Descender de los barcos en Buenos Aires podía no ser una fiesta. Luego de meses en alta mar, muchos inmigrantes soñaban con estas tierras sin saber que la revolución podía ser un tanto cruenta. Y aquellos que llegaron el 6 de julio de 1812 pudieron observar por tres días como se descomponían los restos de treinta hombres fusilados y luego colgados en la plaza pública para escarmiento de los habitantes de la vieja Buenos Aires.
Uno de ellos era un vasco famoso llegado en 1776, sin siquiera conocer el idioma castellano. Tenía por entonces 11 años pero el destino haría que se dedicara al comercio , llegando a ser muy rico en pocos años con negocios en el tráfico de esclavos, de telas y de armas. Fue un destacado hacendado y miembro del Cabildo de Buenos Aires, al que accedió en 1785 como Defensor de Pobres, siendo uno de los miembros fundadores del Consulado de Comercio de Buenos Aires, en 1794, y Alcalde de primer voto desde el 1º de enero de 1795 al 16 de septiembre de 1796. Se opuso siempre a la apertura comercial o libre comercio, a través de varios memoriales.
Cuando en 1806 se produjo la primera de las Invasiones Inglesas en Buenos Aires, puso su fortuna al servicio de la Reconquista. Organizó un grupo de conspiradores, el que se unió a otros que tuvieron el mismo objetivo, formados también por poderosos comerciantes, como Anselmo Sáenz Valiente y Juan Martín de Pueyrredón.
Su capacidad de organización era notable; tenía una tenaz voluntad y un don natural de mando. Alquiló la chacra de Perdriel, en el actual partido de San Martín, donde los voluntarios se entrenaban por turnos, y donde se reunieron fuerzas de caballería. La red de espionaje organizada por los ingleses sólo descubrió lo que se tramaba pocos días antes de iniciada la reacción. El ataque a Perdriel sólo aceleró los hechos.
Cuando Santiago de Liniers llegó desde Montevideo y comenzó la Reconquista de Buenos Aires, el 12 de agosto, apareció de repente el ejército secreto de éste hombre y los ingleses fueron rápidamente vencidos. La rendición de Beresford no tardó en llegar salvándose el Virreinato del Río de la Plata del dominio de la corona británica.
De inmediato convocó un cabildo abierto que consiguió desplazar del mando militar al virrey Rafael de Sobremonte —que pasó a Liniers— e impedirle su entrada a Buenos Aires. El 1º de enero de 1807 fue elegido Alcalde de primer voto y asumió el mando civil de la ciudad.
Pero la flota inglesa no había abandonado el Río de la Plata, y pronto llegaron refuerzos, al mando del general John Whitelocke. Estos tomaron Montevideo en junio de 1807, eliminando con facilidad las fuerzas de Sobremonte. Nuestro vasco simplemente ordenó el arresto del virrey y su reemplazo por Liniers, como interino.
Participó en la organización de las milicias de voluntarios de la ciudad, un ejército de más de seis mil hombres, y pagó con sus propios fondos la formación de un regimiento de asturianos y vizcaínos.
Pero en la política no hay ética y el 1º de julio de 1812, el gobierno creyó descubrir una conspiración de españoles contra el Primer Triunvirato, formado por Juan Martín de Pueyrredón, Feliciano Antonio Chiclana y Manuel de Sarratea. Ésta debía estallar el 5 de julio, quinto aniversario de la Defensa. No se sabe cuáles eran exactamente sus intenciones, aunque no parece que la conspiración quisiera volver lisa y llanamente a la dependencia del rey de España. Buenos Aires estaba escasa de tropas, mayormente enviadas al Ejército del Norte, por lo que la situación era delicada.
Durante las investigaciones, el secretario del Triunvirato Bernardino Rivadavia, basado en pruebas y confesiones extremadamente sospechosas, extendió la acusación a nuestro vasco y a un extenso grupo de partidarios. En realidad, caben serias dudas de que la conspiración fuera siquiera real.
Fue arrestado y sometido a proceso criminal secreto; tan secreto, que nunca fue publicado ni se supo la identidad del único testigo, que incluso se dijo que era un esclavo. Es casi seguro que Rivadavia se estaba vengando de una vieja afrenta personal y usó los cargos para apoderarse de sus bienes. El vasco y muchos otros fueron condenados a muerte.
Las ejecuciones comenzaron el 4 de julio, dos días después de su arresto, lo que deja en claro que los acusados complotados ya estaban condenados de antemano. En total, fueron ejecutados más de treinta hombres, incluidos jefes militares, frailes y comerciantes, cuyos bienes fueron expropiados.
Martín de Álzaga, como se llamaba nuestro vasco, fue fusilado y colgado el 6 de julio de 1812 en Buenos Aires, en la Plaza de la Victoria. Los cuerpos de los conspiradores fueron exhibidos en la plaza durante tres días, en el que fue el más sanguinario de los desgraciadamente frecuentes excesos de la revolución.
Una lápida recuerda a Martín de Álzaga en el Convento de Santo Domingo, aunque sus restos se hallan en el Cementerio de la Recoleta, en la bóveda familiar.
Estaba casado con María Magdalena de la Carrera. De sus hijos dos destacaron en los bandos opuestos de la revolución. Félix de Álzaga se convirtió en un importante militar, político y hacendado en la nueva nación, mientras que Cecilio de Álzaga, comerciante y político fue un tenaz enemigo de la emancipación argentina.
Taluego.
Fuente: Wikipedia
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