Ni la muerte los separa

Los humanos tendemos a atribuirle a los animales algunas características que en realidad son simplemente nuestras. La fidelidad o el mantenimiento de una misma pareja por el resto de la vida se le atribuye como atributo preponderante a los Caballitos de Mar o Hipocampos, a los Pingüinos, los Delfines, y así sucesivamente a medida que se analizan peces, aves, mamíferos y reptiles en su comportamiento de pareja. Pero tal vez el mejor exponente de la unión marital de por vida se encuentre en un pez.

Cuando lo descubrieron lo primero que notaron fue  que todos los ejemplares que encontraban eran hembras. Se trata del Rape un pez de la familia de los ceratiidae, y entre ellos, el más conocido, el Cryptopsaras couseii, llamado también pez diablo negro o pez pescador. , un animal de aspecto desagradable que vive en aguas muy profundas y que tiene fama de ser muy gruñón. Puede que se trate de la hembra más fea del planeta, cosa que si la sumamos a que vive en el hábitat más inhóspito, como lo es el solitario y oscuro fondo del mar, disminuye mucho más sus posibilidades de conquistar a algún macho por más ciego que fuera.

Su rasgo distintivo es una protuberancia de la espina dorsal que sobresale sobre la boca a modo de caña de pescar. De ahí su nombre en inglés, «anglerfish», que significa pez pescador. En la punta de dicho apéndice hay un cebo luminoso que esta caña de pescar incorporada usa como señuelo para atraer a las presas lo bastante cerca como para atraparlas. Tiene una boca tan grande y un cuerpo tan maleable que puede tragarse presas enteras que le doblan en tamaño.

Pero para los científicos el tema era encontrar al macho de la especie o en su defecto espiar el método reproductivo de semejante animal. La sorpresa fue mayúscula cuando detectaron al susodicho macho, muchísimo más pequeño que la hembra, y tan diferente a la misma que nadie diría que tienen algún parentesco en la cadena evolutiva. Inclusive el pequeño macho no cuenta con el apéndice lumínico para la pesca, y como vieron más tarde , tampoco lo necesita para sobrevivir.

El Rape macho apenas nace sube a la superficie y pasa sus primeras etapas de vida cerca de la luz del sol. Una vez adulto baja a las profundidades de hasta 2000 metros, en busca de una hembra, a la que seguramente encontrará por las luces que le decoran la cabeza o gracias al uso de unas glándulas olfativas extremadamente potentes que luce en el frente de su cara y detectan las feromonas de su futura mujer a la distancia. Pero en lugar de buscar una hembra cada vez que quiere reproducirse en el vasto abismo, el muy bicho ha evolucionado para convertirse en un compañero parásito permanente como cualquier macho quisiera ser si su patrona fuera un sofá de dos cuerpos. En un "hasta que la muerte nos separe" imposible, el rape macho joven y sin compromiso encuentra a una hembra y se acopla a ella con sus afilados dientes hasta encontrar un apropiado suministro de deliciosa sangre. Como no se suelta y su mujer es muy rica, con el tiempo llega a fundirse con ella. Abandonado a su eterno amor el bicho se conecta con la piel y flujo sanguíneo de su amada, e incluso pierde los ojos y todos los órganos internos menos los testículos, que es lo único que va a necesitar. Cada hembra puede llevar seis o más machos en su cuerpo.
Cuando la hembra expulsa sus huevos, manda instrucciones nerviosas y hormonales para que los machos eyaculen sobre los mismos y se inicie un nuevo ciclo de vida.

Claro que podría ponerme un poco más detallista e incluir otros casos de la vida animal, ya que si la vida de este pez puede parecer muy cruel, en la naturaleza todo puede empeorar.
Hay un género de gusanos llamados Osedax que viven a grandes profundidades alimentándose del esqueleto de ballenas muertas, de ahí el apropiado nombre que les han dado en inglés de zombiworms o boneworms (gusanos zombies o gusanos de los huesos).

En ésta especie los machos no se convierten en un apéndice de las hembras, sino que se convierten en endoparásitos. Las hembras son pocas y muy solicitadas, por lo que una dama Osedax tiene entre 50 y 100 machos en su interior, dedicados en cuerpo y alma a su fecundación. Por si fuera poco su destino de formar parte de un numeroso androceo, este se parecería más a una guardería, puesto que los machos nunca pasan del estado larval.

Yo voto por el pecesito, no me pregunten por qué, pero me parece mucho más romántico que un gusano.

Taluego

Fuente consultada: www.nationalgeographic.es