Carlos, el mozo del bar donde religiosamentme voy a tomar mi café americano cortado, me pregunta: -¿ Vio el partido jefe ?-
-No, no me gusta el fútbol- fue mi repetida respuesta.
El pobre Carlos se quedó con las ganas de charlar un rato y aunque hizo silencio y volvió detrás de la barra, no tardó en acercarse para comentar las peripecias de Messi y Sampaoli mientras yo intentaba meter algún bocadillo que no fuera extremadamente idiota. Así que repetí lo que había leído y escuchado en la tele, mezclado con algunos datos de mi hijo que es tan fanático del fútbol que se rompió los ligamentos cruzados practicándolo.
Pero nada hace que me interese el balonpié dejándome sin tema de charla con el 90% de los humanos masculinos.
Un garrón.
A pocas cuadras un muchacho bien vestido pero de lenguaje tumbero, trataba de imponerle sus opiniones sobre el partido al empleado de un maxiquiosco que no sabía cómo sacárselo de encima. Una nena que pasaba con su madre se asustó tanto pensando que era una pelea a muerte, que la madre debió explicarle que no se estaban tratando de matar, ni nadie saldría lastimado, sino que un subnormal estaba tan excitado que no podía dejar de gritar a los cuatro vientos opiniones que a nadie le interesaban en lo más mínimo.
Pareciera que hay que opinar de todo como si uno fuera un DT. Pero a mí nunca me interesaron los deportes de contacto. Siempre fui un "patadura". Alguna vez traté de interesarme en el basket, pero no, no soy deportista.
Según recuerdo a eso de los 8 años y a pesar de mi asma galopante, intenté jugar al fútbol con mis vecinos, en el potrero que existía casa por medio. Los pibes me llevaban hasta 8 años de delantera , así que mis posibilidades de encajar eran escasas y mis conocimientos nulos. Para colmo en mi casa no existían las malas palabras, así que apenas comenzaron con el "para allá pelotudo" o "con la mano no boludo" mis ganas de compartir un sano momento entre machos y a las patadas, pasó al olvido.
Desde entonces fui dueño del arco en toda la secundaria, único lugar donde me podían obligar a jugar aunque no fuera gordo, con la amenaza de no aprobar una materia que odiaba: Educación Física.
Ver el fútbol por televisión tampoco funcionaba. Me ponía como loco y el corazón se me salía por la garganta cuando mi equipo no ganaba. Así que mi viejo se acostumbró a que no lo acompañara nunca más a Independiente o River para ver algún clásico de domingo. Odiaba esos lugares donde uno podía ver como la hinchada le escupía en la pelada a los que pasaban, incluido tu viejo, o llenaba bolsas de plástico con orín y materia fecal para arrojarlas a las otras tribunas.
No, el fútbol nunca fue para mí.
Como resultado vi mucho boxeo. Con una copita de cogñac o Ponche Capitán de Castilla, acompañando a mi viejo frente a la tele. Luego me gustó el automovilismo, hasta pensar que podía llegar a correr algún día.
Pero lo más cercano a un deporte que practiqué fue el Paddle, y solo durante dos o tres años.
No, está claro, no soy deportista.
Así que cuando llega un Mundial como ahora, usted no me verá discutiendo con nadie ni posteando mi opinión sobre Messi o Sampaoli (los únicos que recuerdo). No soy como las minas que se acuerdan del fútbol cuando lo televisan desde otro país y tienen permitido hacer bardo.
No me interesa.
Por más que me esfuerce.
Taluego.
No me acuerdo de verte jugar en el monte Petete, pero si me acuerdo de como dibujabas.
ResponderEliminarRecuerdo del monte Petete cuando uno sacó un arma y se puso a disparar. Eran todos pataduras jeje.
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