Hay que ser valiente para emigrar ?

En serio hay que ser valiente para ir a vivir a otro país ? Algunos piensan que la acción de emigrar vuelve a una persona valiente tan solo por dejar de lado sus costumbres o, en su defecto, en un cobarde por abandonar su tierra en momentos de dificultad.
Emigrar es quizás uno de los actos más difíciles a los que se enfrenta alguien que aun queriendo a su país, tiene que dejarlo, pero eso no quita que también existan quienes abandonan país, familia y costumbres sólo por la ilusión de una vida sin privaciones.

A pesar de todas las dificultades que una persona pueda estar atravesando en determinado país, tomar la decisión de emigrar y llevarla a cabo no siempre suele ser fácil, puesto que nos lleva a enfrentarnos con diversas realidades para las que no todo el mundo está preparado. Incluso hay que sortear la primera dificultar: el costo del pasaje.

Lo principal a tomar en cuenta antes de decidir emigrar, es analizar e identificar realmente las razones por las que queremos hacerlo, y si será una decisión permanente o temporal.
No es lo mismo emigrar de Sierra Leona, Siria o Venezuela, a que un argentino decida radicarse en Alemania, EE.UU, o España. El nivel de urgencia es diferente y la selectividad indica que el argentino busca una forma de vida mucho más holgada sin haber sufrido privaciones que justifiquen la huida.
Uno recuerda entonces el acierto de la constitución de los Estados Unidos al incluir como un derecho la búsqueda de la felicidad.  Pero en este caso uno se vuelve reacio a opinar que se trata de una acción valiente. A lo sumo podemos catalogarla como oportunista, ya que el sudamericano pretende disfrutar de los beneficios obtenidos por una sociedad que ha luchado por ellos, incluso mediante varias guerras mundiales y millones de muertos.
El nivel de rechazo que uno puede sentir por estos oportunistas es diametralmente opuesto al de empatía que siente por un Venezolano que huye del populismo descarado y asesino de un Maduro, de un sirio o de un habitante de Sierra Leona.
Los primeros suelen cortar sus vínculos son la familia, abandonando a padres y hermanos a la buena de Dios mientras salvan sus pecados con alguna visita de una semana que les lave la conciencia. Los otros apenas llegan a destino comienzan a atender las necesidades de sus familias relegadas bajo una tiranía y sueñan con el día de poder volver a su tierra y abrazarlos.
Dónde está el heroísmo del emigrante ? En el oportunista o en el que emigró obligado ?

Es difícil ponerse en fiscal y abogado defensor al mismo tiempo sin haber experimentado en alguna medida el tema. En mi caso personal mi hermano emigró a España en búsqueda de un mejor estándar de vida. Su opción era mudarse al interior o irse al exterior. Como el esfuerzo parecía ser similar optó por España. No le fue para nada sencillo y debió luchar su inclusión como cualquiera, pero al fin consiguió una buena calidad de vida y una nueva nacionalidad. Para su suerte, no sentía lazos que lo ataran con su país o con su familia y puedo escribirlo porque usualmente nadie de mi familia me lee (jaja).
En mi caso emigré por períodos cortos y bajo contratación, es decir, no sufrí el estrés de quien debe preocuparse por conseguir un sueldo para subsistir en tierra remotas. Un año en Colombia y dos en Alemania generaron opciones de radicación permanente que incluía lugares tan extraños como Portugal. Pero para esa época mis viejos ya estaban enfermos y mi divorcio implicaba que debía abandonar a mi hijo en su terruño natal. La decisión no fue difícil y me quedé en Argentina para luchar codo a codo y sin heroísmos con los míos.
¿Hubiera sido valiente si me iba y dejaba a todos atrás con vale por un pasaje anual de 10 días con todo incluido en mi patria adoptiva ? Suena a hipócrita, cierto?
No es lo mismo que estar cerca para tus viejos cuando más te necesitan, es decir en sus últimos días, cuando requieren la atención y el cariño de un niño pequeño.

Por eso cuando leo en Facebook cartelitos como los que aquí les dejo, se me eriza la piel y pienso en la diferencia entre aquellos que huyen de un país por razones de fuerza mayor y aquellos que emigran para chupar la teta de un país que se esforzó por generar su leche.
Mejor ni hablar de los que vuelven con la cabeza gacha e historias de persecución ideológica y traumas no resueltos. O los que se envalentonan y proclaman que ellos lograron ser aceptados en otros lugares porque son mejores que los que se quedaron. Esos son los peores bichos. Los que fracasaron y se llevan su frustración al extranjero para luego sobreactuar y lastimar a aquellos que alguna vez los apoyaron.
Yo veo miles de venezolanos que llegan a mi país todos los días. Vienen porque nuestra legislación inmigratoria es laxa, la educación y la salud, gratuita y porque tienen suficientes títulos para dejar sin esfuerzo a nuestros ni-ni en la calle por miles de años.

Cada uno con el que hablo tiene arraigada la cultura del trabajo y el estudio y emigran de su Venezuela natal porque el Chavismo destruyó el concepto de meritocracia como aquí lo hacía el Kirchnerismo. Llegan a Argentina y consiguen un trabajo provisorio atendiendo las mesas de un café o un negocio de electrónica, mientras reparten sus CV en todas las grandes empresas del ramo al que pertenecen. Seguro consiguen el trabajo y a partir de ese momento podrán girar dinero para que sus familias vivan un poquito mejor en casa. Ellos están a la espera de que Maduro caiga. La gran mayoría quieren volver. Somos una suerte de asilo político latinoamericano provisorio, muy lejos de ser la opción de radicación permanente de gente con estudios y capacidad.
Y eso, para mí, es muy diferente a un argentino que se va para que el Primer Mundo lo deje más cerca de unas buenas vacaciones en Las Vegas.

Taluego.