Terminaba de cenar y mientras llevaba el plato hacia la cocina huelo humo y digo zas, cagamos. Al abrir la puerta una cortina blanca con olor a muerte me pegó en la cara. Cerré la puerta y le dije a la negra, salgamos que hay un incendio. Ella se fue para el baño y mojó dos toallas para taparnos las bocas y bajar por las escaleras llenas de humo. Al respirar por la toalla mojada, el humo igual te quemaba la garganta mientras que resultaba casi imposible ver cada escalón de la escalera. para bajar. Adivinándolos, de a poco fuimos saltando hasta alcanzar el segundo piso.
Las sirenas ya se oían y un bombero estaba tratando de abrir con seguridad la puerta que hasta ese momento se había mantenido cerrada luego que nuestro heroico encargado entrada arrastrándose y apagara el foco principal del incendio.
Bajamos todos dejándole libre el lugar a quienes mejor sabían que hacer y a quienes en ese momento molestábamos.
Al llegar abajo nos enteramos.
Una chica de diecinueve años lloraba desconsoladamente pidiendole a Dios por sus hijas. Eran tres, de dos ,cuatro y cinco añitos. La mamá como siempre las había dejado solas mientras bajaba a comprar al almacén y se quedó charlando un rato. Parece ser que un alargue de 220 defectuoso inició el incendio. La puerta estaba sin llave pero las nenas se refugiaron en el dormitorio donde quedaron atrapadas. El papá , policía de profesión, estaba como siempre trabajando para mantener a la familia.
Ya habían pasado veinte minutos y no las habían sacado. Hacía mucho se habían dejado de escuchar sus pedidos de auxilio. Ahora todo era silencio.
Para cuando llegaron las ambulancias todas debieron partir de inmediato con las pequeñas cargas inconcientes, inmóviles mientras los médicos hacían el esfuerzo vano de volverlos a la vida.
Mucho más tarde consultando amigos de SAME supimos que fueron directamente a la morgue.
No había nada que hacer.
Todos los vecinos agrupados nos negábamos a aceptar lo evidente. Esperamos pacientes a que nos dejaran regresar en medio del agua y el hollín. La encargada suplente ya estaba sacando el agua. Los vecinos a quienes les habían avisado llegaban raudamente en medio de su preocupación.
Un responsable se dedicó a verificar que en todo el edificio la gente se encontrara bien y hasta los médicos revisaron a la abuelita de 103 años que vive por aquí para asegurarse de que su salud no se hubiera visto afectada.
De lejos lo ví a Beto, el encargado que había comenzado a limpiar el desorden aún cuando tenía la cara tiznada de negro y dificultades para respirar. Él había sido el primero en intentar el rescate, era quien mimaba a las chicas,debilidad de muchos vecinos, y en medio de su shock tuvimos que obligarlo a entrar en una ambulancia para que le administraran oxigeno.
Todos estamos tristes hoy.
Muchos piensan que se habría podido evitar.
Taluego
Que desastre.
ResponderEliminarEsa mujer jamàs se lo va a perdonar.
Pobre gente.
Don Gaucho:Una lástima. Pero no era intención de deprimir a nadie, mire, me quedó escondido el post anterior que era de ambutruchas y además voy a ver que me contestó sobre el invento del avión así armamos otra de inventores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cómo se puedee vivir despues de eso...
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ResponderEliminarDon Luciano: No puedo ni imaginármelo. Y encima es una mamá tan jovencita que no sé como lo puede llegar a elaborar. Ambos padres se encuentran internados con crisis nerviosa. Parece irreal.
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