Maniac es un entretenimiento, un juego de guiños entre el director y los espectadores. Maniac no es para todos, requiere cierta predisposición al humor que no nos hace reír a carcajadas pero es una caricia al intelecto.
Y les hablo de la miniserie de diez capítulos de Netflix, lo aclaro para que no se confundan con una película del 2012 que no tiene nada que ver. Maniac es una serie de televisión estadounidense de comedia negra basada en la serie de televisión del mismo nombre de Hakon Bast Mossige y Espen PA Lervaag que se estrenó el 21 de septiembre de 2018 en Netflix.
La serie está escrita por Patrick Somerville, dirigida por Cary Fukunaga y protagonizada por Emma Stone ( de la que siempre me enamoro), Jonah Hill (que se descubre como un excelente actor lejos de la comedia), Justin Theroux, Sonoya Mizuno, Gabriel Byrney Sally Field (diosa como siempre).
En Maniac, encontramos una historia interesante que podría haber dado para un jugoso drama, sobre todo cuando en el reparto tienes a los monstruos mencionados. Básicamente se trata de dos tramas paralelas de superación de traumas: por un lado, la de una chica que fue maltratada por su madre, que se siente culpable por la muerte de su hermana en un accidente de tráfico y que ha perdido la capacidad de conectar con nadie, incluido su padre. Por otro, la de un chico con rasgos psicóticos que es extorsionado por su familia, culpable de muchas de sus obsesiones, para librar a su hermano de un escándalo judicial. Sus caminos se cruzan y se ayudan mutuamente a cerrar heridas, a aceptar la realidad y a tirar hacia delante.
La serie está escrita por Patrick Somerville, dirigida por Cary Fukunaga y protagonizada por Emma Stone ( de la que siempre me enamoro), Jonah Hill (que se descubre como un excelente actor lejos de la comedia), Justin Theroux, Sonoya Mizuno, Gabriel Byrney Sally Field (diosa como siempre).
En Maniac, encontramos una historia interesante que podría haber dado para un jugoso drama, sobre todo cuando en el reparto tienes a los monstruos mencionados. Básicamente se trata de dos tramas paralelas de superación de traumas: por un lado, la de una chica que fue maltratada por su madre, que se siente culpable por la muerte de su hermana en un accidente de tráfico y que ha perdido la capacidad de conectar con nadie, incluido su padre. Por otro, la de un chico con rasgos psicóticos que es extorsionado por su familia, culpable de muchas de sus obsesiones, para librar a su hermano de un escándalo judicial. Sus caminos se cruzan y se ayudan mutuamente a cerrar heridas, a aceptar la realidad y a tirar hacia delante.
El director Fukunaga sitúa la acción es una Nueva York retro-futurista, en la que la robótica más avanzada parece sacada de un videojuego arcade ochentoso. Primero presenta a Owen, el personaje de Jonah Hill, y utiliza una narrativa acorde a su esquizofrenia, como una pesadilla kafkiana a todo color en la que se intuye una mezcla de realidad y paranoia. En el segundo capítulo pasamos al punto de vista de Annie, más realista, y nos ubicamos en un laboratorio que es como una caricatura del cliché de los científicos japoneses bajo luces de neón.
En plan muy resumido, los protagonistas se someten a un tratamiento experimental en el que se conectan a un ordenador que tiene alma –y es una réplica de la madre de su creador– y que, en tres fases, les enfrenta a sus traumas a través de realidades soñadas. Casi ocho de los diez capítulos de duración dispar de Maniac relatan esos viajes mentales, con giros propios del surrealismo 'clásico' y cada uno con una estética y género distinto.
De manera casi casual y a pesar de la tecnología utilizada, los protagonistas descubren en esos distintos escenarios por qué están traumatizados y qué tienen que hacer para superar sus taras.
La serie juega con nuestra interpretación de lo ridículo y nos deja con un cierre que nos remite a las primeras líneas del relato. Nadie se enamora, nadie se casa, solo nace una amistad entre dos almas rotas.
Y para mi, eso es más que suficiente.
Taluego.
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