Un día de 1967 Robert Kearns , un ingeniero de la Universidad de Detroit con un doctorado, acudió a las oficinas de Ford en Detroit para presentarles su nuevo invento: los limpiaparabrisas intermitentes. Aunque, en un principio, la empresa mostró cierto interés en la idea, después de un tiempo dejaron de devolverle las llamadas. La sorpresa fue mayúscula cuando en 1969 apareció el primer Ford equipado con unos limpiaparabrisas… intermitentes.
La historia no ha pasado desapercibida por el público y en 2008 llegó como película a la pantalla de plata con el nombre "Flash of genius"
En los tiempos en que transcurrieron los acontecimientos relatados, los limpiaparabrisas funcionaban accionados por un cilindro de vacío y lo hacían de manera continua, sin pausas entre una pasada y la siguiente. Se podía variar la velocidad, pero los limpiaparabrisas siempre estaban trabajando aún cuando la humedad no era suficiente como para molestar a la vista, lo cual, en algunas circunstancias, resultaba molesto por el ruido resultante de las escobillas trabajando en seco.
Para pausar el movimiento otros antes que Kearns habían intentando diseñar un sistema intermitente. El primero había sido idea de un ingeniero de Ford que a principios de los años 50 había inventado uno basado en un interruptor bimetálico que no acababa de funcionar del todo bien, en especial los días de mucho frío. En los 60 fueron los ingenieros de otra empresa llamada Trico, los que desarrollaron un sistema en el que una bomba de vacio comprimía un fuelle, que accionaba un interruptor. El sistema era mucho más complicado que los anteriores de vacío que movían continuamente los limpiaparabrisas y, además, presentaba los mismos problemas cuando el motor iba a toda velocidad.
La solución de la época llegaría de la mano de Kearns, quien en 1963 desarrolló su sistema de limpiaparabrisas intermitentes a partir de componentes electrónicos comunes. El ritmo de las escobillas era regulado mediante la carga y descarga de un condensador. Cuando la carga del condensador alcanzaba un cierto voltaje, el condensador se descargaba y activaba el motor eléctrico del limpiaparabrisas durante un ciclo completo. El tiempo de recarga sería el tiempo de pausa en el barrido.
Aún con las patentes bajo el brazo, el día que presentó su prototipo a los ejecutivos de Ford debió mostrar el detalle de su invento porque se trataba de un dispositivo que afectaba la seguridad. Según parece, alguno de ellos también era ingeniero y con esa mínima información logró plagiar la idea y utilizar la fuerza legal de la empresa para acallar cualquier reclamo del verdadero inventor.
Apenas unos años más tarde, el resto de los fabricantes seguirían el camino marcado por Ford y comenzarían a incorporar los limpiaparabrisas intermitentes pagándole las regalías de dicho invento. En 1976, uno de los hijos de Kearns compró el circuito electrónico de un limpiaparabrisas intermitente de un Mercedes Benz. Después de desarmarlo comprobó que era prácticamente idéntico al que él había diseñado. Parece que la noticia y el estrés de la lucha legal cobró como precio la salud del inventor quien tuvo una crisis nerviosa a causa de la cual fue ingresado en una clínica psiquiátrica.
Si bien consiguió recuperarse, no volvió a ser el mismo. Para cuando comenzó con su cruzada legal, Kearns ya no trabajaba, sino que vivía de una pensión por discapacidad que había obtenido después de su crisis nerviosa, pensión que complementaba con los beneficios que obtenía invirtiendo en divisas. Su única misión en la vida era luchar contra los fabricantes de coches que "le habían robado su invención". En 1978, denunció a Ford exigiendo 141 millones de dólares por daños (cifra que posteriormente elevaría a 325 millones). En total, serían 26 las empresas denunciadas.
Todas las empresas denunciadas justificaban su rechazo a pagar, sosteniendo que cualquier actividad inventiva tenía que incorporar un cierto grado de originalidad y novedad para ser considerada como tal. De esta manera, una invención no podía ser un resultado obvio para alguien ducho en el tema como así consideraban los abogados de Ford que era el caso. Para ellos, añadir un “dispositivo de temporización electrónico era obviamente la siguiente idea a probar. ¿Cómo puedes patentar algo que es la evolución natural de la tecnología?“.
Otra de las objeciones que ponían a la patente de Kearns era que era demasiado amplia, demasiado vaga para ser válida. Ford sostenía, además, que la patente era invalida puesto que el sistema de Kearns no incorporaba ningún componente nuevo. Kearns, por el contrario, defendía lo contrario y encontró el apoyo de la Cortes de Apelación y del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En julio de 1990, un tribunal federal dictaminó que Ford había infringido de manera involuntaria las patentes de Kearns y condenó al fabricante a pagar 5.16 millones de dólares. Kearns apeló la sentencia y acabó recibiendo 10.2 millones. Si el juez hubiera dictaminado que la infracción hubiera sido voluntaria, el dinero que Ford hubiera tenido que pagarle hubiera sido dos o tres veces más.
Después de ganarle a Ford, le tocaba el turno a Chrysler. En diciembre de 1991, un tribunal federal dictaminó que Chrysler también había infringido la patente de Kearns, esta vez, además, de manera desleal. El gigante de Detroit fue condenado a pagar 18.7 millones más intereses. Chrysler recurrió al Tribunal Supremo, pero este dictaminó que Kearns tenía derecho al dinero, aunque, eso sí, no podía exigir que Chrysler dejara de usar su invención. En 1995, finalmente, obtuvo unos 30 millones de Chrysler, de los cuales 10 fueron para pagar los honorarios de sus abogados. Tal vez para demostrar cuales eran las verdaderas prioridades de su lucha, tardó varios años en recoger este dinero.
Con el tiempo sus patentes expiraron y Kearns se retiró a una casa que había comprado cerca de Queenstown. Su cruzada personal había llegado a su fin, aunque de tanto en tanto aún llamaba a sus hijos y a su abogado con la intención de reabrirla. Pese al dinero que había obtenido de Ford y Chrysler, Kearns seguía llevando una vida más bien modesta. Conducía un pickup Ford del 1978 y un Chrysler del 1965. Ninguno de ellos equipado con limpiaparabrisas intermitentes, como tampoco lo habían sido ninguno de los otros coches que había tenido. Fue otra de sus formas de luchar contra la injusticia que había sufrido.
Finalmente, el 9 de febrero del 2005, a los 77 años de edad murió a causa de tumor cerebral que se había complicado por el alzhéimer. Su batalla legal contra los gigantes del automóvil le había costado su matrimonio, su salud mental y casi sus hijos.
Había conseguido dinero, había tenido seis hijos, pero no había podido cumplir la última parte de su sueño: dirigir su propia fábrica en la que fabricar sus limpiaparabrisas y su última invención, unos limpiaparabrisas que se activaban automáticamente con la lluvia.
Había conseguido dinero, había tenido seis hijos, pero no había podido cumplir la última parte de su sueño: dirigir su propia fábrica en la que fabricar sus limpiaparabrisas y su última invención, unos limpiaparabrisas que se activaban automáticamente con la lluvia.
Les resultan conocidos ?
Fuente: http://www.cabovolo.com
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