La casa del Parque Luro está ubicada en la ruta nacional nº 35, kilómetro 294, en el Departamento de Toay, provincia de la Pampa. Construida en un coto de caza privado entre 1910 y 1911, se halla dentro de un área de 7.500 hectáreas de protección paisajística. Fue declarada Lugar Histórico Nacional mediante el decreto Nº 437 del Poder Ejecutivo Nacional el 16 de mayo de 1997 gracias a las gestiones de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.
Se trata de un fiel testimonio de las primeras formas de ocupación territorial y representativo del periodo de formación de la Argentina moderna iniciado a fines del siglo XIX. Además de su valor arquitectónico y artístico, se destaca por estar estrechamente ligada a los orígenes históricos de la sociedad pampeana al haber sido epicentro de la actividad provincialista en sus primeras décadas. La construcción del chalet y el diseño del parque se remontan a la primera década del siglo XX y se vinculan a la persona del señor Pedro Olegario Luro, quien en vida fuera médico, hombre de negocios, estanciero, legislador y activo provincialista. La adquisición del predio provino de su casamiento con Arminda Roca, hija de Ataliva Roca quien había obtenido dichas tierras como regalo de parte de su hermano Julio Argentino Roca.
Como exponente típico del espíritu de los hombres que pertenecieron a la denominada Generación del ‘80, imbuidos de un intenso afán cosmopolita y aferrados a un ideal de progreso indefinido en boga en aquel tiempo, Luro depositó en estas tierras recientemente arrebatadas a la sociedad indígena todas sus expectativas y proyectos dirigidos a construir el coto de caza más grande del mundo.
La organización de dicho espacio implicó la construcción de una casona de estilo francés destinada para habitación y residencia de los dueños de casa y sus invitados. En 1907 comenzó la construcción del chalet primitivo, a la par que se avanzaba con el poblamiento del predio con animales exóticos.
En 1909, Luro importó, ciervos de raza Cervus elaphus o ciervo común, jaulas de jabalíes y de faisanes principalmente de raza dorada de China. Con perspectiva hacia la laguna, la casona fue dotada de servidumbre, cocheras, caballerizas, y piscina. Pronto se fue construyendo una imagen de aquella casa como la de un castillo, como comenzó a ser llamada en aquel tiempo. Terminada en 1910-1911, los cinco años siguientes fueron los de mayor esplendor. Desfilaron por allí personalidades nacionales y extranjeras, aristócratas y millonarios, políticos y cazadores.
Además de la actividad cinegética por la que se destacaba San Huberto, Luro desarrolló la frutihorticultura, la ganadería y la explotación del caldén, cuya producción extraía por el ferrocarril hacia Bahía Blanca a través de un tendido vial que conectaba el predio con la estación ferroviaria de Naicó.
La guerra de 1914 interrumpió la visita de cazadores y nobles extranjeros. Las estrecheces económicas condujeron a la hipoteca del predio. Algunas especies murieron por inadaptación, otras, rotos los cercos y los alambres se dispersaron por el territorio pampeano, en algunos casos hasta trascender sus límites. San Huberto ingresó en un periodo de decadencia y abandono que continuó tras la adquisición del predio por parte de Alejandro Luro, hijo de Pedro O. Luro, en 1916.
En 1930 se hizo cargo de San Huberto el Banco Hipotecario Nacional, quien 9 años más tarde lo vendió a Antonio Maura, hijo de un primer ministro de Alfonso XIII, rey de España. Maura, caballero español amigo de la familia Luro, transformó el chalet al agregarle dos alas al edificio, modificando la distribución interna de las habitaciones. Cambió los techos, construyó la terraza y reformó las caballerizas. La casa fue enriquecida con muebles, pinturas, grabados y utensilios aportados por su nuevo dueño. La actividad cinegética renació en este periodo al mismo tiempo que se realizó su explotación económica con la extracción de leña del monte de caldenes, la producción ganadera y la cría de caballos de polo. Era su proyecto, además, instalar un country club, similar al construido en Tortuguitas (Buenos Aires) en tierras de su esposa Sara Escalante.
Al fallecer Maura en el año 1964, su hija Inés Maura de Roviralta vendió el predio al gobierno de la provincia de La Pampa. La revitalización y reactivación de San Huberto o Parque Luro comenzó a partir de 1965. En ese año el gobierno de La Pampa adquirió 3.200 hectáreas en la zona y en compras posteriores, el castillo y tierras aledañas hasta un total de 7.500 hectáreas aproximadamente, con el nombre de parque “Los caldenes”, posteriormente modificado. La finalidad era incorporar el predio a la actividad turística.
Se trata de un fiel testimonio de las primeras formas de ocupación territorial y representativo del periodo de formación de la Argentina moderna iniciado a fines del siglo XIX. Además de su valor arquitectónico y artístico, se destaca por estar estrechamente ligada a los orígenes históricos de la sociedad pampeana al haber sido epicentro de la actividad provincialista en sus primeras décadas. La construcción del chalet y el diseño del parque se remontan a la primera década del siglo XX y se vinculan a la persona del señor Pedro Olegario Luro, quien en vida fuera médico, hombre de negocios, estanciero, legislador y activo provincialista. La adquisición del predio provino de su casamiento con Arminda Roca, hija de Ataliva Roca quien había obtenido dichas tierras como regalo de parte de su hermano Julio Argentino Roca.
Como exponente típico del espíritu de los hombres que pertenecieron a la denominada Generación del ‘80, imbuidos de un intenso afán cosmopolita y aferrados a un ideal de progreso indefinido en boga en aquel tiempo, Luro depositó en estas tierras recientemente arrebatadas a la sociedad indígena todas sus expectativas y proyectos dirigidos a construir el coto de caza más grande del mundo.
La organización de dicho espacio implicó la construcción de una casona de estilo francés destinada para habitación y residencia de los dueños de casa y sus invitados. En 1907 comenzó la construcción del chalet primitivo, a la par que se avanzaba con el poblamiento del predio con animales exóticos.
En 1909, Luro importó, ciervos de raza Cervus elaphus o ciervo común, jaulas de jabalíes y de faisanes principalmente de raza dorada de China. Con perspectiva hacia la laguna, la casona fue dotada de servidumbre, cocheras, caballerizas, y piscina. Pronto se fue construyendo una imagen de aquella casa como la de un castillo, como comenzó a ser llamada en aquel tiempo. Terminada en 1910-1911, los cinco años siguientes fueron los de mayor esplendor. Desfilaron por allí personalidades nacionales y extranjeras, aristócratas y millonarios, políticos y cazadores.
Además de la actividad cinegética por la que se destacaba San Huberto, Luro desarrolló la frutihorticultura, la ganadería y la explotación del caldén, cuya producción extraía por el ferrocarril hacia Bahía Blanca a través de un tendido vial que conectaba el predio con la estación ferroviaria de Naicó.
La guerra de 1914 interrumpió la visita de cazadores y nobles extranjeros. Las estrecheces económicas condujeron a la hipoteca del predio. Algunas especies murieron por inadaptación, otras, rotos los cercos y los alambres se dispersaron por el territorio pampeano, en algunos casos hasta trascender sus límites. San Huberto ingresó en un periodo de decadencia y abandono que continuó tras la adquisición del predio por parte de Alejandro Luro, hijo de Pedro O. Luro, en 1916.
En 1930 se hizo cargo de San Huberto el Banco Hipotecario Nacional, quien 9 años más tarde lo vendió a Antonio Maura, hijo de un primer ministro de Alfonso XIII, rey de España. Maura, caballero español amigo de la familia Luro, transformó el chalet al agregarle dos alas al edificio, modificando la distribución interna de las habitaciones. Cambió los techos, construyó la terraza y reformó las caballerizas. La casa fue enriquecida con muebles, pinturas, grabados y utensilios aportados por su nuevo dueño. La actividad cinegética renació en este periodo al mismo tiempo que se realizó su explotación económica con la extracción de leña del monte de caldenes, la producción ganadera y la cría de caballos de polo. Era su proyecto, además, instalar un country club, similar al construido en Tortuguitas (Buenos Aires) en tierras de su esposa Sara Escalante.
Al fallecer Maura en el año 1964, su hija Inés Maura de Roviralta vendió el predio al gobierno de la provincia de La Pampa. La revitalización y reactivación de San Huberto o Parque Luro comenzó a partir de 1965. En ese año el gobierno de La Pampa adquirió 3.200 hectáreas en la zona y en compras posteriores, el castillo y tierras aledañas hasta un total de 7.500 hectáreas aproximadamente, con el nombre de parque “Los caldenes”, posteriormente modificado. La finalidad era incorporar el predio a la actividad turística.
Tomado de : www.sitio.lapampa.edu.ar
Mi primer visita al predio fue 35 años atrás y por aquella época la casa estaba muy abandonada, sus techos eran de pizarra negra y los guías contaban la historia con matices diferentes. Hablaban de grifería de oro y plata, de hijos militares y sacerdotes, mostraban baños e instalaciones que hoy no se muestran. Con el paso de los años el predio sumó un camping, senderos para el visitante, cabañas y todo lo necesario para pasar el día. Se sigue sin tener en claro la razón por la que el Estado demolió la casa de la servidumbre donde se encontraban las cocinas externas y las habitaciones de las más de treinta personas que componían el personal. Se sabe del túnel que comunicaba ésta cocina con la del castillo, cavado con la única utilidad de evitar que la comida se enfriara. Sigue el espacio del criadero de ranas y las promesas de ver un jabalí, un ñandú, un zorrito o un ciervo colorado, aunque posiblemente nunca veamos más que unos cuantos pájaros y muchos mosquitos. Las caballeriza continúan perfectamente restauradas y nos invitan a recorrerlas con algún guía.
Pero lo importante es ver cómo por aquellos tiempos la aristocracia vernácula fue sumando comodidades de vanguardia como los baños internos, la iluminación a gas de carburo y posteriormente eléctrica con un generador externo, calefacción por caldera, que a su vez proporcionaba algo parecido a una loza radiante y una presión de agua suficiente, gracias al tanque del millón, que le permitía subir hasta los baños del primer piso.
El lujo y despilfarro de la oligarquía en su máxima expresión, al que le dio formato final como feudo un español sin título nobiliario pero con todas las ganas de sentirse Rey.
Taluego
Taluego
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