navidades, al sur de Granada, no siempre fueron blancas. Muy frías, eso sí. Incluso llovía más de la cuenta. Pero no solía nevar. Mi abuela cada año, el día ocho de diciembre, que era el día de su santo y ella, religiosa devota como pocas, respondía a su santoral plantando un abeto de plástico cerca de la tele, con un Belén por raíces, y unos copos, por cielo, de mentira. Después nos convocaba alrededor de la mesa, nos arropaba y al calor del brasero nos agasajaba con unos roscos caseros de anís, con un trocito de chocolate, con una copa de vino dulce para los mayores y con un batido de sueños y cacao para los niños. Ese día, entonces, es cuando empezábamos una campaña de fiestas y acordes que desembocaba en la navidad y sus bienes, infantiles, colaterales.
ResponderEliminarClaro que visto desde hoy, desde otra perspectiva, en aquel tiempo no existían las mentiras, aunque nada de lo que se mostraba tuviera ni por asomo un haz de realidad. Los Magos reyes, no eran ni magos ni reyes... La estrella fugaz, de tan fugaz, sólo duraba un viaje; uno por año. El niño nunca lloraba, y la virgen nunca lo amamantaba. José no trabajaba, y eso, hoy en día es improbable. Digo que es improbable sacar una familia adelante así seas san josé, santa visa, o el rey de la absurda realidad donde las mentiras son mentiras de verdad. O algo así.
Pero en aquellos tiempos creía en lo increíble. La nieve era nieve, los reyes eran magos, los camellos eran de verdad y pacían en los oasis de nuestras noches, san José y la virgen y el resto del séquito belenniano me tenían robado una parte del corazón, pues la otra pertenecía a mis gatos y sus ronroneos cadenciosos.
Así que me ha recordado usted, amigo, a mi abuela, a su árbol de blancas fiestas, a sus costumbres para hacernos creer en lo que ella creía. Mi abuela era única. Y era una anciana de cuento pretérito, de las de verdad, de las que abrían cofres llenos de historias, de las que arrancaban sonrisas y ahuyentaban miedos. Esa abuela, mi abuela Conchita que, cuando surco su recuerdo, lloro de alegría o río por no llorar su ausencia.
Pero su texto, su entrada, su relato, sus formas y sus maneras retóricas, me han hecho sonreír y reír a carcajada limpia, limpísima. Eso sí, y eso también, ni se imagina lo que le agradezco este "post" de hoy. Hoy recomienza todo, en mi cabeza, en mi corazón. Me prepararé un café para combatir este frío, azote de los Pirineos, y le dedicaré un sorbo a su dicción y su persona, otro a mi abuela, y el resto para brindar con usted y anidar, sin incendiar, el árbol nevado de sus letras.
Muchas gracias, amigo.
Mario
Don Mario. Que precioso comentario. Casi merece un post para él solito o que usted que tiene la maestría de las letras dominada, dedique a su querida abuela uno de los hermosos relatos de su blog.
ResponderEliminarLe digo que me he quedado con ganas de más y lo veo como un comienzo de un gran relato, como a los que siempre nos tiene acostumbrados en su Tunoerestaninteresanteparami.
http://tunoeresinteresanteparami.blogspot.com/
Regálenos un relato navideño de este estilo, no quiero ser un fan molesto, pero realmente me ilusiona leerlo.
Sea un Noél, Santa o Niño que nos traiga antes que los tres reyes un regalo sensacional.
No me tome por molesto. Ya sé que a la inspiración nadie la domina. Le dejo solo la sugerencia y un gran abrazo de alguien que también recuerda otras navidades en familia.
Doña Noah. Por usted incendiamos bosques enteros, aunque la sola mención de algo así la enoje.
ResponderEliminarMe alegra que haya pasado un rato por aquí.
Le mando mis cariños de siempre pero envueltos para regalo.
De donde sacó un niño con tan pocos años esa sangre fría? Es lo que más me ha llegado de la historia. Me imagino a cualqueir otro gritando despavorido e incendiando la casa entera con el arbol en la mano.
ResponderEliminarMe ha encantado la historia y me encantaría robarte la imagen del piano para una felicitación navideña. Si me das permiso me avisas ok?.
Un besito desde el Sur de Granada, desde el sur de España y desde el sur de Europa, como ves, a poco que se quiera, también soy "sudaca" jajajaja.
Doña Mati®. Querida colega sudaca ;) creo que más que sangre fría fue terror a que alguien se entere. Claro, no pensé en los rastros que quedarían. Recuerdo que en ese "comedor diario" donde se encontraba el árbol el techo era de madera, de la que sostiene las tejas, así que imagínese mi apuro por sacarlo rápido de allí.
ResponderEliminarEl pianito como todo lo que usted ve en el blog es de libre uso, llévelo con confianza que de algún lado lo habré sacado yo también.
Mis cariños para usted y que las felicitaciones navideñas le salgan muy bonitas.
Don Opin, usted no copia nada, ya que mis amigos,son libres de utilizar lo que hay en mi blog ¡faltaría más! y además para mi es un orgullo, que alguien como usted, sea habitual de mi casa.
ResponderEliminarPor cierto venía a leer lo nuevo, pero volveré más tarde, a ver si hay novedades.
Besos
Nela