jueves, 29 de diciembre de 2016

Crímenes de guerra

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Uno de los errores más comunes que se cometen en la actualidad es el de analizar hechos del pasado bajo las pautas sociales y morales modernas. Siempre es positivo, además de condenar lo condenable, tener a mano un poco de contexto histórico como para evaluar que pasaba en otras épocas con la humanidad.
Por ejemplo, la vida antes y durante la segunda guerra mundial era muy diferente a lo que uno piensa. Sólo baste saber que en esa época para el vulgo sólo existía la niñez, la edad madura y la vejez. Términos como la adolescencia ya habían sido acuñados pero apenas terminada la segunda guerra recién se comenzó a definir y estudiar como un nuevo estadio del desarrollo humano.
Un dato trivial ante otros de mayor dureza.
Por ejemplo: seguramente usted se ha preguntado más de una vez la razón por la cual los alemanes documentaban sus atrocidades durante toda la WWII. Posiblemente le sea difícil asimilar que se filmaran los fusilamientos de prisioneros desnudos parados al borde de una fosa común a la que caían una vez alcanzados por las balas. Puede que no entienda la meticulosa tarea de documentar cada experimento realizado con los internos de los campos de la muerte, incluidos los niños. Qué sentido tendría que los propios responsables posaran para la foto o el film junto al producto de sus crímenes ? Documentar el uso del Zyclon B o los hornos para quema de cadáveres ?
Estaban tan seguros de salir victoriosos que no medían las consecuencias ?
No. La respuesta es más simple de lo que uno espera.
De la misma forma que el término adolescencia existía pero no era usado para nada, durante la guerra esos actos criminales que hoy nos asquean, si bien eran tan aberrantes como lo son hoy, no eran ilegales ni se les habían aplicado una pena, cosa que recién ocurrió durante los juicios de Nüremberg. Incluso, como en el caso del exterminio armenio en manos turcas, uno podía negarlo eternamente confiado en que no existían los smartphones para grabarnos en video.


Si usted tiene en cuenta que en aquellas épocas casi no existían los gremios, los presidiarios eran objetos de experimentación, los niños trabajaban desde pequeños y las mujeres no tenían mayores derechos que un perro de la calle, no se asombrará al saber que las leyes referidas a derechos humanos y específicamente los derechos de los prisioneros civiles de guerra, no se establecieron hasta la convención de Ginebra de 1949. O sea, una vez finalizada la guerra.
Por eso la experimentación con prisioneros era de práctica inclusive en el EEUU post guerra, claro que con el consentimiento del prisionero a cambio de una reducción de pena. Tampoco hay que olvidar que el Ejército de EEUU inyectó a sus propios voluntarios con Plutonio para ver los efectos y ponía a sus efectivos en trincheras a diferentes distancias de las explosiones atómicas de prueba con la misma finalidad.

Poco a poco el mundo se fue dando cuenta, y todos los atropellos fueron ingresando poco a poco en los documentos de la Convención de Ginebra, una especie de compendio de leyes para regular o evitar los crímenes de guerra.


Las Convenciones de Ginebra fueron cuatro:

La Primera Convención de Ginebra, que comprende el Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte que corren los militares heridos en los ejércitos en campaña de 1864, actualizado en las siguientes convenciones de 1906, 1929 y 1949.

La Segunda Convención de Ginebra, que comprende el Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos, enfermos o náufragos en las fuerzas armadas en el mar de 1906, actualizado en las siguientes convenciones de 1929 y 1949.

La Tercera Convención de Ginebra, que comprende el Convenio de Ginebra para mejorar la suerte de los heridos y enfermos de los ejércitos en campaña y el Convenio de Ginebra relativo al trato de los prisioneros de guerra, ambos de 1929, actualizados en la siguiente convención de 1949.

La Cuarta Convención de Ginebra, que comprende el Convenio de Ginebra relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra de 1949.

Por lo tanto, si uno se pone en el contexto histórico, los Nazis si bien sabían lo perverso de su accionar no estaban contraviniendo ninguna ley específica que tuviera validez en su Reich. Si, sabían que estaban cometiendo atrocidades y que para colmo de males las disfrutaban, pero incluso la ideología antisemita no era de su propia invención o disfrute y hasta el mismísimo Henry Ford fue uno de sus mayores propulsores desde sus publicaciones en Norteamérica. El mundo en general (y Argentina fue un país ejemplo) era antisemita. Miles de años de historia la documentan en diferentes sitios del globo terráqueo.
Pero para ser más contundentes en la implicancia de este punto es bueno recordar que en 1918 Ford compró un pequeño diario rural, The Dearborn Independent, que convertiría en un diario de tirada nacional y utilizaría en los años 20 para difundir sus propias opiniones, especialmente las antisemitas. Tanto es así que se le ha considerado una de las inspiraciones del nazismo (la admiración mutua de Ford y Hitler es bien conocida, hasta el extremo de que Hitler tenía un retrato de Ford en su despacho y es el único estadounidense cuyo nombre cita cuando escribe Mein Kampf). Cuando Ford hizo la recopilación de estos artículos y los publicó como The International Jew, the World’s Foremost Problem, el libro ocupaba cuatro volúmenes de unas 250 páginas, que se vendieron a un precio simbólico. La tirada inicial fue de 200.000 copias. En total debieron venderse 10 millones de copias, y Ford gastó cerca de cinco millones de dólares en su aventura.
Como verán la maldad no tiene banderas.


Pero volvamos a cómo se trataba a los prisioneros, fueran alemanes disidentes, polacos, judíos, comunistas, socialistas, etc. etc.,. digamos a nivel Derechos Humanos.

En el siglo 19 el tratamiento de los soldados, prisioneros, heridos y civiles había mejorado con respecto al pasado y el núcleo de las leyes de la guerra finalmente se pusieron en marcha. Sin embargo, mientras se instalaba el mandato de un trato más humano de las costumbres de la guerra a soldados y civiles, aparecían nuevas armas y tecnología de avanzada que incrementaron la destrucción modificando los métodos de la guerra. El Código Lieber (1863) fue la primera codificación de las leyes internacionales consuetudinarias de la guerra de la tierra y un paso importante hacia las leyes humanitarias. El Código Lieber hace hincapié en la protección de los civiles pero eran Instrucciones del Gobierno para los Ejércitos de los Estados Unidos en el campo de batalla firmadas por el presidente Abraham Lincoln a las fuerzas de la Unión durante la Guerra Civil Estadounidense , que no fueron implementadas internacionalmente hasta 1907 con el Reglamento de La Haya.


Después de la Segunda Guerra Mundial, los Tribunales de Nuremberg y Tokio se convirtieron en los primeros tribunales penales internacionales de importancia real. Las potencias vencedoras los establecieron en 1945 y 1946, respectivamente, para enjuiciar a los criminales de guerra más importantes de los países europeos del Eje (de hecho, sólo los alemanes) y de Japón por "crímenes contra la paz", los crímenes de guerra, y crímenes contra la humanidad.

Ahora seguramente usted piensa que desde entonces no se han repetido las mismas prácticas. Que los archivos donde se documentaban todos los experimentos Nazis fueron destruidos y conforman el patrimonio de lo que nunca va a repetir la humanidad.
Está muy equivocado amigo.
Si bien muchas de las prácticas de la primera y segunda guerra mundial han sido expresamente prohibidas y declaradas ilegales, las mismas se han reproducido en lugares como Vietnam, la vieja Yugoslavia, Afganistán o Siria. Tal vez el único límite que no han podido superar es el de la difusión sin censura de dichos actos.


Los aliados se disputaron durante años los favores de los científicos alemanes sin prestar mayor atención a lo que hubieran hecho en sus días en el Tercer Reich. Incluso todos los documentos de experimentación médica Nazi quedaron en poder de los Estados Unidos de Norteamérica, país que les dio utilidad bajo la premisa que habiéndose efectuado el acto monstruoso, lo mejor era sacar provecho del resultado científico para el bien de la humanidad.
La realidad sigue siendo la misma. Nazis o no Nazis, media población está dispuesta a dañar a la otra mitad mientras no exista una ley que lo prohíba. Y el estado de guerra es una de las áreas más permisivas que existen incluso en la actualidad.
No alcanza un  Bradley Manning o un Wikyleaks cada tanto, para evitar un genocidio como el de Armenia, Siria o el de la Guerra Bosnia. Porque mientras el perpetrador crea que saldrá impune porque lo que hace no es ilegal, hará todo lo que esté a su alcance para destruir al otro, dado que en la guerra, todo se vale.

Taluego.


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