jueves, 23 de agosto de 2012

Ser o aparentar

Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no durarán, en personas que no nos importan. 
 Emile Henry Gauvreay

En casa somos bichos antiguos. En el living hay dos módulos de biblioteca, en el dormitorio tres más y dos en casa de mi suegra. No es que seamos muy intelectuales que digamos, por el contrario, pero desde nuestra más tierna infancia se nos inculcó que un libro era un amigo y un mundo listo para explorar. Junto con mi esposa hemos invertido una abultada cifra en libros sobre nuestras respectivas especialidades profesionales además de otros dedicados al arte, la literatura, historia o cultura general. Casi tanto como lo que hemos gastado en los CD y DVD que colman otros tantos estantes.

Por suerte la llegada de Internet me ha permitido bajar un poco el volumen de éstos últimos y el costo que ello implica, aunque con los libros la cosa no es tan fácil. Me sigue gustando sostenerlos entre mis manos mientras los leo y me inculcaron que los mismos no se regalan, tiran o venden. ¿Qué puedo hacer?.

Sin lugar a duda eso habla de mi edad pues provengo de una era, allá por los ´60, en que la sociedad argentina estaba más interesada en disfrutar de la bonanza dispensando algo de tiempo en la cultura general, aunque se tratara de la Pop o alguna vertiente lisérgica.


Podíamos dedicarnos a meditar sobre la vida o hacer filosofía de entre casa, ya que las necesidades básicas estaban ampliamente cubiertas por una sociedad industrializada que daba trabajo a casi todos.

En esa época cuando usted entraba en una casa siempre veía una biblioteca junto a un wincofón.

Hoy no, y no porque el Winco haya sido desplazado por el MP3. Es otra la causa.

Cuentan que hasta el año 75 los argentinos no teníamos ningún interés en la acumulación de dólares. Incluso el Pocho se había preguntado y nos había preguntado si alguno había visto alguna vez un verde.


Pero con la introducción del liberalismo en nuestras pampas allá cuando Celestino nos embarcó en el baile en el que nada alcanza, comenzamos a pensar en el día a día y a tratar de prevenir el futuro que se cernía sobre nuestras cabezas como una nube negra que no dejaba ver las estrellas. Dejamos de filosofar al pedo y el Estado comenzó a mantener nuestras testas ocupadas en cosas más terrenales, es decir, pensando en cómo podíamos hacer más dinero o por lo menos menos no morirnos de hambre.

En la medida que esta cultura del tener y satisfacer hoy sin mirar el mañana, porque tal vez sea tarde,  se fue comiendo a la cultura del ser, y las bibliotecas hogareñas dieron paso a la decoración minimalista de grandes espacios abiertos y decoración deshumanizada. Toda una simbología.


Dormitorios de 8 x 8 mts con apenas dos mesas de luz y una cama; livings con una mesa ratona y dos sofás, todo blanco o todo negro, o si se es muy jugado a lunares negros y blancos o en damero para variar. 
Así se fueron comiendo nuestros cerebros, perdiendo el espacio dedicado a la cultura para reemplazarlo por un vacío consumista que apenas llega a fin de mes con las cinco tarjetas en rojo y una insatisfacción galopante.

Ostentar riquezas no está bien, estoy de acuerdo, ostentar cultura tampoco. Tener ambas en su justa medida y administrarlas con sabiduría era la meta de cualquier argentino bien nacido de antaño. Pero la actualidad tiene otras normas y ser culto y contar con un buen pasar, parecen ser incompatibles, pasando a conformar una utopía claramente representativa de los tiempos que nos tocan vivir.

Mejor me voy a leer un buen libro.

Taluego.

6 comentarios:

  1. No me diga que no tiene alpargatas?

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    1. Don SAL. Muy ocurrente. No se me había ocurrido.

      Igual, alpargatas tengo y encima vivo cerca de la fábrica (cerrada recientemente)

      Así que ando con Alpargatas y libros también ;)

      Un abrazo.


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  2. Llegado el caso, podríais abrir las puertas y compartir vuestra biblioteca. Gracias por traer el nombre (Emile Henry Gauvreay) Si pudiéramos trabajar mientras dormmimos tendríamos tiempo para todo.

    Un abrazo

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    1. Doña Jonhan. Aunque usted no lo crea dejé de compartir mis libros hace muchos años. No sé si es una costumbre argentina o cunde en el mundo el mal ejemplo, pero aquí hay mucha gente que se jacta de nunca devolver los libros que le han prestado. Y lo dicen con orgullo. Luego de reiteradas pérdidas que me obligaron a reposiciones onerosas, se cerró la biblioteca hasta para los amigos.

      Voy a pensar eso de trabajar mientras duermo. Me ha gustado la idea ;)

      Cariños y gracias por pasar.

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  3. El mas rico no es quien mas tiene, sino quien menos necesita.

    Oiga, que pasa que el "dotor" no publica?

    Son tiempos de miseria, estos.

    Un abrazo.

    (tengo problemas de conexion, por eso aparezco menos)

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    1. Don Gaucho. Como los Gitanos, quien está más liviano de equipaje es quien es más dueño de su destino. Pero yo ya tengo una historia a cuestas y no la puedo tirar.

      Con respecto al "dotor" deberá preguntarle usted mismo por qué deja sus textos inconclusos, o lo que es lo mismo, imposibles de publicar ;)

      Un abrazo y suerte con la búsqueda.

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