Sin embargo hasta Google se pone nervioso si uno sube una foto de una papa y le pone de título "Vagina". Se lo digo por experiencia propia porque los hombrecitos que pueden mostrarte un muerto amputado en una guerra pero no una teta, apenas detectaron mis fotos me mandaron de forma automática un aviso de que estaba publicando pornografía. Mire si serán ignorantes.
No, simplemente eran unas vaginas artísticas de mentira y solitarias. Solteritas le diría, así que no puedo encontrarle lo de pornografía por ningún lado.
Pero igual, los de Google y yo seguimos nombrandola mal. Lo que salta a la vista es otra cosa.
Ellos y yo deberíamos referirnos a ella como vulva pues aunque hay una relación de comunicación entre vagina y vulva, nada tienen que ver ambos genitales. La vagina es interior y la vulva exterior, le explico por si usted es hombre o no se miró con un espejito, ahí radica la principal diferenciación. De hecho, la vulva tiene una estructura muy compleja que incluye diversos órganos fundamentales para la sexualidad y que están mucho más a la vista.
Le doy una pequeña cátedra para cualquier adolescente que haya caído en este engañoso post. Es en la vulva donde se encuentran los labios, mayores y menores, que dan entrada a la vagina y al conducto urinario. También se encuentra el clítoris, fuente de placer sexual para las mujeres (no compre la metira del punto G), además de las glándulas de Skene y las de Bartolino, que también ejercen un papel fundamental de irrigación sanguínea durante las relaciones sexuales.
¿Y lo del arte?
Venimos hace rato con problemas de mapeo y titularización de las partes del cuerpo femenino pues ya desde mucho antes de la Era Victoriana, en la Antigüedad griega o romana, los héroes, los reyes e incluso los pastores eran mostrados en un abanico de actitudes y poses, siempre mostrando detalladamente los genitales. Penes erectos, penes dormidos, escrotos colgantes o redondos, con exquisita precisión. Pero existe una curiosa (y aterradoramente obvia) inconsistencia: el sexo de las estatuas femeninas, de las diosas, ninfas y nereidas que pueblan las mitologías marmóreas de los museos tienen pelvis lisas, sin ninguna sugerencia de la verdadera anatomía del cuerpo de la mujer.
La Venus de Willendorf, una de las esculturas femeninas más antiguas de las que se tiene registro, tiene una vulva claramente identificable, pero ninguna Venus del periodo clásico. Esto indicaría que la vulva se volvió muchísimo más tarde en obscena y “fea” como parte del desarrollo de la sociedad ateniense.
Algún estudioso escribió que “mientras el falo era deificado, su equivalente simbólico femenino (…) se estigmatizaba en todas partes”, volviéndose sinónimo de “irracionalidad, caos, las profundidades y lo vulgar”
El resurgimiento de la vulva y los genitales femeninos en el arte no tendría lugar sino hasta el siglo XIX, con pinturas tan famosas como El origen del mundo de Gustave Courbet, escandalosa sólo porque muestra lo que el arte se había negado a ver hasta entonces, pero que reaparece como motivo de los pétalos de flores pintados por Georgia O’Keeffe ya en el siglo XX.
El arte y el diseño reciente ha explotado la curiosa forma de la vulva en diversas formas. Mientras las mujeres comenzaron a incluir en su arte obras que ponían en primer plano y de manifiesto su sexualidad, la industria de juguetes sexuales dedicó sus esfuerzos a replicarlas pornográficamente.
Sillones, almohadones, mouses, canoas, esculturas, pinturas y calcos, tomaron por asalto las formas de la vulva para hacerla objeto artístico, curiosamente, siempre libre de vello púbico, más por una cuestión estética que por alguna perversidad.
Taluego.
Taluego.
Fuentes consultadas: http://www.diariouno.com.ar & http://www.diariofemenino.com
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