En toda producción norteamericana existen al menos tres segundos de bandera en pantalla. En las producciones argentinas intentó incluirse una ley semejante , total, no cuesta nada mostrar una bandera en el fondo de la escena aunque se trate de un plano en profundidad de una calle transitada. Ley o no ley, es una práctica de propaganda nacionalista aceptada por todos. Algo subliminal que venimos consumiendo a través de los años y de lo que nadie quiere hablar ni le asigna importancia.
Un caso similar ocurre con la lucha por la igualdad de género y otras problemáticas que implican la lucha de la mujer por su espacio dentro de la sociedad en un plan de igualdad. Lamentablemente, cuando una lucha se convierte en moda y es explotada por los medios y la industria cinematográfica, la cosa se complica y sin existir una ley de por medio aparecen los fundamentalistas que nos meten la propaganda hasta en la sopa.
Cualquiera nota que la aparición de la Capitana Marvel en el universo de la misma firma no es casual y viene pegado a un discurso feminista evidente y un empoderamiento femenino que supera las dotes físicas de la heroína para avanzar violentamente sobre todo ser masculino que se le cruce. La Mujer Maravilla es recargada con nuevas metas feministas y en cada producción se incluyen mujeres que emulan los logros de los héroes masculinos del estilo de John Wick sin cumplir con el físico necesario como para que la masa muscular puede derribar a un machista de 110 kilos.
La invasión de las pantallas con heroínas imposibles descuida los verdaderos atributos que la sexualidad otorga a toda mujer. Por ejemplo la inteligencia.
En las mismas pantallas vemos la inclusión de la temática LGBT, (el movimiento social y político que lucha contra la discriminación, ya sea por orientación sexual o identidad de género, y en favor de la equiparación y el reconocimiento de derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y transexuales), en cada nueva producción , sin importar si nutren a la historia o son simplemente agregados para cumplir con una supuesta apertura intelectual y de inclusión.
En las mismas pantallas vemos la inclusión de la temática LGBT, (el movimiento social y político que lucha contra la discriminación, ya sea por orientación sexual o identidad de género, y en favor de la equiparación y el reconocimiento de derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y transexuales), en cada nueva producción , sin importar si nutren a la historia o son simplemente agregados para cumplir con una supuesta apertura intelectual y de inclusión.
En la mayoría de los casos el publico objetivo de éstos mecanismos son desde los adolescentes hasta los que arañan los 40 años.
Cualquiera que haya visto la primer temporada de Sabrina, la bruja adolescente, por Netflix, habrá notado que en la segunda temporada se modifica toda la historia para incluir las nuevas ideas que apuntan al feminismo y la diversidad sexual. Es como si hubieran determinado una fecha de inicio de hostilidades.
Tal vez el mejor ejemplo y que abarca todas las alteraciones de guión para incluir dos personas del mismo sexo besándose o teniendo sexo y mujeres o grupos de mujeres declarando su lucha contra el machismo, es la maravillosa serie Sex Educatión que también se puede ver por Netflix, aunque en este caso la primer temporada no difiere en contenido de las subsiguientes. Tal vez porque su inicio fue en enero de 2019, coincidiendo con otras producciones como la segunda temporada de Sabrina y las producciones de Marvel. Todo indica que el 2019 fue el año elegido.
A título de ejemplo vale rescatar una escena donde un grupo de varias alumnas de Sex Education son enviadas a detención por una supuesta falta de respeto a una maestra. Para determinar cual de las alumnas es responsable, la maestra les encarga algunas tareas tediosas, pero al ver que no logra su objetivo decreta que ninguna se irá a su casa hasta que confiese o encuentren un vínculo común entre todas ellas y le hagan una presentación. Como eran todas inocentes del delito se avocan a encontrar algo en común. Ni el chocolate, ni la literatura, la música o los novios era tema que compartieran en común. Sólo cuando una de ellas cuenta su historia sobre un caso de abuso es que todas y cada una cuentan el suyo y encuentran que lo único que las une como mujeres entre sí, es el abuso machista. Y se van contentas, empoderadas y unidas.
Sería interminable enumerar los casos de bombardeo ideológico que se incluye en las producciones de consumo. Pero de todos modos sabemos que es tan preocupante como el mismo tema que atacan.
Mientras nuestras Thelmas Fardín usen el lema "Hay que destruir al macho" en lugar de al machista y lo usen para promocionar una telenovela o una obra de teatro, mientras someten a tortura a algún galán al que persiguieron oportuna y lascivamente, estaremos en manos de una ola femino-fascista (feminazis) que no representa a la mayoría de las mujeres independientes ni cuentan su historia de desarrollo personal y superación.
No necesitamos más mujeres con superpoderes, ni películas donde luchan y le ganan a cien hombres de cien kilos, ni necesitamos que nos muestren cómo disfrutan el sexo las lesbianas o los gays. No, si no tienen que ver con el hilo narrativo. Queremos mujeres reales, complejas y leonas dispuestas a luchar por lo que aman.
No queremos que nos impongan tres segundos de banderas feministas o de LGBT en cada película.
Somos grandes.
Taluego.
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