jueves, 22 de mayo de 2014

Levantar el muerto

Un amigo me contaba que habiendo viajado a Nigeria, había presenciado algunas cosas que lo habían sorprendido en grande y de la peor manera. Por empezar y estando su estadía acordada por una empresa multinacional, le habían colgado dos super-size-black-people como guardaespaldas, que de Rap no sabían nada y , por supuesto , estaban armados hasta los dientes.
Su vivienda se encontraba dentro de un barrio de la empresa, cercado por un perímetro de alambre de púas electrificado  y servicio de vigilancia con hermosas ametralladoras made in USA, típicas de la guerra de Vietnam.
De más está decir que no se sentía para nada cómodo ni protegido bajo tales circunstancias.
Por otro lado lo paupérrimo de las condiciones de la población se hacía notar incluso cuando al tratar de hacer arreglar la camioneta de la empresa se vio rodeado por cuatro muchachones que sin decir agua va,  se la pusieron de costado para poder trabajar con un poco más de comodidad. Por supuesto los laterales quedaron como cara de adolescente después del acné.
Creemos que la invención de las “fosa de mecánico” aún representa un hito en la historia de la humanidad que todavía en Nigeria está por llegar.
Y por último ahora que estamos más en clima, el tema de la muerte. Si queridos visitantes de la red, parece ser que en Nigeria, cuando uno se muere, se murió. 
No hablemos de cuando los parapoliciales salen a matar a cuanto civil se les cruza por el camino sin ningún miramiento , filmando las escenas para tener un souvenir con que recordar tan gratos momentos y poder subirlo a YouTube.
No señor, digamos que usted, si usted, yo no porque estoy escribiendo, se muere en Nigeria, digamos en medio de la calle, bueno, lo mas probable es que su cadáver sea trasportado hasta la banquina o vera del camino y dejado ahí para que no moleste.
Bueno, si está muy feo o fue víctima de un accidente de tránsito donde dos semiremolques le pasaron por encima de la cara o una mina abandonada le explotó a sus pies, probablemente lo tapen con una bolsa o algún papel que ande por allí volando con el viento y ya está. 
Si, ya está, ahí queda hasta que su olor apeste y alguien lo prenda fuego, exactamente como si fuera un gato o un perro abandonado.
Digamos que no es una actitud del todo errada. El cuerpo ya no le sirve para nada, es un bien desechable, nuestra vaporosa almita ya está en viaje a conversar con el Barba, así que lo único que molesta son los olores y las moscas. 
Ahora si no tengo dinero para pagar un trozo de pan o medio kilo de harina para hacerlo, no me pida que gaste nafta, kerosene o lo que ellos tengan para quemar el cuerpo de algún desconocido que murió atropellado en la ruta.
Si ni siquiera hay servicios públicos que recojan la basura a domicilio y sólo los que se roban las riquezas de ese país pueden solventarse un servicio privado de basureros, quién va a tener ganas de cuestionarme el dejar un cadáver allí?
Es culpa de la gente?, de la cultura?, de la religión?, de la ONU? , de Kristina?
El salame de mi amigo tuvo la estúpida idea de querer documentar un momento como ese. Supongo que quería mostrar fotos de su viaje a la familia, o al grupo de inadaptados que nos habíamos quedado por aquí esperando destino. Diga que tenía los dos super-size-black-people que si no, lo regresaban a argentina dentro de una caja de cartón y en la bodega de un avión de línea. Apenas puso el foco en la increíble escena, cuatro habitantes nigerianos se le vinieron al humo y uno de los guardaespaldas le dijo  al mejor estilo District 9  “Kuchelewa, no nos gusta que nos hagan mala prensa”.
Tiempo después mi amigo se daría cuenta que su  super-size-black-people hablaba  suajili y que cada vez que le decía Kuchelewa, en realidad lo llamaba "Retardado"
¿Incivilizados? ¿ Alejados de la Fé?, son así sus costumbres o su economía no permite grandes despliegues de gasto de recursos en áreas que no producen un “retorno”. Lo mismo pasa en Haití, lo mismo pasa en otros pueblos de Africa.
Viajando un poco hacia atrás en el tiempo, debemos decir que nuestros antecesores españoles no eran muy diferentes en cuanto a esto.
Muchos hacían donaciones a la Iglesia estando en vida para acceder a un sitial fúnebre dentro de la capilla cercana o hasta en la propia Catedral. Al mejor estilo europeo, las lápidas en el piso o paredes se cotizaban a diferentes precios según la distancia que lo separara del púlpito. Suelo o pared, diferente precio, catacumba menos caro y laterales de la iglesia, en medio de la argamasa de los contrafuertes,  mucho menos. Otros con inferiores recursos podían acceder mediante un pago razonable a los campos santos que anexos a las iglesias estaban armados con todo lo necesario como para atender la demanda del comerciante porteño. Y por último, si no tenías dinero o eras esclavo o descendiente de esclavo, lo más probables es que quedaras abandonado a la vera del camino hasta tanto se evaporaran tus restos o los caranchos terminaran su cena de navidad.


En Buenos Aires en el siglo XVIII y hasta 1820 se llegó a llevar adelante un método relativamente exitoso. Cuando un desposeído era encontrado muerto, se lo colocaba bajo la recova del Cabildo para ver si alguien lo reconocía y se hacía cargo del entierro. Como por lo general no era así, se procedió a colocar una alcancía de donaciones para solventar los gastos del sepelio del difunto y evitar el desagradable aroma sobre la Plaza de la Victoria que perjudicaba el devenir económico de los comerciantes allí reunidos.
Con el tiempo este “hacerse cargo de” o “pagar algo en nombre de otro” se conoció por estos pagos como “Levantar el muerto”.
Y los vecinos agradecidos, no?
Taluego.

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