Era una tarde de esas que derriten el asfalto. 33ºC a la sombra y 99,9% de humedad ambiente. Seguramente usted estaría metido en la oficina, el shopping o cualquier lugar a mano que tuviera un mínimo de aire acondicionado. De lo contrario se movería cuidadosamente como quien arrastra una tonelada de papa asada tras de sí, saltando de sombra en sombra para no quedar pegado bajo el rayo del sol.
Casi como un juego de rayuela, andaría saltando de una pata a la otra esquivando donde el sol pega y se guarecería bajo el toldo de la esquina a la espera que el semáforo cambie, para comenzar el cruce de la calle a las corridas con tal de minimizar la exposición al sol.
Si ya sé, que usted es el mismo que después cuando se va a la playa, se pone el primer día panza arriba a las 12 del mediodía a tomar sol, sin protector solar y con un aceite de coco que le trajo La Clotilde del Caribe, asegurándole un tono bronceado como jamás habían visto por acá.
Mire, tostado de tercer grado se llama. No sea animal, que el Instituto del Quemado está lleno de gente como usted.
Bueno, le decía que hacía calor. (Que poder de síntesis que tengo). Estaba parado en la esquina de Borges y Soler, mirando por Soler para el lado de Thames. Si usted no se ubica, le digo, barrio de moda dentro de Palermo, casas mayormente bajas y antiguas con un salpicré de edificios nuevos de mala calidad. Ese lugar que los envidiosos de lo foráneo bautizaron Palermo Soho por la abundancia de artistas vernáculos como ocurriría con el Soho de Manhattan (South of Houston Street).
La cuadra en sí tiene ese beneficio que disfrutan algunas pocas con el cartel de permitido estacionar en la mano izquierda. Pero claro, se llena. Si hay cartel seguramente más de la mitad de la cuadra está pintada con cordones amarillos por que ponen un garaje al lado del otro y el cartel al final resultó ser otro gasto inútil del Gobierno de la Ciudad.
De la mano derecha casi todo ocupado menos dos o tres lugares a pleno rayo de sol. Es decir, si cuatro arboles nos procuran un poco de sombra para no recalentar a más de 70 ºC nuestros autitos, seguramente habrá cerca de dos autos por pedazo de sombra que encima uno tiene que calcular para donde cuernos se va a mover en las próximas horas para no quedarse derretido adentro al regresar.
De repente llega una camioneta cuatro por cuatro. No una de esas tipo LADA NIVA o ARO, no señor una acorde con el lugar, es decir una Mercedes Benz GL 320 Class. Si, las camionetas que los cosos de este barrio le compran a la jermu para que vaya a buscar a los chicos al colegio, que para mayores datos, queda a tres cuadras del departamento. La conductora, una rubia no natural con pechos de 400 cc a 5000 U$D el par , colágeno en reabsorción labio superior y Botox casi vencido en frente y pómulos, se detiene en doble fila para esperar un lugar y de paso hablar por su celular. En el asiento de atrás dos pequeños marabuntas de entre seis y siete años, arman bataola y berrinches demostrando que con estos bichos dominando el futuro la raza humana ha sido condenada sin remedio a la extinción.
La mujer habla incansablemente por su aparato mientras se mira una pequeña pata de gallo en el espejo de cortesía y cada dos por tres interrumpe su charla para decirle a los chicos que la terminen.
Obvio, ni pelota.
La ciudad sigue calentando el cemento y no se libera ningún lugar. Seguramente usted continuaría el viaje, daría una vuelta por acá, otra por allá y capaz que en dos o tres cuadras a la redonda encontraría el espacio necesario para aparcar semejante bestia y desandaría el camino hasta su casa con la tranquilidad de haber dejado la "chata" a buen recaudo.
Noooo, señor, no, que vá.
La chica en cuestión (Bah¡, cerca de 35 años) mira por aquí, mira por allá y ve un autito que está aparcado muy orondo bajo la sombra de un ficus con un pequeño espacio frente a él antes de caer en el territorio de la boca de entrada de un garaje. La monona, mete primera y se ubica detrás de este hermoso Renault 12 modelo 1976, cuidadito, cuidadito, mire, que seguro el dueño hasta duerme con él en el garaje. No sé que tienen estos Renault 12 que me emocionan. Será por que los llamaban "El Auto Argentino "?, bueh, la cuestión es que la mujerzuela pone la tracción 4x4 y como quien no quiere la cosa, me empuja el Renolito hacia adelante dejándolo a plena luz del sol y con medio capot asomado en la línea del garaje de al lado.
Claro, la Mercedes quedó barbara debajo del ficus.
Mujer groncha de zona norte, se baja como si nada, juntando a todos esos pequeños animalejos que llama hijos y se dirige hacia su casa, justo enfrente, sin mirar hacia atrás ni por asomo.
Las tripas se me retuercen mire. Me dan ganas de decirle :
!!! Guacha, no seas tan turra ¡¡¡
pero sería demasiado fino de mi parte y probablemente no registraría de que cuernos le estoy hablando.
Miro hacia arriba del ficus y veo esos cables que nunca se sabe si son de la tele o del teléfono. Empiezo a contar: uno; dos; tres; cuatro;... son exactamente 87, si señor 87 palomas descansando sobre el cable, que está sobre el ficus, que está sobre la Mercedes Benz 320 Class, que está sobre Soler, entre Borges y Thames.
Digo yo, si Dios realmente es justo, aunque sea una no podría tener diarrea?
Taluego.
El mundo es de los remalditos caraduras. sea como sea, alguna vantaja sacan los remalditos.
ResponderEliminarPor eso, siempre he soñado en salir con mi Renault gordini, a chocar "4x4" por las calles cèntricas.
Pero no tengo seguro, no me animo.
saludos
Si, alguna cagará. Pero eso no es suficiente. Pinchar gomas, rayar 4x4, son también opciones válidas. Odio esas camionetas y a sus tripulantes.
ResponderEliminarLamento decirte que eso no es Palermo Hollywood, sino Palermo Soho o Palermo Viejo.
Abrazos.
Gaucho, cuide ese Gordini que es una joyita. A mi las 4x4 me gustan como el Dakar. No me banco a esta minas que las usan como arrietes para llevarse el mundo por delante
ResponderEliminarMostro, gracias por avisarme. Me empantané entre tantas fronteras inmobiliarias. Ya corregí el error.
Un abrazo a ambos