sábado, 6 de octubre de 2018

Paseando fuera de la nave

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Alexéi Leónov, fue uno de los dos cosmonautas rusos de la nave Vosjod-2, que llevó adelante la primera salida del hombre al espacio abierto.
Leónov estuvo fuera de la nave 23 minutos y 41 segundos y pasó la mitad de este tiempo en movimiento libre a unos 5 metros de ella unido por un cordón umbilical..
Años después, recordando aquel legendario vuelo, diría: “Al abrir la escotilla vi un cielo lleno de estrellas brillantes y la Tierra completamente redonda. Toda Europa estaba debajo de mí. Había mucho silencio, un silencio absoluto, todo estaba muy quieto. Tenía una sensación muy rara, imposible de imaginar”.
La salida al espacio empezó durante la segunda vuelta de la nave alrededor de la Tierra el 18 de marzo de 1965. Quien le acompañaba era el capitán y piloto principal de la nave, Pável Beliáyev, presto a brindar apoyo en cualquier momento.
Desde el cuadro de control Beliáyev abrió la escotilla que llevaba a la cámara de la compuerta de salida. Según los planes, el cosmonauta iba a estar unido a su nave mediante un cordón que le suministraría oxígeno y una línea de comunicación con el comandante y el control de Tierra. 
Al alcanzar la órbita a unos 500 kilómetros de altura la tripulación comenzó a preparar la caminata espacial. El comandante Beliáyev ayudó a Leónov a preparar su mochila de emergencia y a acoplar el cordón.
Leónov salió sin contratiempos por la escotilla despresurizada y abandonó la nave. “Me sentía bien e iba informando de lo que veía”, señala. Sin embargo, a los 10 minutos de paseo el cosmonauta descubrió un problema. “El traje espacial se estaba comportando de una forma muy diferente de como lo había hecho en la Tierra”.


El traje se empezó a hinchar y dificultaba los movimientos tirando de sus manos y pies. En el momento en que el cosmonauta se disponía a regresar a la nave las cosas se descontrolaron.
“A pesar de que había un buen ajuste, mis pies se salían de las botas del traje y mis manos de los guantes”, recordó. “El trabajo se volvió imposible, traté de agarrar las asas [de la escotilla] pero mis dedos no podían sujetarla porque no se ajustaban a los guantes.”
Además, la escafandra se hinchó tanto que ya no cabía por la escotilla. En ese momento Leónov, sin consultar con el control de Tierra, decidió bajar la presión interna del traje en un 200 %. “Pensé que había respirado oxígeno suficiente para evitar que el nitrógeno provocase burbujas en mi sangre [la tristemente célebre narcosis de nitrógeno que sufren los buceadores]”, contó.
Además, Leónov desobedeció el procedimiento normal de regreso a la nave entrando primero con los pies. A esto se sumó que su temperatura corporal se incrementó en casi 2ºC durante su actividad extravehicular.


Pero el exitoso regreso de Leónov no puso fin a las desventuras de la tripulación, ya que el sistema automático de control de descenso se estropeó y Beliáyevtuvo que asumir el control manual de la nave, elegir un lugar de aterrizaje y, en el momento preciso, encender los motores de descenso.
Esto tampoco fue fácil puesto que el control manual era imposible estando los cosmonautas sujetos en los sillones de descenso, a 90º del cuadro de control. Transcurrieron unos 22 segundos hasta que Pável Beliáyev pudo conectar el panel en modo manual y orientar la nave para después regresar a su sillón, hecho que al final significó una desviación de 165 kilómetros al noreste con respecto a lo planeado.
Finalmente la nave aterrizó en la taiga, lejos de zonas habitadas, y además en condiciones invernales.
Los grupos de salvamento tardaron tres días en rescatarlos. El helicóptero no pudo aterrizar en el bosque y tan solo se pudo preparar una pista de aterrizaje a 9 kilómetros del paradero de Beliáyev y Leónov. Los socorristas y cosmonautas tuvieron que llegar hasta ahí en esquíes.
Más tarde en 1975, Leónov formaría parte de la célebre misión Soyuz-Apollo, la primera misión espacial conjunta de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Dos veces fue condecorado con el título de Héroe de la Unión Soviética.
Pero lo más extraordinario es que al terminar su carrera como cosmonauta, Alexéi Leónov encontró un nuevo oficio. Sus cuadros al óleo son apreciados tanto por sus colegas cosmonautas, como por admiradores de la pintura. Publicó libros con reproducciones de sus dibujos así como sus memorias; en sus obras siempre el principal protagonista es el viejo gran conocido de los viajeros estelares: el espacio.


Sin embargo la historia requeriría que algún nuevo y osado astronauta se despegara de su nave y viajara libremente en su traje sin ningún cordón que lo uniera a ella. Pronto conoceríamos la fotografía de un astronauta flotando en solitario con la Tierra bajo sus pies. No hay nada a su alrededor. Parece que vuela libremente por el espacio, aunque no se le puede ver el rostro porque lleva el visor dorado bajo, una característica que lo convierte en el símbolo perfecto del avance de la humanidad en la conquista del espacio. El protagonista de la foto era Bruce McCandless II, un astronauta que el 7 de febrero de 1984 se transformó en el símbolo de una generación al alejarse del transbordador Challenger usando su mochila propulsada MMU durante la misión STS-41B. L
Siendo un poco exquisitos debemos aclarar que McCandless no fue el primer astronauta en realizar un paseo espacial sin ningún tipo de conexión con la nave. Ese honor le corresponde a Russel “Rusty” Schweickart, que probó por primera vez el traje A7L con la nueva mochila de soporte vital (PLSS) en órbita baja en marzo de 1969 durante la misión Apolo 9. Bien es cierto que Schweickart no se alejó del módulo lunar, pero sí que lo hicieron los doce astronautas del Apolo que entre 1969 y 1972 caminaron sobre la Luna sin estar unidos a su nave espacial.
En su momento estas actividades extravehiculares sin conexión supusieron toda una revolución con respecto a los paseos espaciales de las misiones Gémini en los que el astronauta norteamericano tal como lo habían hecho previamente los rusos, estaba unido a su nave mediante un umbilical que le aportaba oxígeno, electricidad, comunicaciones y seguridad, aunque comparado con el hecho de caminar sobre la Luna es lógico que nadie les prestase demasiada atención.


Puede que en la Luna los astronautas sean capaces de usar sus propias piernas como sistema de propulsión, pero en la ingravidez la cosa cambia. No obstante, ya en enero de 1969 los cosmonautas Yevgueni Jrunov y Alexéi Yeliseyev realizaron una actividad extravehicular desde la Soyuz 5 hasta la Soyuz 4 en órbita baja usando trajes Yastreb con mochilas de soporte vital autónomas y que, por tanto, no requerían de umbilicales para el oxígeno y la electricidad. En los años 70 y principios de los 80 se llevaron a cabo paseos espaciales desde las estaciones soviéticas Salyut con trajes Orlán y desde el transbordador estadounidense con escafandras EMU, todos ellos equipados con sistemas de soporte vital autónomos (no así en la estación Skylab, en la que curiosamente se emplearon umbilicales para las EVAs). Pero en todos estos paseos espaciales los astronautas y cosmonautas usaron algún tipo de cable de seguridad para evitar que salieran volando y se perdieran en órbita más allá de todo rescate.


La clave era diseñar algún sistema de maniobra en microgravedad. En este sentido, McCandless tampoco fue el primero en usar un dispositivo de maniobra para moverse por el espacio. En la primera EVA estadounidense en junio de 1965 Ed White ya usó una pistola de gas para moverse —sin mucho éxito— denominada HHMU (Hand-Held Maneuvering Unit). Poco después, en junio de 1966, Eugene Cernan intentó sin éxito usar la mochila AMU (Astronaut Manoeuvring Unit) durante la misión Gémini 9. En 1973 los astronautas de las tripulaciones Skylab 3 y 4 emplearon la mochila ASMU (Automatically Stabilized Maneuvering Unit) —también conocida como M-509 o AME (Astronaut Maneuvering Equipment)—, la antecesora de la MMU, aunque, eso sí, dentro de la espaciosa estación espacial Skylab. En lo que McCandless sí fue el primero fue en usar una mochila propulsora en órbita baja sin ninguna conexión con su nave para alejarse con ella. Siempre se dice que una escafandra de presión es una pequeña nave espacial, pero en realidad le falta uno de los sistemas más importantes: la propulsión. Con su mochila MMU, McCandless se convirtió en una auténtica nave espacial en miniatura.


http://rusopedia.rt.com y https://danielmarin.naukas.com

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El artículo Paseando fuera de la nave fue publicado por OPin el sábado, 6 de octubre de 2018. Esperamos que le sea de alguna utilidad o interés. Gracias por su visita y no olvide dejar su comentario antes de partir. Hasta el momento hay 0 comentarios: en el post Paseando fuera de la nave

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