sábado, 2 de junio de 2018

En esta bañadera nos morimos de calor

Viajábamos en un hermoso micro a velocidades respetables y de todas forma aparecía un cántico que venía de épocas pretéritas y autor indefinido: "Chofer, chofer, apure ese motor que en esta bañadera nos morimos de calor!". Una y otra vez se repetía la cantinela hasta que el chofer perdía la paciencia y aminoraba la marcha para hacernos gritar de bronca. El tema siempre fue la falta de refrigeración en los micros escolares utilizados para hacer pequeñas excursiones, pero nadie sabía por qué se incluía el término bañadera. 
Nadie de esa edad, claro.
Luego fue suplantado por el de "cafetera"

En 1970 el término "bañadera" fue incorporado como argentinismo por la Real Academia Española, definiendo a un autocar descubierto

Antes, se habían usado los llamados coches italianos imperial, de dos pisos, que presentó la Compañía Argentina de Autobuses en 1924.

Pero la bañadera eran un ómnibus convertible de los 30 con la mayor longitud conocida en la época. Contaban con una capota desmontable de color gris pues en el verano la capota no se colocaba, pero en el invierno, lo cerraba completamente.

Usualente de color verde claro y blanco, la bañadera tenía 2 filas de 20 asientos dobles cada una, más una fila de asientos individuales que se armaba con los respectivos apoya brazos, siendo su capacidad total de 50 pasajeros sentados. Y no te dejaban viajar parado.


Los viajes regulares eran durante los fines de semana, al hipódromo de día y por las noches, paseos por la ciudad o al Balneario de la Costanera Sud, donde era parada obligada la tradicional cervecería Munich, permitiendo degustar cerveza “bien tiree” y disfrutar los espectáculos de varieté.

Sus paradas oficiales se encontraban cercanas a las estaciones del ferrocarril, frente a la plaza Once, plaza Constitución, estación Retiro y también frente al Congreso.


Por eso de allí proviene la cancioncita, que era de uso frecuente en las excursiones escolares, donde a primera hora, los alumnos y maestros subían a este pintoresco vehículo, con destino a algún parque de la ciudad, a vivir un día distinto, ya sea disfrutando de los clásicos juegos: tobogán, sube y baja o hamacas, o de los improvisados partidos de fútbol, grado contra grado, que siempre eran motivo de bromas y disputas. A la media mañana, un sandwich de mortadela, obsequio de la cooperadora, era un leve paliativo para el apetito de ese día. De regreso en la bañadera, cantos y ocurrencias del momento contribuían a acortar un viaje que en todo momento era agradable.
Los sábados y domingos, las bañaderas tomaban otro rumbo: contratadas por las empresas rematadoras, transportando gratis a los interesados en adquirir los terrenos para coronar el sueño de la casa propia y alejarse definitivamente de la pocilga del inquilinato o conventillo de la ciudad.


Fuente consultada : http://blogs.monografias.com/el-buenos-aires-que-se-fue





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