Tres días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2015, el encargado de mi edificio tocó a mi puerta. Traía en su mano un telegrama y una sonrisa sardónica dibujada en el rostro. - Te agarraron - me dijo con satisfacción. Era la convocatoria como autoridad de mesa. Me había tocado la suplencia del presidente de mesa y no había mayores datos que informaran sobre la actividad.
Lo primero fue averiguar dónde podía hacer el curso, pero para mi sorpresa ya no había turnos disponibles ni siquiera en el Colegio de Abogados. Había que hacerlo por Internet, cosa que si bien es más cómoda, tiene la deficiencia de no permitir las preguntas que eliminarían cualquiera de nuestras dudas.
Aprobado con un 85% en el primer intento, me dí cuenta que la preparación era deficiente aunque me colgaran una cocarda. Incluso hay tres intentos y se computa el mejor promedio de los tres.
Llegó el día.
Las siete de la mañana de un domingo es una representación gráfica de la soledad, y más si cuando llegás a destino tampoco hay nadie y te tenés que quedar esperando a que llegue el presidente de mesa designado para que le entreguen la urna y su contenido. El tipo, de unos 25 años, llegó semidormido después de una noche de parranda, unos veinte minutos tarde, cuando ya casi me estaba por hacer con el poder presidencial por medio de un golpe de estado horario.
Armamos todo a los ponchazos mientras la gente esperaba con mala cara. Sin haber completado todos los pasos, votaron los primeros y de a poco fuimos ordenando todo con la ayuda del fiscal del FPV y la fiscal de Cambiemos.
Pronto noté que la fiscal representante de la Junta Electoral, una chica super dinámica y eficiente, era la única persona que se tomaba todo en serio. El fiscal del FPV era un patovica que trabajaba para una empresa de recitales que no tenía ningún empacho en contar que se hacía un sobresueldo con la plata que le daban por dejar pasar gente a los palcos VIP , siempre y cuando le pagaran una suma importante. La fiscal de Cambiemos estaba más preocupada porque salía de crucero al Caribe al día siguiente, y el presidente de mesa intentaba salir del coma alcohólico de la noche pasada.
Me resultó evidente que todos eran amigos desde la última elección y que el tipo dejaba que la gente votara incluso con la Tarjeta Naranja, VISA o CABAL en lugar del documento de identidad. Por supuesto que se lo reclamé con la mejor cara que pude, pero como no me daba bola le susurré por lo bajo un - mirá que si seguís así te tengo que denunciar e impugnar - Si bien el tipo no acusó recibo de inmediato, comenzó a consultar que qué me parecía tal o cual documento antes de dejarlo pasar. En la medida que iba rechazando gente me vi en la obligación de confirmar algunas medidas con la fiscal de la Junta Electoral. Mientras mis colegas me cantaban al mejor estilo de escuela primaria - andá a preguntarle a la señorita. Señorita !!! Señorita !!! ese chico me molesta - la mina , ni corta ni perezosa, me alertó sobre la dudosa credibilidad de mi mesa y acercándose para que todos la escucharan me dio su número de móvil y me pidió que me comunicara para lo que fuera.
Con mi autoridad fortalecida pasé de suplente inservible a peligro inminente, y así pasaron de la burla al respeto forzado.
Luego de un altercado con un ciudadano que recordaba como el presidente de mesa lo había destratado para atender a un grupito de amigas que lo habían ido a visitar en la elección anterior, cerramos el acto mientras el fiscal del FPV declaraba la victoria por afano de sus candidatos a nivel nacional y provincial. Justo cuando C5N hacía lo mismo y la jueza Servini desviaba el envío de las urnas a otro depósito del Correo Argentino porque Lilita Carrió había denunciado un fraude que ya estaba en marcha.
Y a pesar de los pronósticos, nos fuimos a una segunda vuelta o ballotage presidencial.
A los pocos meses otra vez a levantarse temprano en domingo pero sin angustias por enfrentar lo inesperado. Llego casi sobre la hora y no había aparecido nadie de mi mesa. Otra vez el trasnochado llegaría tarde. La sorpresa fue que cuando llegó, unos quince minutos tarde, fue impugnado por la Junta Electoral debido a que detectaron que el tipo estaba afiliado al FPV desde hacía años. Si, usted sabe que las autoridades de mesa no pueden tener afiliación a un partido. Solo los fiscales pueden. Así que me convertí en el presidente déspota que aplica la ley y hace que se cumplan las reglamentaciones. Mandé a varios a buscar el documento más reciente a la casa y me banqué al patovica contándome sobre su vida de trabajos fuera de la ley. Incluso me presentó a su hijo de 9 años que lo vino a visitar por la tarde. Tarde también me di cuenta que le había regalado todas las golosinas y víveres que entrega el Estado para que afrontemos lo largo y tedioso del día. Si, el kirchnerista nos robó hasta los caramelos.
La fiscal de Cambiemos no apareció y en su lugar se presentó otra anodina que no se diferenciaba de la que asignaron al mediodía como suplente de mesa. Había que estar muy atento para darse cuenta que existían.
El recuento fue sencillo y el empate era casi cantado. Apenas por unos cuantos votos ganaba Mauricio Macri sobre el impresentable Scioli.
Me quería ir a casa, pero fuimos los últimos en entregar la urna cerrada con el conteo por problemas que eran ajenos a la mesa. El Correo Argentino me dio el vale para cobrar mis honorarios, cosa que recién ocurrió seis meses más tarde.
Cobré la primera y segunda vuelta con el adicional por el curso realizado.
Tiempo después, con Cambiemos en el gobierno me llamaron a casa para preguntarme si había cobrado en tiempo y forma y cuando les dije que no, que había sido una calesita interminable, me di cuenta que alguien del correo había puesto a trabajar la plata en un plazo fijo.
Es que en mi sucursal todos los empleados eran de La Campora.
Taluego.
Llegó el día.
Las siete de la mañana de un domingo es una representación gráfica de la soledad, y más si cuando llegás a destino tampoco hay nadie y te tenés que quedar esperando a que llegue el presidente de mesa designado para que le entreguen la urna y su contenido. El tipo, de unos 25 años, llegó semidormido después de una noche de parranda, unos veinte minutos tarde, cuando ya casi me estaba por hacer con el poder presidencial por medio de un golpe de estado horario.
Armamos todo a los ponchazos mientras la gente esperaba con mala cara. Sin haber completado todos los pasos, votaron los primeros y de a poco fuimos ordenando todo con la ayuda del fiscal del FPV y la fiscal de Cambiemos.
Pronto noté que la fiscal representante de la Junta Electoral, una chica super dinámica y eficiente, era la única persona que se tomaba todo en serio. El fiscal del FPV era un patovica que trabajaba para una empresa de recitales que no tenía ningún empacho en contar que se hacía un sobresueldo con la plata que le daban por dejar pasar gente a los palcos VIP , siempre y cuando le pagaran una suma importante. La fiscal de Cambiemos estaba más preocupada porque salía de crucero al Caribe al día siguiente, y el presidente de mesa intentaba salir del coma alcohólico de la noche pasada.
Me resultó evidente que todos eran amigos desde la última elección y que el tipo dejaba que la gente votara incluso con la Tarjeta Naranja, VISA o CABAL en lugar del documento de identidad. Por supuesto que se lo reclamé con la mejor cara que pude, pero como no me daba bola le susurré por lo bajo un - mirá que si seguís así te tengo que denunciar e impugnar - Si bien el tipo no acusó recibo de inmediato, comenzó a consultar que qué me parecía tal o cual documento antes de dejarlo pasar. En la medida que iba rechazando gente me vi en la obligación de confirmar algunas medidas con la fiscal de la Junta Electoral. Mientras mis colegas me cantaban al mejor estilo de escuela primaria - andá a preguntarle a la señorita. Señorita !!! Señorita !!! ese chico me molesta - la mina , ni corta ni perezosa, me alertó sobre la dudosa credibilidad de mi mesa y acercándose para que todos la escucharan me dio su número de móvil y me pidió que me comunicara para lo que fuera.
Con mi autoridad fortalecida pasé de suplente inservible a peligro inminente, y así pasaron de la burla al respeto forzado.
Luego de un altercado con un ciudadano que recordaba como el presidente de mesa lo había destratado para atender a un grupito de amigas que lo habían ido a visitar en la elección anterior, cerramos el acto mientras el fiscal del FPV declaraba la victoria por afano de sus candidatos a nivel nacional y provincial. Justo cuando C5N hacía lo mismo y la jueza Servini desviaba el envío de las urnas a otro depósito del Correo Argentino porque Lilita Carrió había denunciado un fraude que ya estaba en marcha.
Y a pesar de los pronósticos, nos fuimos a una segunda vuelta o ballotage presidencial.
A los pocos meses otra vez a levantarse temprano en domingo pero sin angustias por enfrentar lo inesperado. Llego casi sobre la hora y no había aparecido nadie de mi mesa. Otra vez el trasnochado llegaría tarde. La sorpresa fue que cuando llegó, unos quince minutos tarde, fue impugnado por la Junta Electoral debido a que detectaron que el tipo estaba afiliado al FPV desde hacía años. Si, usted sabe que las autoridades de mesa no pueden tener afiliación a un partido. Solo los fiscales pueden. Así que me convertí en el presidente déspota que aplica la ley y hace que se cumplan las reglamentaciones. Mandé a varios a buscar el documento más reciente a la casa y me banqué al patovica contándome sobre su vida de trabajos fuera de la ley. Incluso me presentó a su hijo de 9 años que lo vino a visitar por la tarde. Tarde también me di cuenta que le había regalado todas las golosinas y víveres que entrega el Estado para que afrontemos lo largo y tedioso del día. Si, el kirchnerista nos robó hasta los caramelos.
La fiscal de Cambiemos no apareció y en su lugar se presentó otra anodina que no se diferenciaba de la que asignaron al mediodía como suplente de mesa. Había que estar muy atento para darse cuenta que existían.
El recuento fue sencillo y el empate era casi cantado. Apenas por unos cuantos votos ganaba Mauricio Macri sobre el impresentable Scioli.
Me quería ir a casa, pero fuimos los últimos en entregar la urna cerrada con el conteo por problemas que eran ajenos a la mesa. El Correo Argentino me dio el vale para cobrar mis honorarios, cosa que recién ocurrió seis meses más tarde.
Cobré la primera y segunda vuelta con el adicional por el curso realizado.
Tiempo después, con Cambiemos en el gobierno me llamaron a casa para preguntarme si había cobrado en tiempo y forma y cuando les dije que no, que había sido una calesita interminable, me di cuenta que alguien del correo había puesto a trabajar la plata en un plazo fijo.
Es que en mi sucursal todos los empleados eran de La Campora.
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