Posando para la posteridad

Por más que lo intento no puedo evitar tocar esos temas que nadie quiere tocar ni con puntero láser y caigo nuevamente en las Necropinéticas que había abandonado. No, no se preocupe, hoy no voy a hablar de cementerios ni de muertos vivos. Hoy le toca a la fotografía.

La fotografía en sus inicios se convirtió rápidamente en una profesión muy rentable. Si consideramos que antes de ella, uno debía ser rico para poder pagar a un buen pintor retratista su trabajo, no nos quedarán dudas de lo requeridos que serían los trabajos de estos señores que dejaban detenidas en el tiempo las imágenes que al resto de los mortales sólo les quedaba por admirar una sola vez y por tan solo un instante, nada más.

Juancito con su uniforme de militar.

El pueblo reunido en su fiesta patronal

Los inmigrantes llegando al puerto.

Los obreros de una fábrica.

 Los recién casados

 La foto familiar

Y por supuesto los muertos...

A finales del siglo XIX era una costumbre bastante extendida la de retratar a aquellos que nunca habían sido atrapados por las sales de plata. En primer término fueron los pequeños y más tarde los ancianos. Se montaban situaciones que intentaban hacer una "Mise en Escene" de la vida cotidiana del finado, retratándose toda la familia en derredor como posando en vida o simplemente capturando la imagen en su cofre de madera.

Hoy existen varios lugares en Internet que recopilan estas imágenes en un ejercicio tanatológico que particularmente a mi me resulta de muy mal gusto y que incluso tienen cabida en las ventas de E-Bay.

Pero aunque no pueda ni mirarlas, puedo entender el sentido que tenían para los allegados y sus afectos. Usted si quiere puede ver algunas aquí.

El caso es que para algunas personas, esas fotografías los han llevado a la inmortalidad después de muertos, pues son aquellas fotos las que los han dado a conocimiento del público en general con mayor intensidad.

Es el caso del político, pedagogo, escritor, docente, periodista, militar, Gobernador de la provincia de San Juan, Senador por San Juan y finalmente Presidente de la República Argentina entre 1868 y 1874, Faustino Valentín Quiroga Sarmiento, usualmente llamado Domingo Faustino Sarmiento o simplemente "El Loco".

Un hombre complejo de posiciones extremas y cuestionables, pero destacado luchador por la educación pública y el progreso científico y cultural del país. Tal fue su marca en la historia que en el año 1947 la Conferencia Interamericana de Educación estableció como día Panamericano del Maestro el 11 de setiembre, fecha de su fallecimiento en el año 1888. (¿Siempre conmemoraremos en base a los  fallecimientos?)

En sus últimos años los pulmones lo tuvieron a mal traer y por eso decidió mudarse a Paraguay junto con su hija Faustina y su nieta María Luisa Belín de Sarmiento. El hombre la tenía muy clara, no iba a volver, tal es así que escribió su propio epitafio  

"Una América todo asilo, de los dioses todos con idiomas, tierra y ríos libres para todos"(¿?)

 (Los signos son míos)

Además uno de sus amigos, José Muñiz, le había regalado un terreno en el cementerio de La Recoleta que para la época era una "paquetería" y toda una novedad. Sarmiento lo aceptó de muy buen agrado principalmente porque estaba cerca de la tumba de su hijo Dominguito.

Así las cosas se mudaron a una casita de madera en una anexo del hotel La Cancha cuyo jardín con naranjos, palmeras y muchos pájaros le alegrarían los días por demás. Al principio Sarmiento se ponía su sombrero de paja y salía a trabajar en ese mismo jardín, aún cuando se lo podía ver respirando con dificultad. Incluso y a pesar de su afección, a pocos metros de allí comenzó la construcción de una casa de última generación cuyos planos encargó en Bélgica. La misma era una construcción isotérmica construída con chapa doble de acero y una cámara aislante en el interior de las paredes que permitía la libre circulación del aire refrigerando el interior de las habitaciones. Su nieta diría más tarde que el trabajo sobre esta casa lo acercó más aun a la muerte.

La construcción del pozo de agua de la misma, le dió tantos problemas que cuando llegó a los treinta metros de profundidad y encontró la misma, ordenó traer cerveza y se puso a brindar con los peones mientras ondeaban banderas argentinas y paraguayas.

Este exceso lo llevó a guardar cama, de la que nunca se volvería a levantar

En el último parte médico, se menciona una lesión orgánica del corazón cuyo pronóstico era "incurable". El informe lo firmaron sus médicos de cabecera Andreussi y Hasser.

Sarmiento falleció en su cama a las 2 de la madrugada del 11 de setiembre de 1888. Faustina llamó inmediatamente a Manuel de San Martin, famoso fotógrafo de la época, quien acudió a la casa para realizar el trabajo.

Intentó con varias tomas atrapar la imagen de prócer en su último lecho, pero la luz le hacía jugarretas y las tomas no tenían la claridad requerida.

Entre todos cargaron el cuerpo de Don Domingo hasta la sala de estar y lo depositaron en su sillón predilecto, al que siempre recurría para calmar un constante dolor en sus riñones.

Allí, en ese sillón San Martín tomó la imagen póstuma que ha sido difundida desde entonces creando el mito de que el gran estadista y pensador había fallecido mientras trabajaba en la corrección de algunos textos propios. Muchos prefieren pensar que sólo la muerte pudo detener en sus tareas a Don Domingo.

El tiempo a transcurrido y la fotografía ha cambiado su estatus para pasar a ser algo cotidiano. Hoy podemos recordar a nuestros queridos muertos con la alegría de una toma en un día soleado, justo en aquel momento de felicidad que nos encontró juntos y que nada ni nadie podrá hacernos olvidar.

Taluego.

Sarmiento en fotografía Post Mortem

Fuentes consultadas: Mónica Martín, Daniel Balmaceda y Wikipedia