La Sección Industrial de Amasadoras Mecánicas (en su sigla menos conocida: Sociedad Italiana de Amasadoras Mecánicas) -SIAM- fue fundada por Torcuato Di Tella y los hermanos Allegrucci en 1911. En respuesta a la ordenanza municipal que obligaba a las panaderías a tener amasadoras mecánicas, patentaron la primera máquina de amasado: fue concebida en un garaje ubicado en el Once, un 27 de diciembre de 1910. El desafío era construir un artefacto capaz de superar a la versión importada y hacer una primera entrega de 700 máquinas en Buenos Aires. El éxito de la misión dio inicio a una compañía que supo ser sinónimo del país: para mediados de siglo era la más grande de América Latina y había creado el clásico automóvil SIAM Di Tella 1500, la moto Siambretta y las heladeras de uso comercial y familiar.
La producción de la heladera SIAM sucedía en las instalaciones de la fábrica SIAM Di Tella, ubicada en Avellaneda desde 1929. Si bien una de las promesas de la millonaria pauta publicitaria rezaba "Lo que puede hacer una máquina no debe hacerlo una mujer", al comienzo hubo resistencia: la heladera eléctrica generaba desconfianza y desconcierto, en algunos casos hasta temor. Sin embargo, una vez que los dueños de casa la probaban durante unos días, la adoptaban como un integrante más de la familia. En sólo cuatro años (de 1934 a 1938), la venta de heladeras creció de 480 a 5480 unidades anuales. Para 1948, SIAM fabricaba 11 mil heladeras al año; una década más tarde, su productividad ascendió a 70 mil unidades anuales.
El gabinete era confeccionado en chapa de acero y las puertas obtenidas por medio de una prensa de 800 toneladas que las estampaba por presión hidráulica; luego eran trabajadas en una segunda prensa que embutía metales. En la siguiente etapa eran pulidas y sopleteadas con esmaltes sintéticos y luego horneadas a altas temperaturas para darle la terminación enlozada. El interior era revestido con lana de vidrio para conservar el frío.
La evolución del modelo original incorporó inéditas transformaciones para la época: cerradura con llave, porcelana a prueba de ácido, saca hielo a palanca y estantes corredizos y regulables, entre otros. La SIAM "Sello de oro" se tomó todos estos compromisos muy en serio: "Tiene el deber moral de ser siempre el ‘leader’, porque por algo fue también el ‘pioneer’ de la Industria de la Refrigeración Eléctrica en el país". Si quedaba alguna duda, podía solicitarte el librito "¿Por qué cada familia necesita un refrigerador SIAM?". El modelo bautizado informalmente como "Bolita" por la esfera que remataba su manija, marcó las rutinas y los rituales de sucesivas generaciones. Como todo pasado que fue mejor, hoy regresa como objeto de deseo recuperado.
Además de seguir enfriando en casas de abuelos o haberse convertido en la orgullosa herencia de hijos y nietos amantes del "armatoste de chapa dura", como lo llamaban los menos cariñosos, existe una amplia cultura ‘siamística’ practicada por fanáticos de los primeros modelos de la marca. Además de los coleccionistas, están los restauradores. Las heladeras llegan como herencias de familia, son encontradas en remates o rescatadas del desuso. Además de reparar el artefacto por dentro y por fuera, reacondicionan motores originales y fabrican piezas faltantes, como cajones y puertas de freezer. "Nuestro concepto de trabajo es que el cliente se lleve una heladera nueva. Incluso tienen olorcito a recién comprada. Las SIAM son eternas". Con el mismo adjetivo defienden al enlozado que, aseguran, raras veces llega deteriorado. El tiempo promedio para restaurar y personalizar una heladera es de dos semanas.
La producción de la heladera SIAM sucedía en las instalaciones de la fábrica SIAM Di Tella, ubicada en Avellaneda desde 1929. Si bien una de las promesas de la millonaria pauta publicitaria rezaba "Lo que puede hacer una máquina no debe hacerlo una mujer", al comienzo hubo resistencia: la heladera eléctrica generaba desconfianza y desconcierto, en algunos casos hasta temor. Sin embargo, una vez que los dueños de casa la probaban durante unos días, la adoptaban como un integrante más de la familia. En sólo cuatro años (de 1934 a 1938), la venta de heladeras creció de 480 a 5480 unidades anuales. Para 1948, SIAM fabricaba 11 mil heladeras al año; una década más tarde, su productividad ascendió a 70 mil unidades anuales.
El gabinete era confeccionado en chapa de acero y las puertas obtenidas por medio de una prensa de 800 toneladas que las estampaba por presión hidráulica; luego eran trabajadas en una segunda prensa que embutía metales. En la siguiente etapa eran pulidas y sopleteadas con esmaltes sintéticos y luego horneadas a altas temperaturas para darle la terminación enlozada. El interior era revestido con lana de vidrio para conservar el frío.
La evolución del modelo original incorporó inéditas transformaciones para la época: cerradura con llave, porcelana a prueba de ácido, saca hielo a palanca y estantes corredizos y regulables, entre otros. La SIAM "Sello de oro" se tomó todos estos compromisos muy en serio: "Tiene el deber moral de ser siempre el ‘leader’, porque por algo fue también el ‘pioneer’ de la Industria de la Refrigeración Eléctrica en el país". Si quedaba alguna duda, podía solicitarte el librito "¿Por qué cada familia necesita un refrigerador SIAM?". El modelo bautizado informalmente como "Bolita" por la esfera que remataba su manija, marcó las rutinas y los rituales de sucesivas generaciones. Como todo pasado que fue mejor, hoy regresa como objeto de deseo recuperado.
Además de seguir enfriando en casas de abuelos o haberse convertido en la orgullosa herencia de hijos y nietos amantes del "armatoste de chapa dura", como lo llamaban los menos cariñosos, existe una amplia cultura ‘siamística’ practicada por fanáticos de los primeros modelos de la marca. Además de los coleccionistas, están los restauradores. Las heladeras llegan como herencias de familia, son encontradas en remates o rescatadas del desuso. Además de reparar el artefacto por dentro y por fuera, reacondicionan motores originales y fabrican piezas faltantes, como cajones y puertas de freezer. "Nuestro concepto de trabajo es que el cliente se lleve una heladera nueva. Incluso tienen olorcito a recién comprada. Las SIAM son eternas". Con el mismo adjetivo defienden al enlozado que, aseguran, raras veces llega deteriorado. El tiempo promedio para restaurar y personalizar una heladera es de dos semanas.
http://www.espacioliving.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Sobrevivió a mi punto de vista? ¡Ahora es su turno!
Sin embargo como los comentarios son una gentileza entre usted y yo, se moderarán y anularán aquellos subidos de tono, agresivos o que utilicen lenguaje soez.
Aproveche su oportunidad , dele, que total nadie lo está mirando y acá lo tratamos mejor que en el mundo real.